El potus se convirtió en una de las plantas de interior más populares del mundo. Su fama se debe a que resiste distintos ambientes, no exige demasiada atención y, aun así, regala hojas verdes y brillantes que decoran cualquier rincón del hogar. Sin embargo, detrás de su aparente simpleza hay un secreto que muchos desconocen: ciertos cuidados puntuales que marcan la diferencia entre un potus que apenas sobrevive y otro que crece fuerte, con hojas abundantes y enredaderas frondosas.
Especialistas en jardinería coinciden en que el error más común es pensar que “cualquier condición” es suficiente para esta especie. Aunque puede tolerar poca luz o riegos espaciados, el potus alcanza su máximo esplendor cuando se le brinda la cantidad justa de agua, una exposición luminosa adecuada y, sobre todo, un sustrato con buen drenaje que evite encharcamientos.
Claves de los especialistas: así se logra tener un potus grande y forndoso
El potus necesita luz indirecta brillante para crecer con fuerza, aunque también puede adaptarse a espacios con menos luminosidad. El riego debe ser moderado: se recomienda esperar a que la capa superior del sustrato se seque antes de volver a hidratar la planta. En cuanto a la nutrición, los expertos aconsejan aplicar fertilizante líquido cada 30 o 40 días en primavera y verano, lo que ayuda a mantener el verde intenso y estimula la aparición de nuevas hojas.
Además, para lograr un crecimiento más ordenado y vigoroso, se pueden utilizar tutores o guías que dirijan sus enredaderas. De esta manera, el potus no solo crece en extensión, sino también en resistencia, convirtiéndose en un verdadero aliado decorativo para cualquier ambiente.
En definitiva, aunque el potus tenga la etiqueta de “planta fácil”, la clave está en no subestimarlo. Con apenas unos cuidados extras, esta especie no solo sobrevive, sino que puede convertirse en un elemento decorativo que mejore la apariencia de la casa y ayude a tener un aspecto más natural e iluminado.