En un hostigamiento sin precedentes, Estados Unidos pretende someter a Venezuela con un ataque combinado y a cielo abierto.
Combinado porque ha decidido desplegar una embestida gradual, sistemática y a velocidad en los frentes bélico, económico, mediático y psicológico con el fin de acabar con la presidencia de Nicolás Maduro e instalar un gobierno títere que, al estilo del argentino con Javier Milei, sea funcional a sus intereses y estrategias.
A cielo abierto porque, a diferencia de sus antecesores en la Casa Blanca, Donald Trump anuncia sus intenciones de dominación neocolonialistas a viva voz, incluyendo aquella que son abiertamente ilegales y contrarias a las leyes internacionales.
En el campo bélico militar, como se sabe, el Pentágono comenzó su asedio en el Mar Caribe en agosto con el envío del buque anfibio USS Iowa Juma y la 22º Unidad expedicionaria de Marines. Fue el inicio de “Lanza del Sur”, la mayor operación naval y aérea registrada en la historia de nuestra región.
En la actualidad hay cuatro destructores equipados con misiles Tomahawk y sistema Aegis (con potentes radares y computadoras que permiten guiar los misiles con precisión para los crímenes quirúrgicos); busques anfibios; el crucero USS Gettysburg y el poderosísimo portaaviones USS Gerald R. Ford con capacidad de trasladar 75 bombarderos de los más letales del mundo. Extraoficialmente ha trascendido que Venezuela tiene entre 20 y 30 aviones de guerra plenamente operativos.
En este escenario, Trump ha amenazado con una invasión terrestre, ha bombardeado lanchas y ejecutado a los tripulantes, pero, además, esta semana potenció el otro frente con el que agrede a Venezuela: el económico.
En un acto al límite de lo concebible, Trump escribió, el martes 16, en su red Truth Social: “Venezuela está completamente rodeada por la Armada más grande jamás reunida en la historia de Sudamérica (…) la conmoción para ellos será como nunca antes se haya visto, hasta que no devuelvan a EEUU todo el petróleo, las tierras y otros activos que nos robaron previamente (…) Maduro está usando el petróleo de esos yacimientos robados para financiarse (...) Por lo tanto hoy ordeno un bloqueo total y completo de todos los petroleros que entran y salen de Venezuela.”
En un intento de explicar ese delirio, horas después, el subjefe de gabinete, Stephen Miller, publicó en X que EEUU había creado la industria petrolera de Venezuela y que “la nacionalización de 1976 fue el mayor robo” a EEUU en toda su historia. “El sudor, el ingenio y el trabajo estadounidense crearon la industria petrolera de Venezuela. Su expropiación tiránica fue el mayor robo registrado de riqueza y de propiedad estadounidense”, aseguró.
Miller se refería a la decisión del ex presidente Carlos Andrés Pérez (Acción Democrática, hoy partido de oposición) de nacionalizar el petróleo el 1 de enero de 1976 y de reservar los derechos de exploración y explotación de los yacimientos en tierra venezolana a PDVSA (Petróleos de Venezuela).
Varios gobiernos reaccionaron a esa amenaza. “Observamos una escalada de tensión en la región y consideramos que esto es potencialmente muy peligroso. Venezuela es nuestro aliado y socio”, comentó el vocero de la presidencia rusa, Dimitri Peskov, en su rueda de prensa diaria.
“Especial inquietud provoca el carácter unilateral de las decisiones que crean una amenaza para la navegación marítima internacional. Confiamos en que la administración Trump, que se distingue por un enfoque racional y pragmático, no cometa un error fatal y se abstenga de seguir deslizándose hacia una situación que entraña consecuencias imprevisibles para todo el Hemisferio Occidental", agregó.
Por su parte el presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva, consideró que una intervención militar en Venezuela sería “una catástrofe humanitaria” y se propuso, junto con la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, actuar como mediadores entre Washington y Caracas para impulsar una salida diplomática. Lula informó que había hablado tanto con Trump como con Maduro por ese tema.
También China -el mayor comprador del crudo venezolano- criticó la “intimidación unilateral” que está sufriendo el gobierno bolivariano. El canciller chino Wang Yi llamó por teléfono a su homólogo venezolano Yván Gil y le dijo que el gobierno de Xi Jinping se opone “a todas las formas de intimidación unilateral y apoya a los países en la salvaguarda de su soberanía y dignidad nacional”. Beijing tiene claro que la embestida no es sólo contra Caracas, sino que Washington pretende también impedir que el petróleo venezolano llegue a sus puertos.
La guerra no convencional
Además del asedio militar, el bloqueo marítimo, la confiscación de un petrolero, las sanciones y la criminalización del gobierno venezolano, la Casa Blanca ha desplegado una guerra no convencional.
El mes pasado, Trump autorizó públicamente las operaciones encubiertas de la CIA en Venezuela. No sería de extrañar que, entre los contingentes de venezolanos inmigrantes repatriados desde EEUU, se hayan “colado” algunos agentes secretos o civiles desestabilizadores. Tampoco sería sorprendente que, en las próximas semanas o meses, manifestaciones opositoras, al estilo “revolución de colores”, intenten derrocar al gobierno de Maduro.
Para que el posible golpe sea aceptado como “legítimo” por la opinión pública mundial se instrumentaron dos operaciones institucionales y mediáticas, en los meses pasados. Una es la construcción de la idea de “ilegalidad” del gobierno de Maduro. La prensa instaló el tema de un supuesto “fraude” a partir de la “no presentación de las actas” luego de la última elección presidencial. Como si realmente a EEUU le importara la democracia, el canciller Marco Rubio, en su discurso del viernes (balance de gestión de 2025), afirmó que “el de Maduro es un régimen ilegitimo”.
La otra operación (donde también participaron actores extra-estadounidenses) fue la de conceder el premio Nobel de la Paz a la opositora venezolana María Corina Machado. Esta designación se convirtió en un verdadero escándalo ya que la premiada defiende y promueve una intervención militar norteamericana en Venezuela.
Julián Assange, fundador de Wikileaks y uno de los mayores defensores de la libertad de prensa y de la democracia en el mundo (encarcelado y torturado duramente por ejercer esa defensa) denunció a la Fundación Nobel por “facilitar crímenes” al premiar a una mujer que hace todo lo contrario de pacificar, es decir, incitar a una agresión bélica contra Venezuela, en momentos en que ese país esta asediado por una flota naval sin precedentes.
Assange considera que con esa decisión el Premio Nobel se convirtió en un arma política que contradice el criterio original establecido para ese galardón. “Transforman un instrumento de paz en una herramienta de guerra”, aseguró el australiano. Assange propone, entre otras cosas, congelar el millón de euros del premio hasta que no se sepa a dónde irá destinado y pide no sólo investigar a los 30 responsables de la fundación que decidieron reconocer a Machado sino también que ella devuelva la medalla.
El escenario en América latina podría verse alterado de manera radical. ¿Hará Trump un ataque inesperado y artero contra algún líder venezolano como hizo el 3 de enero de 2020 contra Qasam Soleimani, entonces un hombre clave en el gobierno de Irán? ¿Ordenará ataques sorpresivos contra instalaciones venezolanas como hizo este año contra centros nucleares iraníes? Es hora de defender la paz en nuestra región antes de que sea demasiado tarde.
