Hablar de Diego Armando Maradona es hablar de pasión, excesos y genialidad. Entre las joyas que acompañaron su vida fuera de las canchas estuvo la Ferrari Testarossa, un deportivo que combinaba potencia bruta, diseño de vanguardia y un confort digno de una estrella mundial. Fue un vehículo que no solo representaba la cúspide de la ingeniería italiana, sino también la personalidad intensa y única del ídolo.
La Ferrari Testarossa se presentó en 1984 como una evolución del concepto berlinetta deportiva. Su corazón era un motor bóxer V12 de 4.9 litros, capaz de entregar unos 390 caballos de fuerza y alcanzar velocidades superiores a los 290 km/h. Este bloque montado en posición trasera-central permitía una distribución de peso equilibrada, mejorando la tracción y el comportamiento dinámico.
La transmisión manual de cinco velocidades, combinada con un sistema de refrigeración mejorado por los característicos radiadores laterales, otorgaba un rendimiento fiable incluso bajo exigencia. Maradona, amante de la adrenalina, encontraba en ese V12 una respuesta inmediata y contundente, con una aceleración de 0 a 100 km/h en apenas 5,3 segundos, cifras que en los años 80 resultaban impresionantes.
El diseño de la Testarossa fue obra de Pininfarina, que optó por un estilo radicalmente innovador. Sus líneas anchas y bajas, junto con las icónicas tomas de aire laterales que recorrían las puertas, le daban una personalidad inconfundible. La carrocería, de más de 1,9 metros de ancho, aportaba una presencia imponente en cualquier calle.
Maradona recibió un ejemplar en color negro, poco común frente al clásico “rosso corsa” de Ferrari, lo que reforzaba la exclusividad. El frontal plano, las ópticas escamoteables y la zaga ancha con la característica parrilla trasera horizontal se convirtieron en símbolos de una época. La Testarossa era tanto un coche para las portadas de revistas como para los garajes de las celebridades.
Confort: lujo deportivo al servicio del astro
Si bien se trataba de un deportivo puro, la Ferrari Testarossa ofrecía un nivel de confort superior para su segmento. El interior estaba revestido en cuero de alta calidad, con asientos ergonómicos diseñados para largas travesías. El climatizador automático, los mandos eléctricos y un habitáculo relativamente amplio para un biplaza de motor central la hacían más habitable que sus competidoras directas.
Maradona, que en aquellos años transitaba entre Italia y Argentina, disfrutaba de este equilibrio entre prestaciones y comodidad. La posición de manejo baja, el volante deportivo y el instrumental analógico brindaban una experiencia de conducción inmersiva, donde la velocidad se vivía tanto con los sentidos como con el corazón.
Un ícono dentro y fuera de la cancha
La Ferrari Testarossa de Maradona fue mucho más que un medio de transporte. Representó el ascenso del astro a la categoría de leyenda global y su conexión con el lujo y la cultura pop de los años 80. Para los fanáticos, aquella máquina negra quedó grabada como un símbolo del cruce entre el talento futbolístico y la mecánica más refinada de Italia. A día de hoy, la Testarossa sigue siendo uno de los modelos más recordados de Ferrari y, en manos de Diego, se convirtió en una pieza de historia: un emblema de poder, diseño y confort que solo podía estar al nivel de un genio irrepetible.