Visten hace más de 30 años a los argentinos y gracias a su lucha vuelven a trabajar: la resistencia de la cooperativa de La Salada

Las tres ferias que funcionan son Ocean, Punta Mogote y Urkupiña. Historias de la lucha de sus trabajadores que lograron que reabra La Salada.

05 de junio, 2025 | 15.58

Los carreros son miles, los puestos son miles, los vendedores son miles, las familias que fabrican son miles, y los argentinos que se visten desde hace 30 años con la Feria de la Salada son millones. Todos ellos se vieron afectados cuando la feria más popular de Latinoamérica se cerró la semana pasada por orden de la justicia, que encendió las alarmas primero con Jorge Castillo, para luego dejar a miles y miles de familias en la calle. Lo que más dolió, aseguran los trabajadores, es cómo se señaló su lugar de trabajo: lavadero de guita, falsificadores de marcas, corruptos y evasores de impuestos. Ahora, tras largas horas de negociación junto con representantes de ARCA, ARBA, municipio, gobernación y fuentes de seguridad, los feriantes celebraron la reapertura del predio, que volverá a abrir la semana próxima.

El ex dueño de La Salada ya había sido detenido en junio del 2017. Esta vez, Castillo fue investigado y detenido el 22 de mayo por la fiscal Cecilia Incardona, acusado de los delitos de asociación ilícita, lavado de dinero y evasión impositiva. A partir de ahí, con la detención de uno de los hombres más conocidos del rubro, los feriantes comenzaron a sentir la amenaza que se concretó con allanamientos y la posterior clausura. Lejos de quedarse en el molde, se organizaron y cortaron Puente de La Noria, uno de los accesos claves de la zona sur del conurbano a Capital Federal, con el sólido reclamo de que sólo quieren volver a trabajar. 

Este proyecto lo hacemos colectivamente. Sostené a El Destape con un click acá. Sigamos haciendo historia.

SUSCRIBITE A EL DESTAPE

Las tres ferias que funcionan son Ocean, Punta Mogote y Urkupiña. Los precios que se manejan por las prendas de ropa, en cantidad o por unidad, son inverosímiles, y esto se debe a varias cuestiones. Con una clara impronta de informalidad, un total signo de época de la crisis menemista, la feria logró captar la atención de todos los argentinos; cientos de micros van y vienen de las provincias más lejanas para comprar y llenar los baúles con ropa casi al costo. En las temporadas de crisis económica, como la actual, una familia puede vestirse con precios acorde a sus ingresos que están en total asimetría con los locales céntricos y las marcas conocidas. 

Es que la feria también es, quizás sobre todo es eso, una garantía que el trabajador de bajos recursos pueda comprar una prenda de vestir nueva, pueda vestir a sus hijos sin tener que endeudarse. Esto lo destaca Victor Duarte, carrero en el predio y una persona, como tantas, que, tras el cierre, quemó sus ahorros para alimentar a su familia.  Sobre esos días de incertidumbre, lamenta: “Quedamos sin trabajo miles de familias, ya sean puesteros, carreros, vendedores ambulantes y todo lo que demanda la feria, que genera muchos puestos de laburo”.

En plena lucha por su reapertura, El Destape se comunicó con sus trabajadores, que manifestaron cómo atravesaron todo el proceso del cierre, con un panorama incierto sobre sus cabezas: "La fiscalía argumentó que había muchas irregularidades y pedimos que investigue, que se tome el tiempo necesario, pero que la feria funcione igual'”. Además, asegura que “la mayoría de los trabajadores está en regla y labura de verdad”, y relata, sobre esos días: “Tengo 4 hijos, soy el sostén de mi familia y ahora que me quedé sin laburo no tengo cómo bancar la olla, me están quedando los últimos ahorros”. 

Uno de los puntos clave para lograr la reapertura fue la organización entre comerciantes, carreros y vecinos en una mesa de diálogo con la fiscal de la causa, con gente del municipio y de la provincia. En ese encuentro, según relata Víctor,  "los funcionarios aseguraron que se iban a poner a laburar para una pronta apertura y que la feria abra de nuevo”. Para él, fue importante recalcar que “hay miles y miles de familias sin trabajo, acá en la Salada no hay delincuentes, y si los hay que la justicia actúe de forma independiente y no políticamente”. 

Asimismo, subrayó que la clausura no sólo los afectó a ellos, sino también a los “consumidores, que tienen derecho a comprar, a que un trabajador humilde se pueda comprar una ropa y bancar la olla”. 

