A cuarenta años hoy exactos de su gloriosa final de Copa Intercontinental contra la Juventus de Michel Platini, aquel Argentinos Juniors nos recuerda no solo tiempos de mejor juego en nuestros equipos, sino también del fútbol mismo.
Al año siguiente, 1986, la selección de Diego Maradona conquistaba el Mundial en México, con 24 equipos y 52 partidos, no los 48 que jugarán 104 partidos en la próxima Copa de Estados Unidos, siempre y cuando a Donald Trump y a Gianni Infantino, en ese orden, no se les ocurra una nueva idea en su proyecto de arruinar al fútbol. Es cierto, la final del ’85 en Tokio que Juventus terminó ganándole 4-2 por penales a Argentinos (empate 2-2 en 120 minutos de pura emoción y gran juego) era una competencia cerrada entre Europa y Sudamérica.
Por eso Infantino creó entonces el Mundial de Clubes. Y metió 32 equipos. La democracia como argumento para el negocio. Infantino lo hizo con dinero de Arabia Saudita (ya le entregó el Mundial de selecciones de 2034) y lo llevó a la tierra de Trump, el presidente magnate que, imagen imposible de olvidar, se coló en el podio del Chelsea campeón como si la Copa hubiese sido ganada por él. Infantino, lo vimos en el sorteo del Mundial de este fin de semana en Washington, no solo le permite todo. También le obsequia todo. Hasta un Premio de la Paz. A Trump sí.
Pero, FIFA y Trump al margen, el aniversario de Argentinos ayuda acaso a recordar que nuestros clubes podían jugarle de igual a igual a los más poderosos de Europa. Que cuidar y no dividir la pelota era fundamental para prevalecer una técnica que entonces era superior. Y que esa decisión, claro, embellecía el juego.
Los playoffs del Torneo Clausura tienen emoción, sí. Pero tanta emoción termina maquillando el juego pobre. Ayer, Boca-Racing (0-1 en la Bombonera) se dedicaron justamente a eso. A dividir la pelota, a pelear, hasta que Racing se dio cuenta de la tibieza de Boca, se animó en el segundo tiempo y terminó ganando con absoluta justicia su boleto a la final del certamen.
Y lo de ayer no fue una excepción. La excepción, en rigor, fue la serie previa que Racing terminó ganándole a River, un partido más abierto y animado, con goles y emoción hasta el minuto final. Eliminando primero a River y luego a Boca, Racing, aun con sus altibajos, se confirma como el mejor equipo argentino de estos años, inclusive con los dos únicos jugadores del medio local que tienen derecho a reclamar un lugar en el plantel mundialista (Leandro Paredes ya lo tiene): el arquero Facundo Cambeses (ayer casi no intervino, tan pobre fue lo de Boca) y el lateral izquierdo Gabriel Rojas.
¿Y Boca? Desaprovechó el viento a favor tras su victoria ante River en el Superclásico, creyó que ganar sin jugar bien era suficiente y terminó vencido otra vez en la Bombonera ante un Racing que hasta puso en duda el futuro del DT Claudio Ubeda. Su derrota, eso sí, sirvió al menos para silenciar otra vez a los que gritan por TV o en las redes que en el fútbol argentino “está todo arreglado” y que ya había un decreto de Boca campeón.
No es así ni ahora ni tampoco fue así en la final de Tokio de 1985, cuando aquel Argentinos del DT José Yudica y de Claudio “Bichi” Borghi estuvo a solo ocho minutos de coronarse campeón Intercontinental ante la Juventus de Platini y del megamillonario capo de la FIAT Gianni Agnelli.
