Boca es emergente de un fútbol en crisis

Boca, simplemente, es un emergente de la crisis. Qatar fue una cosa. Nuestra Liga otra.  

28 de julio, 2025 | 15.58

Cuando Guido Carrillo anotó el 1-0 de Estudiantes en cancha de Racing, sábado por la noche, se quebró la maldición de una tercera fecha que llevaba 642 minutos sin goles. Diez horas y media sin goles. Y sin contar los descuentos. Seis partidos que venían de salir cero-cero (el domingo se sumaron dos más y eso marcó un record de ocho empates sin goles en doce partidos). Es parte de la pobreza de nuestro fútbol, del fútbol que todavía algunos en la TV presentan como “la Liga más competitiva del mundo”, en la que “cualquiera puede ganarle a cualquiera y cualquiera puede ser campeón”, como si eso fuera una virtud, cuando todos sabemos que en realidad es una carencia. Porque hoy Boca es el debate central por su racha inédita de once partidos sin ganar. Pero Boca, simplemente, es un emergente de la crisis. Qatar fue una cosa. Nuestra Liga otra.  

En el Apertura 91 hubo una fecha (record) con solo siete goles en diez partidos. Y uno de esos goles, recordó el colega Oscar Barnade, fue “de escritorio” (River 1-Racing 0 decretado tras agresión al entonces arquero “millonario” Angel David Comizzo). Nuestro fútbol también tuvo otras fechas anteriores con seis empates sin goles. Y hasta una (en octubre de 1962) en la cual no anotó goles ninguno de los cinco equipos “grandes”, como sucedió ahora. ¿Cómo explicar el fútbol sin goles cuando el gol es justamente una de las claves que explican la fascinación del fútbol? El escritor uruguayo Eduardo Galeano dijo una vez que un empate cero-cero era como “dos bocas abiertas, dos bostezos” y definió al gol como “el orgasmo del fútbol”. Su admirador David Goldblatt, gran sociólogo inglés, recordó en su hermoso libro “Fiebre de fútbol” un gol que para él fue único. Fue en 1969 contra Liverpool y le dio a Arsenal su primer título de Liga tras dieciocho años de sequía. Goldblatt describió ese gol decisivo como “mejor que un orgasmo” (que es “previsible”) y mejor también que el nacimiento de un hijo (que es esperado). Goldblatt moriría de aburrimiento en alguna de nuestras canchas. Escribiría un poema llamado “Miedo a perder”.   

Los que ya no saben cuán profundo puede ser el pozo son los hinchas de Boca. Alianza Lima, Auckland, Atlético Tucumán el miércoles pasado por Copa Argentina. Técnicos echados. Jugadores cambiados. Nada revierte la racha. Un derrumbe sin piso. Y la respuesta poco feliz del DT Miguel Angel Russo cuando le preguntaron por lo sucedido con Miguel Merentiel, que se paró en mitad de cancha listo para reanudar el partido en el segundo tiempo cuando el técnico ya había ordenado en el entretiempo el ingreso de Milton Giménez en su lugar. “Cuestión de papeles”, dijo el DT, que además se declaró desacostumbrado a no ganar con Boca. El club lo había echado cuatro años atrás porque había ganado solo un partido de trece. El que lo echó (y el que ahora volvió a llamarlo) fue Juan Román Riquelme, antes vice, ahora presidente del club. Responsable número uno del fútbol de Boca, un equipo que no solo no gana, sino que lleva largo tiempo sin jugar bien, con el esquema que fuere, atacando o defendiéndose, de punto o de banca. De visitante o de local. Se avecina una Bombonera intensa contra Racing.  

Todos los equipos tienen su presión. Pero Boca, es cierto, la multiplica. En el bien y en el mal. “Es la mejor oportunidad que te puede pasar en tu carrera” si uno está en condiciones de aprovecharla, dijo días atrás el ex jugador Walter Erviti. Pero, si no es así, “te expone, te consume. Porque en este país –completó Erviti- el que no es hincha de Boca está en contra de Boca”.