El cantante que hizo bailar a hinchadas, fiestas y teatros de todo el país no teme hablar de su vida privada sin filtros. Alcides, referente de la movida tropical y dueño del hit Violeta, tiene 73 años, 5 hijos y atravesó 20 separaciones. “Sigo creyendo en el amor”, aseguró en alguna entrevista, entre confesiones de carrera y heridas personales.
Con más de medio siglo de trayectoria, no solo es parte de la memoria musical argentina, sino que es también un espejo de las contradicciones de la vida popular. Entre giras interminables, estadios cantando sus temas y romances fugaces, el cordobés que soñó ser ingeniero agrónomo terminó convertido en un ícono de la cumbia y en protagonista de un historial amoroso digno de telenovela.
Una vida entre la música y el amor (o la falta de él)
Alcides Miguel Berardo Palacio nació el 17 de julio de 1952 en Río Cuarto, Córdoba. Desde niño se enamoró del acordeón, pero un tornado que arrasó con el campo familiar lo empujó a dedicarse a la música de manera definitiva. A los 12 años ya tenía su primer conjunto y, a los 19, lideraba Alcides y Los Playeros, antes de lanzarse como solista en Buenos Aires.
Su carrera explotó en 1989 con el éxito Violeta, tema que atravesó fronteras y hasta fue adoptado como himno por hinchadas argentinas y equipos europeos. Sin embargo, mientras su música crecía, su vida afectiva era un torbellino: “Oficialmente, me casé una vez, pero pasé por casi 20 separaciones”, contó en Radio Rivadavia.
El costo personal: 5 hijos y la ausencia como padre
El ídolo tropical admitió que su profesión lo alejó de lo más importante: “Me hubiera gustado estar más presente en la vida de mis hijos. Llegué a hacer 18 shows en un fin de semana, era imposible”. Alcides es padre de cinco: una hija en Italia, otra del tercer matrimonio y tres más del penúltimo vínculo.
Con crudeza, confesó que su rol paterno quedó marcado por la distancia. “Amo lo que hago, pero resigné verlos crecer. Eso me duele hasta hoy”, sostuvo. Una frase que recuerda las historias de tantos artistas populares argentinos, de Sandro a Rodrigo, que sacrificaron la intimidad en nombre del escenario.
A pesar de las separaciones y las deudas emocionales, Alcides asegura que su fe en el amor sigue intacta: “Creo incondicionalmente en el amor. Intento borrar lo malo y quedarme con lo bueno”. Esa obstinación lo convierte en un romántico incorregible, en tiempos donde los vínculos líquidos parecen moneda corriente.
Su música todavía retumba en estadios, fiestas familiares y hasta en Europa, donde su voz fue bandera de equipos de fútbol. Y mientras algunos lo definen como sobreviviente de la movida tropical, él prefiere pensarse como un agradecido. “El mayor capital que gané fue el cariño del público. No me equivoqué y soy inmensamente feliz”, aseguró.