No todo lo que viene en un paquete congelado está destinado al olvido culinario. Las salchichas, ese clásico de mesa popular, se reinventan como comodín salvador cuando el tiempo escasea y el hambre apura. Si bien muchos creen que sólo se pueden freír o meter al horno, lo cierto es que hervirlas es una opción rápida, segura y sorprendentemente sabrosa.
Las salchichas siguen pisando fuerte en la escena gastronómica global. Pero no hace falta viajar al exterior para saber que este embutido tiene banca: en Argentina es parte de un repertorio doméstico que va del pancho express a la cazuela dominguera. Hoy, te contamos cómo sacarle el jugo a las congeladas... sin perder el glamour.
1. Hervidas y gloriosas: el método olvidado que las transforma
Hervir salchichas congeladas puede sonar aburrido, pero es un método eficiente, higiénico y nutritivo. Solo necesitás agua caliente, una olla y un poco de paciencia: entre 10 y 15 minutos, temperatura interna de 71 grados y listo. ¿Querés sumar sabor? Hervilas en caldo de verduras o pollo, con ajo y cebolla en rodajas.
Este método, además de práctico, reduce riesgos de enfermedades alimentarias, mantiene la jugosidad y evita que se sequen. Un tip de chef: después de hervirlas, doralas apenas en sartén con aceite o manteca. Quedan crocantes por fuera, tiernas por dentro. No falla.
2. Salchichas al curry exprés: receta low cost, sabor mundial
En homenaje al street food indio, probá esta bomba: salchichas hervidas cortadas en rodajas, salteadas con cebolla, tomate, un chorrito de leche de coco (o crema), curry y arroz blanco. En 20 minutos tenés una cena digna de festival.
Ideal para una noche fría o cuando querés algo diferente sin romper el chanchito. El curry, además, aporta antioxidantes, sabor profundo y un toque exótico que eleva cualquier plato.
3. Pasta con salchichas y salsa de tomate: la fórmula anti lunes
Esta receta está pensada para el momento donde el delivery te tienta, pero tu cuenta bancaria te baja el pulgar. Solo tenés que hervir las salchichas, cortarlas en rodajas, y sumarlas a una salsa de tomate casera o de frasco. Pasta corta, un poco de orégano, queso rallado si hay, y tenés una cena abundante con cero estrés.
Funciona como salvavidas familiar y también para tupper de almuerzo al día siguiente. Bonus track: si tenés lentejas cocidas, agregalas a la salsa y convertís la receta en una bomba de proteínas.