Las que bancan la olla

“Arranqué a trabajar hace un año y dos después de separarme. Tuve que salir de mi casa y por amigos y conocidos que trabajan en la Salada conseguí un trabajo vendiendo ropa para chicos”, relata Daniela, una de las cientas de trabajadoras que se quedó sin un ingreso durante el cierre siendo la cabeza de su hogar, el sostén de sus dos hijas. Su situación fue la de muchas durante el período de incertidumbre: “Con lo que me que pagaban la asignación pude pagar el alquiler y lo de la feria es para el día a día, que te me ayuda bastante, la salada a mi me ayuda mucho”. 

Daniela trabaja tres días a la semana, lunes, miércoles y sábados, pero gracias a su trabajo en el puesto logró hacerse de algunos clientes que le compran el resto de los días de forma telefónica. Según ella, el momento en que avisaron que la feria estaba cerrada fue trágico, comprendió de forma inmediata que tras la faja de clausura quedaba la garantía de que sus hijas tengan un mejor pasar. “Una semana antes dijeron que se iba a clausurar por el tema de las marcas, pero nosotras no nos habíamos preocupado porque no tenemos imitaciones, es marca propia, pero caímos todos igual”, reflexiona. 

Asimismo, Daniela remarca que los clientes estaban muy preocupados y que “ellos mismos decían que les sirve venir a comprar a un solo lugar y llevarse todo”, pero, sobre todo, se lamentaba por la incertidumbre económica: “Yo estoy mal en el tema económico, pero hay compañeros como los carreros, los de limpieza, que la estaban pasando peor. Ellos sí están muy preocupados, y son los que pusieron siempre el pecho del día uno. Un ejemplo es que organizaron ollas populares, o se reparten la poca mercadería que tienen”. 

El mismo caso es el de Verónica, otra vendedora de la feria, madre de un adolecente y único ingreso del hogar. “Yo trabajo hace más de 20 años en la feria, estoy registrada, no todos están regularizados, pero hay muchos que sí. Yo trabajo 5 días en la feria, y ahora por el cierre estoy vendiendo en manta en las ferias de los barrios”, relata. 

“Salí a tirar manta porque estamos a principio de mes, tengo que pagar la luz, el agua. Mi nene tiene que ir todos los días al colegio. Vos lo mandas y debe tener todos los días para el boleto, por si tienen que comprar algo, fotocopias, es un gasto que uno tiene”, lamenta. Verónica, gracias a la intervención judicial, pasó de vender borcegos de marca propia en Punta Mogote, con seguridad, un predio techado, electricidad para calentar la pava y en blanco, para estar con una manta en la calle de una feria barrial. 

En cuanto al reclamo, aclara que “siempre que marcharon fue pacíficamente, pero el otro día se tiraron piedras porque los policías empezaron a querer reprimir”, y concluye que “la feria da mucho trabajo a cientos de personas, como los talleres de costura, de estampado, de planchado, de bordado, los que colocan los botones, la parte del calzado, es sin dudas la fuente del trabajo más grande del país les guste o no”. 

Dónde irán los trabajadores

Daniel Carmona trabaja en la feria desde hace 25 años. Tiene un puesto de ropa y reivindica la necesidad de los puesteros: “La gente se piensa que porque vos trabajás en la Salada sos millonario y lejos de todo eso. Además, nos asocian todo el tiempo con Castillo, cuando no está más en la feria desde el 2017”. 

En esa línea, asegura que hoy en día, con la situación económica nacional y la falta de dinero en la gente, la feria volvió a ser consumida por todas clases. “Antes no te vendíamos por unidad, ahora sí o sí. Viene el papá con la mamá y los chicos a comprar ropa para ellos, no nos compran solo para revender. Esto es un golpe para todos”, advierte. 

Además, Daniel remarca que la feria genera empleo para miles, y asegura que la fiscal, al determinar su cierre, “no tomó dimensión de lo que estaba clausurando”. “Cuando hablamos de la feria hablamos, por ejemplo, de los carreros que muchos son chicos que tenían problemas con droga, problemas de robo. La gente tiene que entender que si no hay trabajo ¿estos chicos qué van a hacer? Le sacamos lo que pudo recuperar”, lamenta. 

En cuanto a las acusaciones de informalidad, explica que el 90% de los puesteros está con un monotributo, porque “si no, no podés vender online”, y remarcó que están más en blanco “que muchos de los que están afuera, en caso de Flores nosotros tenemos más facturas”.