El encuentro entre Yiya Murano y Mirtha Legrand quedó grabado como uno de los momentos más impactantes en la historia de la televisión argentina. En un programa conocido por su elegancia y glamour, la presencia de una mujer condenada por envenenar a tres amigas marcó un antes y un después. El almuerzo fue un episodio tan incómodo como inolvidable, que sigue despertando curiosidad y asombro décadas después.
El día que la “envenenadora de Monserrat” se sentó a la mesa de Mirtha Legrand
La emisión comenzó como cualquier otro almuerzo televisado, hasta que la voz de Nelly Trenti, con su tono solemne e inconfundible, anunció: “Almuerzan hoy con la señora Mirtha Legrand... Yiya Murano, estuvo presa, acusada de envenenar a sus amigas”. La frase heló el aire del estudio. Lo que solía ser un espacio para el espectáculo y la política se convertía, de pronto, en una escena cargada de tensión y morbo.
Vestida con grandes gafas oscuras, Murano apareció serena y desafiante. “Yo creí que no iba a venir”, comentó Legrand con ironía. A lo que Yiya respondió, con una frase que resonó en todos los medios: “Cuando digo que vengo, voy, así sea al infierno, Mirtha”.
Aquel intercambio marcó el tono del programa. La anfitriona intentó mantener la compostura mientras entrevistaba a una mujer que se había convertido en un símbolo de manipulación y misterio dentro del crimen argentino.
Una conversación tan tensa como fascinante
Durante el almuerzo, Mirtha Legrand abordó con firmeza temas sensibles: la prisión, la condena y la vida posterior de Murano. “¿Estuvo detenida diez años?”, preguntó la conductora. “Sí, estuve en un lugar especial. Nunca sentí estar detenida”, respondió Yiya con tranquilidad.
Legrand insistió: “¿Estaba acomodada?”. Y ella, sin dudarlo, admitió: “Sí, estaba acomodada”. La sinceridad con la que reconocía haber tenido privilegios en la cárcel sorprendió a la audiencia, como también su falta de arrepentimiento. “Las verdaderas culpables están vivas”, llegó a decir en otro momento, manteniendo el halo de misterio que siempre la rodeó.
Cumplió su condena en Ezeiza y Devoto, y tras recuperar la libertad en 1995, volvió a vivir en el barrio de Once, lejos del escrutinio público. Sin embargo, su historia seguía despertando fascinación.
El momento más recordado: las masitas envenenadas
El episodio alcanzó su punto máximo cuando Yiya Murano sacó una caja de masitas que había llevado como obsequio para Mirtha y los invitados. En un gesto tan audaz como inquietante, la mujer le pidió a la conductora que las probara frente a las cámaras. El estudio quedó en silencio.
Legrand, con su habitual temple, logró mantener la calma, pero la escena quedó grabada en la memoria colectiva. Era una provocación sutil, una muestra del carácter desafiante de Murano, que parecía disfrutar del desconcierto que generaba. Aquella actitud alimentó aún más su fama y consolidó la entrevista como un episodio legendario en la televisión argentina.
Después del almuerzo: la figura que nunca dejó de intrigar
Tras su paso por el programa, Yiya Murano siguió siendo objeto de entrevistas y análisis. Periodistas como Chiche Gelblung y Rolando Hanglin volvieron a conversar con ella, intentando descifrar a una mujer que, aun después de cumplir su condena, seguía negando su culpabilidad.
Nunca mostró arrepentimiento y siempre sostuvo su inocencia. Vivió sola, sin familia cercana, y con el paso de los años se convirtió en una figura tan temida como enigmática.
El recuerdo de Juana Viale y la entrevista que hizo historia
Años más tarde, Juana Viale recordó aquel encuentro durante su propio ciclo televisivo, subrayando el impacto que generó ver a Mirtha Legrand frente a una de las criminales más célebres del país. La nieta de la conductora remarcó la frialdad con la que Murano ofreció las masitas, un gesto que simbolizó su personalidad calculadora y su despreocupación ante lo que representaba su historia.
