“A mi vieja le agarró demencia durante la pandemia y todo el show gira en torno qué se hace con un paciente con una enfermedad neurodegenerativa. Siempre con humor, obviamente”, dispara Félix Buenaventura minutos después de los saludos y presentaciones para esta entrevista, rompiendo el hielo y marcando el rumbo de la charla. Octavo se llama el espectáculo al que hace referencia y lo estrenará en julio en La Silla Eléctrica, club de comediantes del barrio de Palermo en el que se desempeña como socio.
Félix Buenaventura es uno de los pioneros del stand up local en hacerse conocidos y en La Silla Eléctrica busca recrear "un espacio para los comediantes que quieran probar material" en Jams, eventos de todos los martes donde figuras reconocidas de la escena van a probar nuevo material, y shows para conectar al público con los comediantes en un espacio íntimo. En diálogo con El Destape, Buenaventura -quien también se desempeña como formador de comediantes en talleres de Work in Progress con técnicas para pensar lo cómico en un show- comparte su presente y pasado, y analiza fenómenos y curiosidades sobre quienes tienen el oficio de hacer reír.
Mencionaste tu nuevo show y la enfermedad de tu mamá, ¿cómo hacés para encontrar el humor en algo tan triste?
- Es una cuestión de contrastes. Primero, la comedia siempre es un poco personal. En mis 21 años haciendo stand up hay un proceso en el que a través del absurdo fui contando cosas muy honestas, pero que por ahí las decía “un alguien” en mi show, y ya en un momento, cuando ocurrió esta situación (en referencia a la demencia de su madre), pasaba que llegaba a la Jam -que es el lugar donde estreno chistes todos los martes- y arrancaba diciendo “mi mamá le dijo a la enfermera que iba a tirarse por la ventana”, y la gente se reía. Cuando estás en un momento así no tenés mucho margen para hacer humor, pero siempre hay situaciones que llaman la atención en esos procesos de dolor y yo las guardo en la cabeza y las anoto, como material para escribir chistes.
Trato de que en cada uno de mis shows haya una especie de camino del héroe o pequeño aprendizaje, y decirle a la gente algo que me hubiera gustado que me digan a mí: va a estar todo bien, todo se va a solucionar.
¿Exteriorizar estas cuestiones a través de la comedia te ayuda a sanar?
- Sí, y además está buenísimo que alguien hable de estos temas porque no hay comediantes que lo estén haciendo. Son situaciones que necesito compartir para no comérmelas, para que no me coman por dentro, para no deprimirme y para no enojarme con el mundo.
Anotás en una libreta todas las cosas que te llaman la atención de tu día a día para hacer comedia….
- Sí, anoto cualquier cosa que me haga ruido para bien o para mal.
Dame el ejemplo más reciente.
- Tengo dos. Uno fue de una situación reciente que viví el domingo a la noche y es que cerré la puerta de un auto, apurado por llegar a mi casa para ver el nuevo capítulo de The Last os Us, y me golpeé la nariz, que empezó a sangrar. Me puse hielo y cuando me vi en un espejo noté que tenía una marca y pensé, “ah, bueno, puedo ir esta semana a todos los lugares que frecuento y voy a parecer un poco más rudo” (risas). Ese contraste me parece lindo.
Después el otro momento me pasó hoy cuando me levanté a las 7.30 de la mañana, prendí las redes sociales y ví un video de un comediante mexicano subido por Comedy Central, México, que hizo un chiste que yo vi en un Comedy Central de Estados Unidos hace 13 años. De inmediato me enojé y eso me llevó a acordarme que a mí también me hicieron algo parecido y me provocó una sensación muy fea. Entonces, mi primer impulso -en vez de escribir como mensaje a la publicación “están pagando dos veces por un mismo chiste”- fue crear un chiste con ese chabón y con la gente que hace ese tipo de cosas. Y así desbloqueé algo que tenía tapado hace 18 años.
¿Hay mucho plagio entre comediantes?
