La detención de Cristina Kirchner y la barbarie de las ultraderechas

11 de junio, 2025 | 18.38

“Nos odian, pero nosotros los odiamos a ellos”, decía una mujer sentada en el umbral mil veces pisoteado de una casa antigua de Constitución. Los ojos mojados, la cara roja de rabia; su hijo la consuela sin agacharse, frotándole la mejilla. Están en medio de la multitud que se apretujó bajo el balcón donde Cristina Fernández de Kirchner ya salió a saludar dos veces para desatar avalanchas de amor y euforia por verla ahí, más cerca, todavía libre.

La mujer sabe lo que dice, no es una novedad el odio de clase, pero la condena a prisión más inhabilitación a perpetuidad para ejercer cargos públicos contra CFK es más que una línea nítida de desprecio contra quienes podrían poner algún palo en la rueda del carro triunfal de los capitales concentrados. Es más bien una zanja como la de Alsina, que se cavó en la provincia de Buenos Aires en el siglo 19 como defensa frente a los pueblos originarios desplazados de sus tierras. Una zanja, dirían entonces, contra la barbarie.

“El cepo al voto”, tal como dijo la líder política a la que anoche lloraron tantos y tantas, es una forma brutal de hacer visible el límite de la democracia, la zanja que separa a la mayor parte de la población del pequeño grupo transnacional dueño de cada vez más riqueza. ¿Expresar disenso? ¿protestar? ¿cambiar la dirección del voto que puso en el gobierno a la crueldad como lema? De ninguna manera. Contra el disenso violencia verbal -y también causas judiciales; contra la protesta, la violencia de las armas (supuestamente) no letales de las Fuerzas de Seguridad; contra la elecciones libres, proscripción.

Había que allanar el camino y no se había conseguido con la tan militada por el PRO, Ley de Ficha Limpia. La menguada Corte Suprema de Justicia parece haber leído a pie juntillas a la Amcham -la Cámara de Comercio de Estados Unidos en Argentina- cuando se pronunció, 24 horas después de rechazado el proyecto en el Senado, manifestando “una profunda decepción” y la puesta en riesgo de las inversiones. ¿Y por qué la Amcham opina de política? Otro de los cambios de esta etapa: los mercados ya no sólo hablan a través de la especulación en las bolsas.

Los supremos fueron a corregir, con una celeridad inusitada, lo que la política no había logrado y fallaron para hacer más profunda esa zanja que ya habían delineado los muchachos de Las Fuerzas del Cielo en su presentación: de un lado los argentinos de bien, del otro los zurdos de mierda. De un lado el poder y sus amigos, del otro esa fuerza política ya demonizada hasta el hartazgo: el kirchnerismo como sinónimo de los zurdos que nos son siquiera conciudadanos -como se jactó Agustín Laje aunque se desdijo en entrevista con Ari Lijalad-, los zurdos que tendríamos que temblar -como amenazó el propio presidente-. O la “grasa militante”, como dijo en 2015 el que fue ministro de Hacienda de Mauricio Macri, Alfonso Prat Gay, cuando ya se hacía evidente el asedio contra el pueblo, esa palabra de límites difusos pero a la que las clases altas saben cargar de racismo, de barbarie, de menosprecio. Una estrategia más para quitar derechos, acceso al trabajo, al estudio a la salud, no lo merecen vagos, planeros, fisuras; la lista sigue.

El presidente Javier Milei, no en vano, miró esta exhibición de poder de una Justicia en la que no es fácil confiar, desde el Parlamento de Israel, donde prometió otra vez mudar la embajada argentina allí a Jerusalén, un territorio en disputa. Es en el Parlamento de Israel donde se habilita -o se deja pasar- la limpieza étnica de un pueblo entero como si ese pueblo no fuera nada, pura barbarie, como se llamaba a los pueblos que en el siglo 19 habitaban del otro lado de la Zanja de Alsina. 55 mil muertes, inanición, disparos sobre las filas que esperan ayuda humanitaria, un genocidio en curso sobre la población palestina. En Israel el presidente lloró, ofreció su corazón y su alineamiento sin condiciones a Israel y, por supuesto, también a Estados Unidos. Las extremas derechas se saludan, de norte a sur, de sur a Medio Oriente, hablan de valores de occidente, de corrupción, de democracia. Y señalan, otra vez, lo que consideran barbarie: de maneras diversas pero coordinadas, las ultra derechas envían mensajes muy claros: hay poblaciones que sobran, son descartables, entorpecen los negocios. Sin embargo, en cada territorio hay resistencias. Y en este en el que se ve como algunos festejan que otros y otras lloren a su líder popular, las tempestades todavía pueden llegar.