La Inteligencia Artificial creó una versión alternativa de Buenos Aires, inspirada en el dieselpunk, un subgénero que mezcla la estética industrial de las primeras décadas del siglo XX con elementos de ciencia ficción. Según estas imágenes digitales, la ciudad porteña adquiriría un aspecto retrofuturista donde la tecnología de entre 1920 y 1950 evolucionó de forma distinta, combinando motores de combustión, aviación temprana y un clima de tensión entre progreso y opresión.
Las representaciones muestran un paisaje urbano dominado por el art déco y la maquinaria pesada. Buenos Aires conservaría su esencia, según la IA Gemini, pero con dirigibles surcando el cielo, edificios reforzados con acero y una atmósfera cargada de humo industrial. Esta visión transforma íconos locales en construcciones que transmiten poder y modernidad, aunque con un toque de distopía tecnológica.
Para entender mejor este universo, es clave conocer qué es el dieselpunk. Se trata de un subgénero estético y narrativo que reinterpreta la primera mitad del siglo XX desde un enfoque retrofuturista. A diferencia del steampunk o cyberpunk, se enfoca en la era de motores de combustión, la aviación incipiente y los conflictos bélicos, todo envuelto en una estética que combina art déco con industrialización masiva.
Este mundo alternativo se caracteriza por tecnologías donde conviven aviones de hélice, tanques blindados y robots mecánicos con diseños clásicos. La narrativa suele explorar la tensión entre el avance tecnológico y regímenes autoritarios, con imágenes que incluyen uniformes militares estilizados, arquitectura monumental y maquinaria pesada. Además, la moda retrofuturista y ambientes cargados de espionaje y resistencia completan este escenario.
La fachada de los edificios porteños históricos, según la mirada dieselpunk de la IA
La IA aplicó esta estética a Buenos Aires recreando escenas impactantes. Por ejemplo, la Avenida Corrientes aparece iluminada con carteles de neón art déco, mientras dirigibles publicitarios sobrevuelan el Obelisco, transformado en una torre de comunicaciones con gigantescas antenas. Este monumento, reforzado con acero, proyecta luces sobre la ciudad y en su base hay altavoces que emiten propaganda y música distorsionada.
Puerto Madero se convierte en un puerto militar-industrial, con grúas colosales y barcos acorazados. Los trenes del Roca y del Mitre circulan como locomotoras blindadas, humeantes y con detalles mecánicos. La Casa Rosada se presenta como una fortaleza con cúpulas metálicas y cañones ornamentales, mientras que los estadios emblemáticos, como La Bombonera y el Monumental, funcionan como escenarios de propaganda, con aviones de hélice sobrevolando durante los eventos.
El subte porteño también se reinventa: sus vagones están hechos de acero, con lámparas de filamento y murales art déco reinterpretados. Las calles se llenan de personas vestidas al estilo de los años 40, pero con accesorios mecánicos como radios portátiles y brazaletes tecnológicos. La ciudad mantiene su esencia tanguera, aunque ahora con un trasfondo de industrialización bélica, donde el bandoneón resuena junto al rugido de motores bajo un cielo cubierto por el humo de las fábricas.