En menos de un año, Rocío RoRo Bueno se convirtió en una de las creadoras de contenido más comentadas de TikTok en España y en América Latina. Con una voz y una sonrisa dulce, esta joven madrileña de 22 años conquista millones de pantallas con un combo de cocina, estética y frases que alimentan tanto el algoritmo como la polémica.
Todo empezó con un video de pappardelle con ragú de pato a la naranja, preparado desde cero. El clip explotó: más de 45 millones de reproducciones en semanas, comentarios divididos y la etiqueta tradwife flotando en el aire. Desde entonces, cada “a Pablo le apetece…” reaviva un debate tan viejo como actual: ¿romántica dedicada o sumisa digital?
Los datos que más sorprenden de RoRo Bueno
RoRo Bueno mide apenas 1,50 metros y tiene 22 años. Con esa estatura y su tono de voz aniñado, se convirtió en blanco de comentarios de todo tipo. Para muchos, es una joven que encontró su estilo y lo potencia; para otros, una figura que alimenta el rol de esposa sumisa que TikTok viraliza bajo el fenómeno tradwife.
En entrevistas como la que brindó a El Español, ella se defendió de esas críticas: asegura que ama cocinar, que lo hace porque le gusta y que su novio Pablo se encarga de limpiar todo después. “Es mi forma de mostrar cariño”, repitió.
Sin embargo, su estilo de grabación alimenta sospechas: voz aniñada —la famosa fundie baby voice—, look impecable y frases que rozan el manual vintage de ama de casa perfecta. Helen Andelin, autora de Fascinating Womanhood, popularizó esta estética en los 60 y hoy resucita en TikTok entre influencers que romantizan volver a la casa y la cocina.
Tradwife y la nueva derecha digital
El caso de la influencer RoRo conecta con un fenómeno global: el auge del contenido tradwife. Desde Alena Kate Pettitt con The Darling Academy hasta la influencer Nara Smith, TikTok viraliza mujeres que renuncian al trabajo formal para centrarse en su hogar. Para expertas como Aurora Gómez y Silvia Díaz, esto no es inocente: se monetiza la nostalgia machista y el antifeminismo genera interacción que alimenta el algoritmo.
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Mientras tanto, la joven madrileña cosecha audiencias. Su receta de amor —cocinar, coser un vestido en una tarde, regalar un Príncipe de Maquiavelo encuadernado— fascina a millones. Pero no convence a todos. La pregunta sigue abierta: ¿gesto personal o marketing de la sumisión?