El barrio de Belgrano parece conocerlo desde siempre. Guido Carmona, más conocido como Un muerto más, camina por sus veredas con la naturalidad de quien saluda a cada rostro conocido. En Arredondo, un café que frecuenta, nos recibe con esa calidez de los lugares donde todos te reconocen. Se inclina a saludar a las mozas, les halaga con una sonrisa su maquillaje del día y bromea con familiaridad. La ciudad y la rutina se mezclan con la música: incluso en lo cotidiano, el arte parece filtrarse en cada gesto.
Nos sentamos afuera, el sol de la mañana iluminando las mesas y el murmullo del barrio creando una banda sonora discreta. Entre sorbo y sorbo de café, la charla fluye entre anécdotas, recuerdos y confesiones sobre su próximo estreno. “Cada canción de De Amor es como abrir un diario que nadie más tiene. Quise que se sintiera honesto, sin máscaras, sin nada que esconder. El sonido de este álbum es más libre, más expansivo. No hay reglas, hay espacio para respirar, para que cada instrumento tenga su momento”, dice, y sus ojos parecen hablar más que sus palabras.
Cuando la conversación se volvió más profunda, y hablamos de sentimientos, prendió un cigarrillo, como quien acompaña la confesión con un ritual personal. “El amor es todo y nada al mismo tiempo. Es poesía y ruido, y a veces te rompe en mil pedazos. Pero si no duele un poco, no sirve”, deslizó en voz baja, dejando entrever la intensidad que atraviesa su música.
Un muerto más presenta "De Amor" en Vorterix
El estreno de De Amor, su segundo disco, el 23 de octubre en Vorterix no será solo un concierto; será un ritual sonoro y visual, una experiencia donde cada canción se despliega como película corta, con imágenes, luces y sonidos que transportan. De hecho, el artista creó un film para presentar el disco dirigido por Matías Alegre. “La película es un reflejo de la música: imágenes que buscan transmitir lo que las canciones sienten. Cada escena tiene su propio ritmo, como cada tema del disco. No quería que fuera un videoclip tradicional, sino un viaje completo, donde la música y la imagen se entrelazan”, explica.
“Me interesa que quien escuche sienta que cada tema tiene su propio espacio, su propio tiempo. Que no sea solo música, sino un encuentro real, una sensación que se queda adentro”, agrega, mientras la mañana se despide y el café se enfría.
Hablamos también de la construcción de su universo artístico, de cómo combina lo cotidiano y social con lo poético, y cómo la vida del barrio se filtra en sus canciones. “Cada canción es como una película corta, un mundo propio que construí con la voz, los acordes y las imágenes que la acompañan. El arte no es solo escenario o estudio, está en el abrazo de alguien conocido, en la risa de un café, en un gesto mínimo que se vuelve enorme cuando lo traducís en canción”, dice con convicción.
De Amor es, entonces, más que un disco: es un testimonio de su mirada sobre la vida y el afecto, un puente entre lo íntimo y lo colectivo. En Belgrano, entre cafés y saludos al paso, se percibe la misma sensibilidad que luego se transformará en música, en un show que promete atravesar la memoria y quedarse flotando en quien lo escuche. “Quería que De Amor sonara más orgánico, pero también cinematográfico. Que uno pueda escucharlo y ver imágenes en su cabeza, sentir que estás en una película propia”,