Durante años, la frase “las mujeres viven más que los hombres” se repitió tantas veces que se convirtió en una verdad irrefutable. Las estadísticas lo confirman en casi todos los países del mundo, incluida la Argentina, donde la expectativa de vida femenina supera por varios años a la masculina. Sin embargo, hasta ahora, la ciencia no había podido explicar con precisión por qué ocurre esta diferencia.
Un reciente estudio internacional publicado en la revista Science Advances finalmente arrojó luz sobre el misterio y encontró que la respuesta va mucho más allá de los hábitos o del estilo de vida, sino que está escrita en nuestra biología y en la historia evolutiva de las especies.
Lejos de ser un fenómeno exclusivo del ser humano, los investigadores comprobaron que en la mayoría de los mamíferos las hembras viven más que los machos. Pero el dato curioso es que, en el mundo de las aves, ocurre lo contrario, y es que los machos suelen tener una vida más larga.
Qué resultados arrojó el estudio
El trabajo fue liderado por un equipo internacional de científicos del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva (Alemania) y la Universidad del Sur de Dinamarca. Para llegar a sus conclusiones, analizaron datos de vida de 1.176 especies de mamíferos y aves, incluyendo chimpancés, ciervos, roedores, loros y muchas otras. Lo interesante es que estudiaron tanto animales en libertad como en zoológicos, lo que permitió eliminar factores externos como la depredación o las enfermedades, y centrarse en los aspectos puramente biológicos.
Los resultados fueron contundentes. En el 72% de las especies de mamíferos, las hembras viven más tiempo que los machos, con una ventaja promedio del 12%. En cambio, en el 68% de las especies de aves, los machos son los que viven más, aunque su ventaja es menor, al ser de alrededor del 5%.
Según los investigadores, esta diferencia podría explicarse por una combinación de factores. Por un lado, los cromosomas sexuales juegan un rol clave. Las hembras, al tener dos copias del mismo cromosoma (XX), cuentan con una “reserva genética” que puede compensar defectos o mutaciones, algo que los machos (XY) no poseen. Además, los comportamientos reproductivos y sociales también influyen. En muchas especies, los machos compiten intensamente por el apareamiento, lo que aumenta el riesgo de lesiones o estrés y acorta la vida.
La hipótesis del estudio es que las diferencias de longevidad entre sexos son mucho más antiguas que la civilización humana y están profundamente enraizadas en la evolución. En otras palabras, las mujeres no viven más solo por cuidarse mejor, sino que la naturaleza ya les había dado esta ventaja biológica.