Samantha Hudson: la diva mutante que aterriza en Argentina para incendiar el FAQ

Samantha Hudson llega por primera vez a Argentina para encender el Festival Internacional de Arte Queer con su mezcla explosiva de música y activismo.

10 de diciembre, 2025 | 12.56

A Samantha Hudson la idea de pisar Argentina le viene latiendo hace rato, como un presentimiento. Y ahora, por fin, se vuelve real. La artista más explosiva y lúcida de la escena queer española llega por primera vez al país para participar del FAQ, el Festival Internacional de Arte Queer más importante de la región. Y lo vive como si el universo hubiera decidido alinearle todos los astros a la vez: “Es que para mí es muy fuerte. ¡Voy a Argentina!”, dice, todavía incrédula del otro lado de la pantalla, y sonríe con esa mezcla de humor, descaro y ternura que la convirtieron en un fenómeno global.

Lo curioso es que Samantha jamás había cruzado el Atlántico. No por falta de ganas, sino porque, según se ríe ella, no es “una chica muy intrépida”. Si no la arrastran sus amigas, no se mueve. Pero esta vez hubo una señal, una charla en el IFilm Museum de Ámsterdam, una semana como jurado en el Festival de San Sebastián, una mesa con directoras de festivales LGBT+ de España y LATAM y, de repente la invitación del FAQ cayó como un llamado del destino. “Pensé que tardaría en llegar, pero no. Todo pasó rapidísimo. Y para mí es el mejor cierre de año que podría existir”, confiesa. “Voy deseando encontrarme con todas mis trabas, mis trolos, mis monstruas”.

La historia de Samantha Hudson

Samantha tiene 26 años y tres discos que ya dejaron marca, pero habla de esta visita como si fuera su debut vital. Le genera una ilusión adolescente pensar en la Buenos Aires que todavía no conoce: “Estoy deseando estar allí con todas las monstruas”, dice, con un brillo juguetón en la voz, sobre su participación en el FAQ gracias al apoyo de CCEBA – Centro Cultural de España en Buenos Aires.

Está convencida de que un público argentino ya la espera. Lo sabe por sus redes, que maneja ella misma: “Intento leer todos los mensajes. Es difícil, pero siento mucho contacto con la gente de allá. Yo creo que algún video se viralizó, o la canción con Villano Antillano cruzó océanos. No sé. Pero sé que hay un fervor.”

Y además, sabe que el debut será potente. Incluye una charla pública junto a Franco Torchia, showcase, firma de discos, fotos. Todo. “Vamos a matar”, dice divertida. Aunque viaja sin bailarinas ni montaje completo, promete un show brutal, un repaso por sus hits, las canciones más bailadas de su último disco Música para muñecas, y esa entrega absoluta que volvió sus conciertos un culto queer.

Samantha Hudson participa en el FAQ gracias al apoyo de CCEBA – Centro Cultural de España en Buenos Aires.

Su nuevo álbum es una bomba electropop que huele a club, sudor y luces estroboscópicas. Cuando se lo digo, que acá ese sonido estalla, que llega justo cuando arranca el verano, ella asiente orgullosa: “Es que yo soy una party monster. Claro que mi música es bolichera.

Pero detrás del beat hay algo más profundo. Para Samantha, el disco es un diario emocional de una persona disidente tratando de sobrevivir y soñar en una gran ciudad que a veces es fascinante y otras brutal. Habla de precariedad. De lujuria. De travestismo como bandera. De ciudades inclementes. Del síndrome de la impostora. De la libertad salvaje que da vivir sin pedir permiso.

“Fue muy liberador hacerlo. A veces estoy triste y pienso: ojalá hubiera un tema que hablara de esto. ¡Y ya lo hice! Lo escucho y es como revisitar el proceso, volver a tocar esa emoción. Y, por supuesto, siempre bailarlo. Porque bailar con tus demonios también es hermoso.”

Cuando la conversación vira hacia la industria, Samantha no pierde ni humor ni lucidez: “Es un momento de mucha efervescencia artística, sí. Pero también de un mercado chupóptero, vampírico.” Habla con la claridad de alguien que ya vio las tripas del sistema y sabe lo corrosivo que puede ser para el arte la obsesión por la viralidad, la atención instantánea, el producto empaquetado.

Una canción no es un bien mercantil. O no debería serlo. Es algo extraordinario, mágico. Pero claro, de repente lo transformas en un producto y te enfrentas a un monstruo. Y medir tu valía por números es tóxico.”

Un camino que recién empieza

A los 26, Samantha mira para atrás y ve seis años sin descanso: tres discos, giras, colaboraciones icónicas, crecer en público, en identidad y en voz. Pero recién ahora, dice, siente que empieza a ubicarse.

“He disfrutado cada momento. Cuando venían 20 personas a verme, y ahora que hacemos salas de 1000 o 2000. Pero este año, con terapia, con trabajo interno, estoy aprendiendo a reconectar con la ilusión. Y esta semana lo pensaba… se me saltan las lágrimas. Es muy fuerte todo esto.” Lo dice con honestidad y se permite, por un segundo, detenerse en su propio recorrido: “Me siento una privilegiada. Soy consciente de la fortuna enorme que es hacer algo que me satisface tanto y participar de escenas tan increíbles. Espero no olvidarlo nunca.”

Cuando se imagina llegando al FAQ, Samantha dibuja una escena apocalíptica y hermosa. Un ejército de monstruas abominables esperándola con los brazos abiertos, listas para un "beso con lengua colectivo". Y a ella, claro, dispuesta a dárselo. Argentina la espera y algo dice que ella también nos viene esperando desde hace mucho.