El presidente Javier Milei le reza al Fondo Monetario Internacional (FMI) pero también a los sojeros. Le urge la entrada masiva de divisas ante un escenario de atraso cambiario, tal como lo describió BlackRock en su informe de febrero. Todos lanzan sus cartas. Los grandes jugadores del sector -tanto de la producción, el acopio y los exportadores- hacen su juego para presionar al Gobierno nacional en su anhelo por forzar una devaluación o la extensión del plazo para la baja de retenciones.
De acuerdo a los datos informados por la CIARA CEC, la cámara que reúne a las exportadoras, hasta el 20 de febrero había más de 15 millones de toneladas de soja sin vender. Es decir, el 31% de la cosecha 2023-2024, cuando faltan apenas dos meses para el inicio de la nueva campaña. En total, serían cerca de 4400 millones de dólares enterrados en silobolsas.
Este proyecto lo hacemos colectivamente. Sostené a El Destape con un click acá. Sigamos haciendo historia.
El Monitor Agroindustrial, que publica todos los meses la CIARA CEC, sostuvo que en las primeras tres semanas de febrero las ventas de soja disponible registraron un promedio semanal de 430.000 toneladas, cuando durante enero el promedio había arrojado ventas por 411.000 toneladas.
El aparente mayor ritmo de ventas estuvo impulsado por la baja temporal de las retenciones. De ahí que la liquidación de divisas del sector llegó a los 2.181 millones de dólares, un aumento del 45% con respecto al mismo período del año anterior y un incremento del 5,2% en relación a enero 2025. Sin embargo, los sojeros siguen presionando con sus granos bien guardados en silo bolsa.
MÁS INFO
En el país existen 57.780 productores de la oleaginosa, pero solamente el 10% de ellos concentra el 56% de la producción, según el informe “Soja, el yuyo maldito”, elaborado por el Centro de Estudios Agrarios (CEA). También existe una concentración en las empresas con capacidad de acopio y exportaciones. Es decir, los granos están en poder de los grandes jugadores del mercado, muchas veces integrados verticalmente con los acopios y las empresas exportadoras.
Según lo informado en el Monitor Agroindustrial – elaborado por las propias exportadoras-, las ventas acumuladas de la campaña 2023-24 llegaron – al 20 de febrero como último dato consolidado – a los 37,5 millones de toneladas. “A poco menos de 2 meses de que comience a entrar la nueva campaña de soja, resta aun por fijar precio el 31% de la cosecha de soja 23/24, esto es 15,6 millones de toneladas de soja, de las cuales 3,6 millones fueron entregadas principalmente a la industria, pero aún no fueron fijadas y casi 12 millones de toneladas están en manos del productor”, puede leerse en el último Monitor Agroindustrial.
Esta cantidad de soja guardada en silobolsas y acopios equivalen a 4400 millones de dólares, que representan un anhelo para la administración de La Libertad Avanza.
La industria sojera y sus presiones
Uno de los mecanismos de presión del sector industrial para impulsar cambios en las retenciones suele ser el freno de la molienda, con el argumento del desincentivo fiscal frente a las exportaciones del grano de soja. El freno en el uso de la capacidad instalada les sirve de argumento para cuestionar a los gobiernos de turno y apostar por una mayor tajada de rentabilidad.
Lo no dicho es que las principales comercializadoras de granos son las mismas que industrializan la soja para luego venderla al exterior como aceite o harina. Tal el caso de Bunge, fusionada con Viterra (ex Glencore y que supo ser la pata fuerte de Vicentin), Cargill, o Dreyfus. En el caso de Molinos Río de La Plata o AGD, su fuerte radica en la industrialización de la materia prima. Dentro de Bunge juega fuerte BlackRock.
Los grandes productores y los exportadores de granos y subproductos saben manejar los tiempos. Un mes reducen la producción y frenan compras desde Paraguay, y de esa manera envían su mensaje al Poder Ejecutivo: “Los dueños de los granos/dólares somos nosotros”. Sutilezas del comercio agroexportador.
El Índice UCI (% Uso Capacidad Instalada) bajó en enero de este año del 66% verificado en diciembre al 53%, como consecuencia de la baja registrada en el volumen de molienda. “La baja de la oferta de soja disponible durante enero y la menor importación de soja desde países vecinos, a la espera del advenimiento de la nueva campaña, fueron los factores determinantes de la baja del Índice UCI”, indicaron desde la CIARA CEC. Sin la soja importada de Paraguay el índice UCI de capacidad instalada utilizada hubiera sido del 51%, llegando a una capacidad ociosa del 49%.
La producción de soja paraguaya está destinada casi en su totalidad para ingresar a la Argentina. La estratagema detrás de este régimen consiste en considerar como insumo a la oleaginosa que luego será procesada por las mismas exportadoras en su calidad de industria aceitera, en un marco de triangulación comercial entre filiales de las mismas sociedades. El régimen había sido desactivado por Cristina Fernández de Kirchner en 2009, reinstalado por Mauricio Macri en 2016.