El lugar histórico del Papa Francisco y la trascendencia de la elección de su sucesor

La muerte del Papa Francisco marca mucho más que el final de un pontificado. Desde su elección, que reflejó un cambio de época global, hasta su rol como gestor diplomático en un mundo en transición hacia la multipolaridad, su figura expresa un corrimiento de fuerzas en el escenario internacional. El debate por su sucesión no será un mero protocolo religioso: será una nueva batalla de valores en un mundo donde la Iglesia sigue teniendo un peso político-cultural clave, a pesar de carecer de poder económico o militar.

26 de abril, 2025 | 22.08

La muerte del Papa es siempre un acontecimiento político. Es un signo del lugar de la iglesia católica en el acontecer “mundial”; marca el territorio político de “occidente”. Claro que esa realidad no es estrictamente “mundial”: fuera de ella transcurre la vida de muchos pueblos, de muchas “civilizaciones” que no se rigen por el calendario político “occidental”, de muchas culturas muy añejas y muy potentes que nacieron y crecieron en otras latitudes. Conviene recordar estas cosas en días como los actuales en los que hablamos sobre una personalidad nacida en el sur, en América Latina, en territorios habitualmente no muy habitados por las “noticias globales” 

Apenas electo, Jorge Bergoglio afirmó “vinieron a buscar un Papa al fin del mundo”. La afirmación fue tomada con ligereza: pocos vieron en esa elección el signo del advenimiento de nuevos tiempos globales; trece años después el mapa mutó de modo visible. Nuevos actores, nuevas hegemonías, nuevos peligros. el mundo no se deja explicar en términos de unipolaridades o bipolaridades: el nivel de entrecruzamiento cultural, político y militar bien diferente a los que regían cuando Francisco asumió la jefatura católica mundial obliga a repensar las estructuras del orden mundial. Bien podría ser objeto de un análisis político profundo, la razón del viraje, la causa por la cual la iglesia católica adoptó ese rumbo: cualquier razón podría ser explicada como razón del viraje del catolicismo menos la mera casualidad.   Es un hecho notable -imposible de negar- que el mundo católico ha logrado retener una influencia político-cultural muy superior a su influencia económica, científica o militar. El papado fue y sigue siendo una estructura política poderosa, de enorme influencia político-moral y esta esfera de lo humano lejos de ver debilitada su influencia la ha potenciado. La elección de Francisco no dejó dudas respecto de que estábamos ante una puja de valores, ante un punto de viraje en las relaciones de fuerza política en el interior de esta vaga referencia geográfica que dio en llamarse “occidente”. 

En tiempos de la segunda guerra mundial, se cuenta que en una discusión entre Stalin y un líder occidental, éste le hablaba al líder soviético del peso de las posiciones de la iglesia en el futuro del conflicto, a lo que el jefe contestaba preguntando socarronamente ¿con cuántas divisiones de tanques cuenta el Vaticano?
La figura del Papa Francisco es un emergente de la evolución de la política global y de los nuevos actores que operan en su interior. Francisco no fue solamente un observador inteligente de los asuntos mundiales -como lo prueba el relato de su actividad diplomática de alcance global: fue un fino analista y un activo gestor de iniciativas en la dirección de una paz estable y un equilibrio de fuerzas capaz de protegerla. Eso lleva a la necesidad de prestar mucha atención al proceso deliberativo que culminará con un nuevo pontífice: no es un asunto menor y mucho menos una cuestión de protocolo; la decisión tendrá un efecto muy concreto en el curso de los asuntos globales, frente al crucial problema de la guerra o de la paz. 

El Papa que acaba de morir podría constituirse en un punto de referencia hacia el futuro: no es un asunto menor cuál sea su mirada sobre la actual etapa mundial, que ciertamente supone una transición en la dirección de un mundo multipolar, cuyos cimientos se esbozan en la vida de los estados y de las interacciones entre ellos. El mundo bipolar ha entrado en un visible cono de sombras y no parece tener futuro. Su estructura y sus actores hablan del pasado del mundo más que de su futuro. La estructura, composición y funcionamiento de las organizaciones responsables del mantenimiento de la paz y del funcionamiento de sus interacciones han quedado visiblemente retrasados respecto de las nuevas realidades mundiales. Y estos cambios-permanentes y crecientes como son- necesitan ser reconocidos por el sistema mundial en el que interactúan: los desajustes en esta cuestión han sido históricamente reconocidos como condiciones de posibilidad de las guerras del siglo anterior. Hoy se empieza a reconocer la necesidad de su actualización, comenzando por la composición del Consejo de Seguridad de la ONU..

Este contexto histórico-mundial estará presente de hecho en el debate sobre la transición en el papado y tendrá un indicador muy interesante en la elección del nuevo pontífice.