Que nadie nos arruine el recreo

Las protestas que obligaron a anticipar el final de la competencia en España ganaron definitivamente el ring de la política.

15 de septiembre, 2025 | 15.19

Pocas veces quedó todo tan expuesto. Pretendemos al deporte neutro. Espacio reservado, incontaminado. Nada debe arruinarnos ese recreo. Nuestro espacio de niñez. Hasta que, alguien, algunos, por la razón que fuere, cuestionan la pureza supuesta del escenario. La narrativa de estas horas habla de las protestas propalestinas que arruinaron ayer en Madrid el cierre de la Vuelta a España, una de las grandes pruebas del ciclismo mundial, junto con el Tour de Francia y el Giro de Italia. Pero las protestas, dicen analistas, que no excluyen al deporte del mundo terrenal, no habrían tenido lugar si las autoridades habrían estado algo más atentas. Si hubiesen entendido que la presencia del equipo Israel-Premier Tech, propiedad de un aliado del primer ministro Benjamin Netanyahu (Sylvan Adams, un empresario que define al conflicto entre Israel y Palestina como “el bien contra el mal, la civilización contra la barbarie”), irritaba ante ciudadanos hartos de la incapacidad del poder para frenar la matanza en Gaza. El poder político que anuncia que finalmente reconocerá al Estado palestino. Cuando eso suceda, claro, tal vez ya no queden ciudadanos palestinos.

Hoy lunes, las protestas que obligaron a anticipar el final de la competencia subieron de tono y ganaron definitivamente el ring de la política. La oposición en España apuntó casi como responsanble principal al jefe de gobierno Pedro Sánchez porque, horas antes del caos, alentó a los manifestantes. Los señaló como “ejemplo y orgullo” porque con sus protestas, dijo, colocaron a España casi como bandera en la lucha por los derechos humanos. “¡Viva el pueblo español!”, arengó Sánchez. Horas después estalló el caos que se había anunciado con protestas que afectaron etapas anteriores. La cifra record de mil quinientos policías destinada a cuidar el final de la prueba ayer en Madrid no alcanzó para controlar a los manifestantes que derribaron vallas, invadieron la pista y llenaron de banderas palestinas el escenario. Los ciclistas, que habían alertado que frenarían si veían su seguridad bajo riesgo, impulsaron ellos mismos el final de la carrera, con un podio improvisado, tres heladeritas que dieron marco a los ganadores. El jefe de gobierno español subió hoy la apuesta: pidió la expulsión de Israel de las competencias deportivas. Si así se hizo con Rusia por invadir Ucrania, lo mismo debería suceder con Israel por el desastre de Gaza, dijo Sánchez.

España, efectivamente, lidera protestas. Ayer mismo, Israel desertó de un torneo internacional de ajedrez en el País Vasco, con más de doscientos de jugadores de más de treinta países. Sus siete jugadores abandonaron el certamen después de que los organizadores ordenaron primero que no hubiese banderas de Israel y luego que no hubiese banderas nacionales, sino una bandera única de la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE). La medida fue decidida en “rechazo a la violación sistemática de los derechos humanos por parte de Israel” y como “enérgica condena al genocidio en Gaza”, dijo Sestao, club organizador. La FIDE rechazó “cualquier forma de discriminación”. Sestao decidió entonces colocar solo banderas de las comunidades autónomas españolas junto con la bandera palestina. Ofendidos, los ajedrecistas israelíes se fueron.

Dos semanas atrás, Italia se vio en problemas cuando jugó en territorio neutral contra Israel su partido clasificatorio europeo para el Mundial 2026 y Noruega, próximo rival, anunció que donará a Gaza la recaudación del partido contra Israel. El presidente de la FIFA, Gianni Infantino, aliado incondicional de Donald Trump (es decir, aliado de Israel) sigue mirando hacia otro lado. Igual que la Unión Ciclista Internacional (UCI) y que el Comité Olímpico Internacional (COI). Todos castigaron a Rusia. Siguen mudos respecto de Israel, indiferentes inclusive ante las protestas masivas en la propia Tel Aviv, ciudadanos israelíes imposible de ser tachados de antisemitas o cómplices de Hamás, atajo fácil para seguir adelante con la masacre. Pocas veces se vio en el mundo tanta distancia entre el poder político y buena parte de la sociedad civil. Y el deporte en el medio. Simulando neutralidad.