Las frutillas están en su mejor momento: la temporada de primavera trajo frutos riquísimos y muy buen precio. Sin embargo, su vida útil en la heladera puede reducirse rápidamente si no se guardan bien. Pero para evitar compras desperdiciadas y aprovecharlas al máximo, existe un método sencillo y efectivo que conviene adoptar.
El primer paso fundamental es escoger las frutillas correctas al momento de comprarlas. Es importante elegir las frutillas en mejor estado: que tengan un color rojo intenso, sin zonas verdes, manchas o moho. Una selección cuidadosa reduce el riesgo de que se deterioren antes de tiempo.
Una vez que se llega a casa, hay que cumplir algunos pasos fundamentales para garantizar que tenga una mayor vida útil. Sin quitar el tallo, ya que esta parte ayuda a mantener la fruta más protegida, se procede a lavarlas con un cuidado especial: sumergirlas durante cinco minutos en un litro de agua con dos gotas de lavandina apta para alimentos, y luego enjuagar con abundante agua limpia. Este paso minimiza la presencia de bacterias o residuos indeseados.
El siguiente punto clave es el secado: las frutillas deben estar bien secas antes de ir al frío, porque la humedad es su peor enemiga. Luego se colocan en un recipiente amplio, preferentemente de vidrio, sobre una capa de servilletas de papel que absorban el exceso de agua. Finalmente, se cubren con film transparente al que se le hacen pequeñas perforaciones para permitir la circulación de aire. Esta ventilación reducida evita la acumulación de humedad y retrasa el deterioro.
Beneficios que no se pierden en el guardado
Con este método, las frutillas pueden conservar su sabor, su aspecto apetecible y sus propiedades nutricionales por varios días. Además de ser ricas en vitamina C, antioxidantes y fibra, son una excelente opción ligera y sana en el marco de una dieta equilibrada.
