Tras 40 días de cierre parcial del gobierno federal en Estados Unidos y cuando el malestar social ya estaba empezando a afectar a toda la clase política, el oficialismo republicano consiguió el domingo a la noche un primer acuerdo con un grupo de demócratas para aprobar una extensión del Presupuesto hasta enero, el primer paso -y el más difícil- para conseguir reactivar la administración pública. Ahora el proyecto de ley debe ser ratificado por la Cámara de Representantes, donde la amplia mayoría oficialista hace descartar una victoria para el presidente Donald Trump.
La extensión del Presupuesto hasta enero se aprobó por 60 votos a favor. El acuerdo establece que debe haber una votación en el corto plazo sobre la prórroga de los subsidios a las coberturas de salud que vencen este año fiscal, el corazón de la disputa entre Trump y la oposición demócrata. Lo acordado es que se debe votar pero, según adelantaron los medios locales el domingo, no dice nada de garantizar un apoyo mayoritario del oficialismo. Lo mismo sucede con los despidos masivos de empleados públicos, que la oposición reclamaba que se retrotajeran.
El acuerdo en el Senado llegó cuando el malestar y el rechazo social al cierre del Gobierno -el más largo de la historia estadounidense- ya se estaba haciendo sentir en todo el país y contra toda la dirigencia política. El fin de semana, la falta de Presupuesto terminó de golpear en un sector clave para el país: el aeronáutico. Más de 3.000 vuelos (la mayoría internos) fueron cancelados y otros 10.000 retrasados por falta e controladores aéreos, lo que terminó de visibilizar la crisis que desató el cierre del Gobierno en el territorio.
Además, mientras se cancelaban vuelos, cientos de miles de empleados federales atravesaban su segundo mes sin sueldo, millones de familias dejaban de recibir subsidios para comprar comida -el famoso programa federal de cupones para alimentos-, las imágenes de una fiesta glamorosa en el resort preferido de Trump en Florida generaron un repudio generalizado en el país, inclusive entre algunos que votaron al republicano a fines del año pasado.
El cierre del gobierno federal ya se estaba sintiendo en todo el territorio y se sumaba a un contexto económico que, a diferencia del primer mandato de Trump, no es considerado positivo para la mayoría de los estadounidenses. Prueba de ello es que el propio presidente reconoció este fin de semana, al analizar las recientes derrotas electorales en Nueva York, Nueva Jersey, Virginia y California, que muchas personas "no están sintiendo" las presuntas mejoras económicas que él dice que generó desde que está en la Casa Blanca.
Pese a este contexto de creciente malestar, Trump había decidido seguir culpando de todo a la oposición demócrata, una señal que parecía indicar que no buscaba un acuerdo en el Congreso. Pero, para la tarde del domingo, los republicanos ya empezaban a celebrar un principio de acuerdo con un grupo de demócratas en el Senado, la cámara donde el Presupuesto realmente estaba trabado porque el oficialismo cuenta con 53 de las 100 bancas, pero este tipo de ley requiere una mayoría especial de 60 para ser aprobada.
Según adelantaron varios medios estadounidenses, los que impulsaron la negociación del lado demócrata fueron tres ex gobernadores: Jeanne Shaheen y Maggie Hassan de Nuevo Hampshire, y el independiente (pero que suele votar con la oposición) Angus King de Maine. Su contraparte fue el jefe de la bancada republicana, John Thune, quien celebró antes de la votación, cuando aún algunos dudaban: "El tiempo de actuar es ahora".
Minutos antes de la votación, el jefe de la bancada opositora, Chuck Schumer, y otros influyentes senadores demócratas rechazaron el acuerdo y alertaron que "no garantiza de ninguna manera que se dará respuesta a la crisis del sistema de salud".
