Condena a Cristina: un fallo a pedir de la élite económica que degrada a la política y condiciona la democracia

El Grupo Clarín fue el mascarón de proa de una avanzada judicial sobre la ex presidenta que comenzó hace 10 años y concluyó con el fallo de la Corte. La condena marca el proceso de "peruanización" de la democracia argentina: degradación de la organización política para entronizar un gobierno tecnocrático que consolide el programa de tranferencia regresiva que ejecuta Milei. El interés manifiesto de la cúpula empresaria nacional y transnacional, expresada por AEA y Amcham.

10 de junio, 2025 | 17.21

La sentencia que confirmó la condena contra Cristina Fernández de Kirchner no es solo una decisión judicial. Es la culminación de una operación de ingeniería política que comenzó hace una década y que tiene como objetivo la reconfiguración del poder en Argentina. Los verdaderos ejecutores -y beneficiarios- del fallo no están en los tribunales, sino en las salas de directorio de las principales corporaciones que operan en el país.

El Grupo Clarín fue el mascarón de proa de esta avanzada judicial, pero detrás de la ofensiva mediática y legal se esconde una amalgama de intereses empresarios que ven en la eliminación de Cristina Kirchner una oportunidad histórica para consolidar un modelo económico que los favorece. Como advirtió el ex ministro de la Corte Suprema Raúl Zaffaroni, esta condena marca el proceso de "peruanización" de la democracia argentina: la degradación de la organización política para entronizar un gobierno tecnocrático que consolide el programa de transferencia regresiva que ejecuta Javier Milei.

La Asociación Empresaria Argentina (AEA) operó a cielo abierto para que la Corte Suprema confirmara la condena contra la expresidenta. Su representante directo en el máximo tribunal es el cortesano Carlos Rosenkrantz, abogado de las empresas interesadas en quedarse con el país.

La influencia de la AEA no se limita a Rosenkrantz, claro. También llega a los otros dos ministros de la Corte, Horacio Rosatti y Ricardo Lorenzetti, aunque ese dúo -que se detesta- encuentra un punto de convergencia en la Embajada de Estados Unidos, país gestor del lawfare en América Latina. Y la Embajada, como corresponde a su misión, representa a intereses empresarios concretos que compiten con los locales en el control de los negocios extractivos que alienta la gestión de Milei.

La presión externa quedó en evidencia cuando la Cámara de Comercio de Estados Unidos en Argentina (AmCham) expresó su "profunda decepción" por el fracaso del proyecto de ley Ficha Limpia en el Senado. La entidad alertó que "la integridad de los funcionarios es un pilar fundamental para construir confianza ciudadana y mejorar la calidad democrática". El deseo manifiesto de la AmCham fue una orden para los cortesanos, que entregaron en bandeja la cabeza de Cristina de igual modo que sus pares de otros países hicieron con Lula, Correa, Evo y otros líderes irreverentes del campo popular.

El recuerdo del derrotero de Lula entusiasma a la militancia. En la mesa chica K creen que, como ocurrió con el brasileño, la ex presidenta podría emerger de la condena con el impulso que, tras su paso por el presidio, impulsó al líder petitsta del regreso al poder. Hay, sin embargo, una diferencia sustancial entre ambos procesos: a Lula lo metió preso la misma elite que, espantada por la experiencia de Bolsonaro, lo fue a buscar para devolverle el sillón presidencial. Lula, por cierto, aportó un considerable caudal de votos cercano al 50% del padrón -que se mantuvo inalterado durante el cautiverio- y la plasticidad para acuñar acuerdos con la derecha democrática y otras no tanto, pero enemistadas con Bolsonaro. 

El contexto de la condena a Cristina presenta otro escenario. Según reconocen en el propio entorno de la ex presidenta, detrás del fallo se libra una batalla entre dos modelos empresarios que compiten por el control del poder. Por un lado, la vieja escuela representada por la AEA, con Mauricio Macri como nexo político y figuras como Techint y el grupo Blaquier como referentes. Por el otro, el nuevo polo que quiere emerger con referencia en Milei, patrocinado por figuras como Marcos Galperín y Eduardo Elzstain.
Esta disputa no es solo por el acceso a la botonera del Ejecutivo, sino por el control de los recursos estratégicos que puso en góndola Milei. En el análisis del entorno cristinista, los sectores tradicionales de la burguesía argentina ven en la eliminación de Cristina una oportunidad para construir una oposición a Milei que les permita mantener su influencia, mientras que los nuevos actores buscan consolidar su posición aprovechando el momento político.

Esa hipótesis sugiere que hay sectores del peronismo que especulan con que la exclusión de la exmandataria por un fallo judicial resolverá la disputa política interna. Sin embargo, la expresiones públicas de los días previos activa otro escenario: la prisión de Cristina podría activar la resurrección del peronismo como alternativa a Milei cuando transitaba por su peor hora electoral. Es la kriptonita del capital especulativo que Luis Toto Caputo convoca con atractivos cada vez más ruinosos. Como advirtió el operador financiero Javier Timerman: "El mercado y los inversores odian a CFK. El mercado y los inversores odian al peronismo. El mercado y los inversores en estos momentos solo confían en Milei. No miremos los próximos 15 minutos. Si con CFK presa el peronismo se une y tiene más chances, el mercado no va a reaccionar como muchos creen". Al tanto de ese riesgo, los operadores judiciales del gobierno intentaron hasta último momento que los cortesanos postergaran la decisión, al menos, hasta que Caputo logre embolsar algunos millones de dólares frescos. Como resulta evidente, los dueños del poder y del dinero presentaron una mejor oferta. 

Democracia condicional

Zaffaroni metió el dedo en la llaga a través de una pregunta: "¿Qué te parece una democracia donde, a través de un triunvirato, se pone presa a la presidenta del principal partido opositor? Nos estamos peruanizando", concluyó.

La figura de "peruanización" describe a un modelo de dominación donde el poder real se ejerce desde las corporaciones mientras la política se degrada hasta convertirse en una fachada de legitimidad democrática. En Perú gobierna hace 20 años el mismo presidente del Banco Central, mientras los políticos se suceden en una danza macabra de persecuciones judiciales y cambios de gobierno.

El fallo contra Cristina no es solo un problema para el kirchnerismo. Es un ataque frontal contra la democracia argentina, que queda condicionada por los intereses de una élite económica que alérgica al peronismo más por lo que representa que por lo que le infligió. “No entiendo por qué teniendo todo están tan odiados” reflexionó Máximo Kirchner en las horas previas al fallo. Esa incomprensión quizá provenga de pretender aplicar la lógica de la praxis política a un sentimiento irracional: el antiperonismo constituye el bloque político más sólido de la Argentina. Con frecuencia, esa identidad llevó al empresariado local a balearse en los pies. 

La detención de Cristina puede tener derivaciones políticas y sociales complejas para poder que cultivó y riega a Milei. Habrá muchos en la calle para protestar, pero también habrá gente que salga a festejar. Esa polarización puede ser funcional a un modelo que se alimenta del caos y la confrontación, pero también alimenta la apatía que se manifestó en el persistente ausentismo que se verificó este año en cada jornada electoral. Con los vínculos de la representación incinerados, la condena de Cristina azuza las llamas en un país incendiado y con la élite en modo Nerón.