En el marco del Mes del Orgullo, el próximo 26 de junio se estrena el documental “Cuidadoras”, de las directoras Martina Matzkin y Gabriela Uassouf, que narra la vida de tres cuidadoras trans que trabajan en un hogar de adultos mayores ubicado en el Gran Buenos Aires. La película cuenta la historia de Luciana, Maia y Yenifer, quienes tienen la oportunidad de acceder por primera vez a un trabajo formal, luego de haber ejercido la prostitución, hasta ese momento su única fuente de ingreso. Cómo son los vínculos que se forjan entre las cuidadoras y los y las residentes, la ternura que aflora y la posibilidad de pensar la vejez por parte de la población trans, cuya expectativa de vida no supera los 40 años. La película se podrá ver del 26 de junio hasta el 2 de julio a las 20 horas en el cine Gaumont.
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Cómo nació el proyecto
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Las directoras tuvieron el primer contacto con la temática en 2017, cuando existía una señal de TV digital pública dedicada a trasmitir contenidos orientados a pensar la vejez, al envejecimiento positivo y a la vejez activa. En ese momento, Gabriela trabajaba como productora para algunos proyectos de ese canal. “Un día fuimos a cubrir el 90º aniversario de un hogar público, que no hay tantos, y había mujeres trans trabajando de cuidadoras. Una de las primeras chicas que vi ahí trabajando, y que no es parte del documental, era una 'mostra' rubia platinada, vestida con el ambo, que le imprimía al hogar un ritmo, un glamour y un tono que el hogar no tenía. Ahí pensé: ‘acá hay algo lindo de atestiguar’”, relata en diálogo con El Destape.
A partir de ese momento, Gabriela y Martina comenzaron a ir frecuentemente a este hogar, en el barrio porteño de Saavedra, que tenía una pasantía de trabajo para mujeres trans. “Si bien no fue hace tanto tiempo, todavía no se hablaba del cupo laboral travesti trans y no era habitual encontrar mujeres trans trabajando en ámbitos que no fueran estereotípicamente el trabajo sexual”, agrega Gabriela.
En paralelo, empezaron a escribir abordajes posibles y emprendieron la ardua búsqueda de financiamiento. De antemano supieron que iba a ser un proyecto abordado desde la no ficción, y para eso había que hacer un trabajo de campo y pensar de qué manera involucrarse con la comunidad para poder transmitir todo lo que pasaba entre lxs residentes y las cuidadoras. “Íbamos, nos sentábamos a mirar, charlábamos y nos empezamos a involucrar en los problemas de los residentes. Cuando te volvés parte de la comunidad toda esa distancia se borra”, explica Martina.
La pandemia y dar de nuevo
En marzo de 2020 la pandemia irrumpió inesperadamente y todo lo que las directoras habían realizado, incluyendo largas jornadas de rodaje, se discontinuó por completo. De un momento a otro no pudieron ingresar más al hogar, sin saber hasta cuándo, y luego se pusieron en práctica los famosos protocolos. Además, algunas cuidadoras dejaron de trabajar en el hogar, e incluso algunxs residentes fallecieron. La sensación era que el proyecto se iba a pique.
“En un momento había visitas con un vidrio de por medio. La primera o la segunda vez que fuimos y nos encontramos con ese escenario, sumado al deterioro físico y mental que la pandemia les produjo a les viejes, nos dimos cuenta de que no íbamos a poder generar ningún tipo de vínculo con las personas del hogar y fue muy angustiante”, recuerda Gabriela.
En ese presente distópico, la Asociación Mocha Celis tuvo una incidencia clave en la comunidad travesti trans y no binarie, ya que vehiculizó muchos programas nuevos, uno de ellos fue el programa de formación con salida laboral, donde se dio un curso de cuidados. La necesidad de estabilidad y una proyección a futuro, post-pandemia, generó una convocatoria muy fuerte y eso hizo que se volviera a formar toda una nueva camada de candidatas. Como corolario del curso, las estudiantes realizaban pasantías en el Hogar Santa Ana, ubicado la localidad de San Andrés, provincia de Buenos Aires. Gabriela y Martina, que ya tenían un vínculo con “la Mocha” y sus diferentes programas, pudieron conocer y filmar a esas cuidadoras recién recibidas desde el día uno. Con este nuevo material, finalmente se logró realizar el documental.
