Se supo que existe un truco simple y efectivo para mejorar el funcionamiento de tu heladera y prolongar la frescura de tus alimentos. Consiste en colocar un rollo de papel higiénico en su interior. Aunque parece algo extraño, esta práctica sencilla puede traer beneficios notables para tu electrodoméstico y tus productos.
El papel higiénico tiene una increíble capacidad de absorción, lo que lo convierte en un excelente aliado para reducir la humedad y los malos olores dentro de la heladera. Al colocar un rollo dentro, actúa como un deshumidificador natural, manteniendo el ambiente más seco y fresco.
Cuáles son los principales beneficios de colocar un papel higiénico en la heladera
-
Eliminación de malos olores: El papel higiénico captura las partículas que causan esos olores desagradables que suelen surgir en la heladera.
-
Mejor conservación de los alimentos: Menos humedad significa que los productos se mantienen frescos por más tiempo.
- Mantenimiento del electrodoméstico: Ayuda a reducir la formación de hielo y mejora la eficiencia energética de la heladera.
Para hacerlo, simplemente coloca el rollo de papel higiénico en la parte trasera de la heladera, preferentemente en el fondo. Es recomendable reemplazarlo cada tres semanas o cuando notes que está mojado o deteriorado. Asegúrate de usar un rollo nuevo y destinado exclusivamente para este fin, guardándolo en un lugar seco hasta su colocación.
Aunque no existen estudios científicos que lo respalden, muchas personas aseguran que esta técnica funciona y previene problemas comunes en las heladeras. De hecho, algunos afirman que la industria hotelera utilizó este método durante años como una manera de mantener sus equipos y alimentos en mejores condiciones.
Sin papel higiénico: cómo se iba al baño en la Antigüedad
Entre la urgencia y la especulación, productos como el gel desinfectante o los tapabocas comenzaron a escasear al comienzo de la pandemia de coronavirus. Pero el papel higiénico también fue protagonista de las crónicas de desabastecimiento de supermercados. Ante la incredulidad y las quejas, cabe preguntarse cómo nuestros antepasados sobrevivieron a la falta de este implemento de higiene.
Durante la Antigüedad clásica grecorromana (siglo V a. C. al II d. C.), las personas utilizaban el tersorium o xylospongium para limpiarse la zona circundante al ano. Consistía en un varita con una esponja vegetal en uno de sus extremos. Luego de la limpieza personal, era depositado en un recipiente que contenía agua con sal o vinagre. Baste para informar que en las letrinas o baños públicos, el tersorium era —inevitablemente— compartido por todos los usuarios. Algo similar ocurría en China, donde hace unos 2.000 utilizaban palos de madera o bambú envueltos en tela para higienizarse.
El pessoi era otro implemento de higienización usado en la Antigüedad clásica. Se trata de fragmentos redondeados de cerámica. En un artículo publicado en British Medical Journal, se informa que dada la textura de estas piezas es posible que, tras un uso continuo, pudieran haber ocasionado "irritación localizada, daño en la piel o la mucosa, incluso complicaciones de hemorroides externas". Estas piezas, que fueron encontradas tanto en antiguas letrinas atenienses como en romanas, medían entre 3 y 10 cm de diámetro, y 0,6 a 2,2 cm de espesor. No menos curiosa es la posibilidad de que los ostraka hayan podido ser usados como pessoi. Los ostraka eran trozos de cerámica utilizados en la Antigua Grecia para escribir en ellos el nombre de la persona a quien se quería enviar al ostracismo.
Del primer papel higiénico en China al presente
Los primeros registros del uso de papel para la limpieza del ano son de China, más precisamente del siglo VI d. C. Hacia el siglo XIV, el papel para esos fines era hecho con paja de arroz. Para la familia imperial, las láminas de papel eran suaves y perfumadas. Se estima que se producían unos 10 millones de paquetes que contenían entre 1.000 y 10.000 hojas, tan solo en la provincia de Zhejiang (este).
La producción industrial moderna de papel higiénico comenzó en EE. UU., en 1857. El emprendedor Joseph Gayetty vendía láminas de papel de cáñamo de Manila impregnadas de aloe, con la promesa de prevenir las hemorroides. Hacia 1890, los hermanos Clarence y Edward Irvin Scott tuvieron la idea de ofrecer el papel higiénico en rollo. En ese entonces, la gente aún se resistía a pedir este producto en las tiendas, algo que les resultaba embarazoso. Hacia fines de la década de 1920, el uso del papel higiénico se popularizó al dejar de ser visto exclusivamente como un producto de índole medicinal o curativo.