Desde que el ser humano levantó la vista al cielo, una de sus mayores preguntas fue si estamos solos en el universo. La posibilidad de vida más allá de la Tierra no solo alimentó la ciencia ficción, sino también la investigación. Hoy, la NASA dio un paso que podría cambiar para siempre la historia: el descubrimiento de rastros inequívocos de agua en el cometa interestelar 3I/ATLAS, un cuerpo celeste que proviene de fuera del Sistema Solar.
El hallazgo, confirmado por el Observatorio Neil Gehrels Swift de la NASA, sugiere que los elementos esenciales para la vida podrían no ser exclusivos de nuestro entorno solar. En palabras de los científicos, lo que se detectó en el cometa es la “firma química” del agua, un indicio que, hasta ahora, nunca se había observado en un objeto de origen interestelar.
El 3I/ATLAS llegó desde los confines de la galaxia siguiendo una trayectoria hiperbólica, y se suma a una lista muy corta de cometas interestelares detectados hasta el momento: Oumuamua, en 2017, y Borisov, en 2019. Pero ninguno de ellos mostró lo que este cometa. La señal, captada en el espectro ultravioleta, correspondía al gas hidroxilo (OH), el producto directo de la descomposición del agua.
Según el astrofísico Dennis Bodewits, de la Universidad de Auburn en Alabama, quien lideró el estudio: “Cuando detectamos agua, o incluso su eco químico, en un cometa interestelar, estamos leyendo una señal proveniente de otro sistema planetario. Es la prueba de que los ingredientes de la vida no son exclusivos de nosotros”.
Cómo fue el descubrimiento
Lo más sorprendente es que el descubrimiento se realizó cuando el cometa se encontraba a casi tres veces la distancia entre la Tierra y el Sol, una región en la que, normalmente, los cometas del Sistema Solar permanecen inactivos. Sin embargo, los cálculos mostraron que 3I/ATLAS liberaba unos 40 kilogramos de agua por segundo, un ritmo inédito dadas sus condiciones.
El investigador Zexi Xing, autor principal del estudio, explicó: “ʻOumuamua era seco, Borisov estaba lleno de monóxido de carbono y ATLAS está liberando agua donde no debería. Cada uno reescribe lo que creemos saber sobre cómo se forman los planetas”.
Los astrónomos estiman que este cometa tiene más de siete mil millones de años, una antigüedad que lo convierte en un auténtico tesoro cósmico. Su composición podría haber surgido en torno a una estrella extinguida hace miles de millones de años, guardando las claves de cómo se distribuyó el agua, y, potencialmente, la vida, en los sistemas estelares primitivos.