Las tres protagonistas que jamás habían proyectado una vejez
Uno de los ejes de la película está puesto en el cambio de vida que implica para las protagonistas el hecho de tener acceso a un trabajo formal. Las tres atravesaron situaciones muy difíciles y el cambio que implica tener un salario fijo, vacaciones y la posibilidad de una jubilación, son elementos que las ayudaron a poder proyectar su propia vejez, algo impensado en una población que tiene una expectativa de vida de 40 años.
Tanto para las pasantes como para las directoras, el encuentro con el hogar no fue fácil. Significó mirar de cerca, escuchar y pensar un tema que puede resultar angustiante, como la vejez. “Todos los días, durante al menos un rato, te hace pensar que en algún momento, con suerte, yo voy a llegar hasta acá y ¡qué miedo tenemos de mirar todo esto! Pero nos encontramos con gente que está viviendo una etapa más de la vida y que dice ‘vamos a ver qué es lo que tenemos disponible’, con cosas e intereses nuevos”, asegura Gabriela.
Por su parte, Martina resalta que hay que hacer mucho cambio de cabeza para imaginarse la vejez como algo a habitar. “Hay una paleta de posibilidades muy poco predecibles. No estamos acostumbrados a pensar cuáles son los proyectos que tenés cuando entrás a vivir en un hogar”.
Con el tiempo, las directoras comenzaron a atestiguar los vínculos entre cuidadoras y residentes muy de cerca, llenos de ternura y complicidad. “En definitiva, el saldo que se plantea el documental es el de olvidar en un momento que son mujeres trans y que las circunstancias de la vida las encontraron en la situación de tener que cuidar. La ternura que se genera con los residentes es espectacular y universal”, afirma Gabriela.
Ambas directoras coinciden en que el trabajo en el Hogar Santa Ana fue de las cosas más impresionantes que descubrieron a lo largo del proyecto. “La gente tiene un nivel de compromiso y altruismo con la vida que no se dimensiona”, resalta Gabriela. A nivel cinematográfico, destacan los momentos donde sucede la “magia del documental”, que es cuando pasan cosas frente a cámara que guionadas no hubieran sido posibles.
El contexto
Martina señala que todos los temas de los que habla la película están siendo denigrados, vulnerados o atacados en este momento en Argentina: la formación de las cuidadoras en la educación pública; el cupo laboral travesti trans; los fondos que financian al hogar, que prioriza a personas sin los medios económicos para acceder al sector privado; los recortes brutales sobre los ingresos de los adultos mayores y los discursos de odio frente a la diversidad. “La peli se trata del encuentro, de la empatía, de preocuparse por el otro, todas cosas que parecían formar parte de una base o un sentido común desde el cual pensar en construir otras cosas, y hoy por hoy, todo eso está roto por la motosierra”.
“Al final del documental referimos al peligro que están atravesando todas las instituciones vinculadas a esta película de manera directa. La importancia de la Mocha Celis en todo este proceso de formación, el hecho de que se sostiene mayoritariamente con donaciones y que esas donaciones, por las circunstancias económicas de la gente aliada, bajaron un montón. En el Instagram de la peli @CuidadorasFilm hay material para conocer más sobre el trabajo que realiza 'la Mocha' y lo que está ocurriendo con los hogares públicos”, sintetiza Gabriela.
“Cuando la estábamos filmando no nos imaginamos el contexto tan adverso en el que se iba a estrenar. Por eso creo que está bueno mostrarlo, charlar y debatir para ver qué puede generar y redoblar un poco más la apuesta”, concluye Martina.