- Es algo que no se hace, está mal. A la vez también pasa algo muy grave que es que a la gente ya no le importa que algo sea original…. Eso es gravísimo. Hay algo de eso en Matías Bottero que hace Entre dos suculentas, el mismo formato que hace Zach Galifianakis pero lo hace mal. Una cosa son las influencias, que es algo muy normal en los comediantes, pero no se roba, está muy mal eso. La comedia es para otra cosa, es para compartir lo que te pasa.
¿En qué contexto te robaron chistes?
- Yo acababa de mudarme a Madrid, tenía dos años de comedia. Fue a principios del 2007 y el que me robó fue un comediante que me presentó mi profesor. Me pidió que le cuente cómo era mi material de ese momento, lo hice y bueno…. Pasó lo que pasó y aprendí que me pueden robar chistes. Lo triste es que yo era un nene. Después de eso me crucé a ese comediante en festivales y mientras que a mí me invitaban a que haga dos veces funciones, a él una sola. Así que puedo decir que gané. Podría haberlo denunciado, pero no lo hice. La prueba está en Internet.
"Aprendí que si hacía reír, no me fajaban"
¿Cómo empezás en la comedia?
- Desde nene el humor fue un mecanismo de defensa. Entré un año antes a la escuela y era petiso por lo que sabía que si hacía reír, no me fajaban. Además, mis papás me dejaban ver Peor es nada y algunas cosas de Fontova (Horacio) para imitar algunos sketches en la escuela y caían bien entre mis compañeros. A los 18 años estudié con Mariana Briski, hice clown, impro, y en 2004 empecé a hacer stand up de forma profesional.
¿Había una escena de stand up consolidada en Argentina en 2004?
- No, éramos pocos en ese momento: Selci (Guillermo), Campa (Ezequiel), Dalia (Gutmann), Sanijao (Fernando), Pugliese (Martín), Carulias (Natalia), Wainraich (Sebastián). Diría que todos esos y yo fuimos la primera generación de standuperos locales más conocidos. Años después empezaron a aparecer muchos comediantes más en Argentina. De todas maneras, al principio nos matábamos volanteando y no pasaba nada…. Por eso me mudé a España en 2006, donde el stand up estaba mucho más desarrollado y pude aprender un montón de cosas.
Una pregunta áspera, ¿en algún momento no se rieron de tus chistes?
- Sí, pero eso es parte del laburo.
¿Y cuando pasa hiere el ego?
- No, jamás. La diferencia entre una persona graciosa y un comediante es que si una persona graciosa que se sube al escenario a hacer reír al público tiene una mala noche y nadie festeja su material no se sube nunca más. Yo ví muchas, demasiadas veces eso…. Los comediantes, en cambio, son resilientes: si te va mal con un público, querés cambiarte de gorra y volver a actuar para las mismas personas. Yo ya tuve mi peor función y después tuve funciones muchísimo peores, pero ya le perdí el miedo al error y a que vaya mal. En España tuve muchos años de que me vaya mal, pero que no se entere nadie (risas).
La última. El humor ha pasado por muchos cambios a lo largo de su historia y hasta hace poco el debate iba sobre qué chistes sí se hacen y cuáles no. ¿En qué situación ves a la comedia como género para incomodar?
- No todo el mundo tiene que reírse de lo mismo. Hay comediantes que me parecen horribles, pero que llenan y está buenísimo porque la gente que no quiere cuestionar nada de su vida también se tiene que reír. No todo el mundo tiene que ser un entusiasta de la comedia porque después de todo los comediantes somos personas que estamos haciendo chistes, si no te gusta no mires. Me parece bien que se exprese todo el mundo y saber qué es lo que se consume, pero también hay que entender que muchas veces lo que se ve arriba del escenario es una performance. Tengo un amigo comediante, Guillermo Selci, que cuando se sube a escena pueden ser un monstruo. Si eso le sirve para vender tickets está muy bien porque la gente compra un personaje.