El 24 de junio del año 2000, la Ford Explorer se transformó en parte de una de las tragedias más recordadas de la cultura popular argentina: el accidente en el que murió Rodrigo Bueno, el ídolo cordobés de la música cuartetera. Aquel vehículo, símbolo de estatus y modernidad en los años noventa, pasó de ser un exponente del confort y la tecnología norteamericana a un triste ícono de una despedida prematura.
Un SUV de gran porte
La Ford Explorer era uno de los SUV más codiciados del mercado argentino a fines de los noventa. Su carrocería de cinco puertas y líneas cuadradas transmitía la impronta típica de los utilitarios deportivos de la época: robustez, espacio y una sensación de poder sobre el camino. Con una longitud que superaba los 4,8 metros y un ancho generoso, ofrecía una habitabilidad difícil de igualar para su segmento, con capacidad para cinco pasajeros y un baúl amplio que la convertían en una opción tanto urbana como familiar.
Mecánica y rendimiento
Bajo el capó, la Explorer montaba un motor V6 de 4.0 litros que entregaba alrededor de 210 caballos de fuerza y un torque de más de 340 Nm. Estaba asociado a una transmisión automática de 5 velocidades y ofrecía tracción trasera o integral, según la versión. Estas prestaciones garantizaban una buena respuesta en ruta, con aceleraciones fluidas pese a su peso de casi dos toneladas. La suspensión independiente delantera y el eje trasero rígido con resortes helicoidales le daban un equilibrio aceptable entre robustez off-road y confort en asfalto.
Su chasis estaba preparado para afrontar terrenos desafiantes, pero al mismo tiempo transmitía cierta inestabilidad en maniobras bruscas a alta velocidad, algo que sería criticado en informes de seguridad de la época.
Seguridad y equipamiento
Para el año 2000, la Explorer ofrecía elementos que no eran comunes en todos los vehículos del mercado local. Contaba con frenos ABS en las cuatro ruedas, doble airbag frontal, cinturones inerciales de tres puntos y una carrocería diseñada con zonas de deformación programada. También ofrecía dirección asistida, cierre centralizado y un sistema de climatización que reforzaba su carácter de SUV premium.
Sin embargo, su comportamiento dinámico fue cuestionado por organismos de control en Estados Unidos, especialmente en relación al riesgo de vuelco. A pesar de ello, era un vehículo que se encontraba a la vanguardia en comparación con muchos de sus rivales directos.
Estética y confort
En materia de diseño, la Explorer combinaba líneas rectas y musculosas con detalles cromados que le daban un aire de distinción. El interior apostaba por materiales suaves al tacto, butacas amplias y tapizados de cuero en las versiones más equipadas. El tablero, de estilo clásico y con relojes analógicos, transmitía solidez y simplicidad, acompañado por un equipo de sonido de buena calidad para la época.
Una huella imborrable
La Ford Explorer representaba el éxito de un artista en la cima de su carrera y un vehículo aspiracional en el mercado argentino. Sin embargo, la fatalidad convirtió a aquel SUV en parte inseparable de la historia de Rodrigo. Entre la potencia de su motor, las comodidades de su interior y la robustez de su diseño, quedó grabado el contraste entre la modernidad mecánica y la fragilidad humana.