En la casa de la familia Peña, los carteles con la imagen de Loan siguen colgados en el tejido del frente. Son vestigios de una causa que movilizó a miles de personas y que, con el paso del tiempo, parece encaminarse al olvido. José y María, los padres del niño, dejaron de hablar con los medios sin la autorización de José Mazzei, el perito contratado por los allegados para seguir con la búsqueda. El aislamiento es palpable, incluso dentro de su propia comunidad.
“El año pasado, la gente empezó a darnos la espalda”, había asegurado José hace unos meses, cuando le dio una entrevista al sitio CDN Central de Noticias. Y aunque no hay certezas, el miedo parece ser el principal motivo del repliegue. En 9 de Julio ya no se habla del caso como antes. Las muestras de apoyo se diluyeron, y muchos vecinos miran para otro lado.
Cambios en la vida cotidiana: la plaza vacía, la escuela blindada
Hasta la desaparición de Loan era común ver a los niños que jugaban en la plaza central del pueblo. Hoy, ese paisaje cambió: los chicos ya no salen solos, ese espacio público está vacío, y las familias solo permiten que sus hijos circulen acompañados por un adulto. La escuela local adoptó medidas estrictas: solo los padres o adultos responsables pueden retirar a los alumnos, y la policía acompaña la salida sin celulares.
La tragedia también dejó secuelas dentro de la fuerza policial. La comisaría local tiene un nuevo jefe: el comisario Guillermo Lencina, quien asumió luego de la detención de Walter Maciel, acusado de entorpecer la investigación en las primeras horas. “Hubo muchos policías afectados psicológicamente”, admitieron fuentes oficiales.
Sospechas, división familiar y nuevas rutinas
Las sospechas también alcanzaron a los hermanos de Loan. Mientras José y María siguen golpeados por la ausencia de su hijo menor, otros miembros de la familia parecen haber tomado otro rumbo. Algunos abrieron negocios en 9 de Julio y otras localidades, como Santa Lucía y Chavarría. Las compras de un auto y una moto generaron especulaciones. Ellos aseguran que fue para reducir gastos en traslados a movilizaciones por Loan, pero muchos en el pueblo desconfían de los nuevos recursos.
La comunidad quedó dividida. En la comisaría reciben con frecuencia llamados que alertan sobre la presencia de autos o personas desconocidas. “La gente quedó con mucho miedo”, afirman los oficiales. El clima es tenso, y la desconfianza domina las relaciones cotidianas.
El dolor de la abuela Catalina en El Algarrobal
Catalina Peña, abuela de Loan, sigue viviendo en El Algarrobal, el paraje rural donde se vio por última vez al niño. Allí, entre rezos y recuerdos, espera respuestas. Tiene un pequeño altar con imágenes de San Antonio y Santa Librada. “Hasta ahora me vienen fallando mis santos”, lamentó tiempo atrás.
La mujer atribuye responsabilidades a su propia hija, Laudelina Peña, una de las personas procesadas con prisión preventiva por la desaparición del menor. Según la Justicia, el plan para sustraer a un niño —no necesariamente a Loan— fue premeditado y ejecutado por un grupo que incluía familiares, conocidos y hasta autoridades locales.
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En ese sentido, sostiene que Loan fue apartado del grupo intencionalmente y trasladado en una camioneta del ex marino Carlos Pérez. Están procesados con prisión preventiva, además de Pérez y su esposa María Victoria Caillava, el ex comisario Maciel, Bernardino Benítez, Laudelina Peña, Daniel “Fierrito” Ramírez y Mónica Millapi.
“El acuerdo previo consistía en sustraer a un menor, no específicamente a Loan”, determinó la Cámara Federal de Corrientes. El grupo tenía roles asignados: mientras unos se encargaban de distraer a los niños, otros se encargaban de la logística del traslado. El objetivo aún no está claro.
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