“Nunca imaginé que mi carrera se iba a resignificar a los 58 años y gracias a una comedia de humor negro. El otro día firmé un autógrafo, cosa que hace 35 años que no hago”, dispara María Fernanda Callejón en un mano a mano con El Destape. Actriz de larga trayectoria, está en un renacer artístico desde el éxito de la serie Viudas Negras, de Malena Pichot, y en la actualidad es una de las cuatro protagonistas de Viuda e Hijas, una comedia que narra una disparata sucesión de bienes entre 4 mujeres de una familia marcada por los secretos.
En el escenario, María Fernanda Callejón comparte escenas con Nora Cárpena, Sofía Gala Castiglione y María Valenzuela, en hilarantes parlamentos cómicos que hacen reír a la platea. No oculta la sorpresa que le genera hacer de hermana de Sofía Gala, hija de la exvedette y actriz Moria Casán (responsable del debut de la Callejón en la Avenida Corrientes): “Hoy trabajo con la generación que le sigue a quienes me vieron crecer en el teatro”. Amores y dolores de una artista que bien sabe de reinvenciones.
Estás de viuda en viuda: primero la serie Viudas Negras, Putas y Chorras y ahora la obra de teatro Viuda e Hijas.
- (Se ríe) Estoy pasando un momento clave en mi vida, soy una privilegiada. Todo empezó a fines del año pasado con un escenario donde la cultura estaba muy golpeada. En ese momento de ataque a nuestro trabajo, incluso con discursos que apuntaban a que los actores no éramos importantes, apareció Viudas Negras, Putas y Chorras, una creación maravillosa de Malena Pichot, quien me parece un barrilete cósmico de la ficción y una visionaria del feminismo por su mirada inteligente, sutil y empática.
¿Esa mirada sobre el feminismo fue lo primero que te atrajo de la serie?
- Sí, porque el feminismo nos representa a algunas y a otras no. El feminismo en nuestro país se ha transformado en un relato y después del Me Too, que trajimos acá a la Argentina, el movimiento se politizó y hubo mayor polarización, y a veces eso desvía el foco de las luchas. Yo me identifico mucho con el feminismo de Male, que es el que no mira para otro lado ante las injusticias. También creo que la lucha feminista debe incluir a los hombres, no excluirlos.
¿Cuándo fue tu despertar feminista?
- Siempre tuve mi feminismo inherente porque soy mujer, conozco la lucha de las mujeres y sé que, culturalmente, el machismo es casi imposible de erradicar más allá de todo lo que hacemos. Ser víctima de violencia de género fue algo muy revelador para mí camino en el feminismo… fue muy fuerte porque a raíz de esa situación me di cuenta que había naturalizado un montón de cosas que hoy las analizo y me parecen un espanto. Pero soy una luchadora, incluso tuve a Giovanna, mi hija, contra todos los pronósticos y habiendo sufrido violencia médica. Hoy estoy en un momento de mi vida en el que no vengo a complacer más a nadie, porque durante años me aguanté y me banqué muchas cosas que me hicieron mal.
Nunca pude dimensionar que fui víctima de violencia de género, sino que me encontré directamente hablando de eso en una entrevista y denunciando como pude en ese momento. Cuando empecé a hablar me empezaron a caer todas las fichas, venía guardándolo desde hacía mucho tiempo. Fue una acción que sabía que iba a terminar en golpe. La víctima no tiene muy claro al principio dónde pueden llegar a estar los quiebres. Son heridas muy profundas y recién ahora estoy aprendiendo a convivir con eso.
¿Creés que el Estado debe estar presente con las víctimas a través de políticas de acompañamiento?
- Por supuesto y me duele la Argentina en la que estamos viviendo porque no veo que haya una contención al que está golpeado en el suelo. Siempre tuvimos derecha, izquierda, centro, y si bien yo no pertenezco a ningún partido político soy una argentina que quiero ver bien a mi país. Y lo que veo ahora me lastima muchísimo. Mi paso por el panel de Duro de Domar, donde tuve que desarrollar un costado más de comunicadora, me formó en el debate y le agradezco mucho al canal porque me dejaron decir lo que siempre quise. La política me terminó despertando pasión.
Pasión...
- Sin política no se puede hacer nada. El problema son los dirigentes políticos. Yo cito siempre la frase de la película Martín Hache, “Esto no es un país, es una trampa”, porque siempre nos embocan a los más vulnerables. Como artista, que toquen a la industria, me enfurece porque trabajo desde hace 42 años sin interrupciones para llevar el pan a mi casa. Me molesta cuando el Presidente le hace creer al pueblo que los artistas no valen nada. Y esto va más allá de un debate de ideología partidaria; hay que defender las cosas buenas que tiene este país. No acredito ver esta involución deshumanizante.
¿Te gustaría meterte en política?
- Me lo ofrecieron muchísimas veces y la verdad es que no entraría en política. Yo creo que lamentablemente hay algo en el sistema que no va a cambiar, venga quien venga. Respeto siempre la decisión del pueblo, equivocada o no, pero no me metería a hacer política. Aún así, no pierdo las esperanzas. La Argentina es canceriana y algún día se va a levantar. Ojalá sea pronto.
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"Para los cómicos de los '90 yo era Cacho"
Volviste al Tabarís, el teatro en el que debutaste con La revista de las erecciones generales, en 1987. ¿Cuántos años tenías en ese momento?
- Estaba en mis tempranos 18 años. Fue mi primer casting, yo venía de tomar clases de teatro en Villa Carlos Paz, donde empecé a hacer lobby y a relacionarme con los artistas, y recién cuando me vine a Buenos Aires pude estudiar con Agustín Alezzo. Acá conseguí mi primer audición después de encontrarme al coreógrafo de Moria Casán en Editorial Perfil. Fue todo muy rápido. A la mañana siguiente, muy a pesar de mis escasos recursos económicos, fui a hacer la audición y quedé. “Cantás, bailás, actuás”, me dijo Moria y me contrató.
La revista de las erecciones generales estuvo dirigida por Mario Castiglione, con Zulma Faiad y Moria a la cabeza, que volvían a actuar juntas después de una gran pelea. Además, significó el debut de los Botton Tap (hace referencia al mítico grupo que crearon el coreógrafo Aníbal Pachano y su exesposa Ana Sans).
Eran la Selección Argentina del teatro de revista.
- ¡Tal cual! Moria me proclamó media vedette y mi rol en la revista era calentar los motores del espectáculo. La revista de las erecciones generales fue de vanguardia y surrealista, como lo es Moria. Así empezó mi carrera y el éxito fue tan grande que no paré nunca más de trabajar. No pude seguir estudiando con Alezzo porque después de ese espectáculo me llamaron para la revista Armatetón y ya en los ‘90 empecé a trabajar en comedias picarescas, porque hacer teatro de revista tenía un costo altísimo y los productores no podían bancarlo. En esos años fui protagonista de las mejores comedias de puertas, vodeviles junto a Emilio Disi, Tristán y tantos otros cómicos. Estuve 15 años en el Tabarís: ahí debuté y colgué las plumas.
¿En los '90 tuviste problemas con algún cómico?
- No, todos fueron mis maestros y siempre tuve una gran relación con los cómicos. Trabajé con todos menos con Olmedo. Disfruté mucho esa época de destape sexual y exhibicionismo de mi cuerpo. Más allá de que las mujeres éramos absolutamente cosificadas, que era algo natural en los ‘90, nuestros culos eran el remate de los chistes. También es cierto que en esa época yo elegí usar mucho mi parte masculina y eso era mi defensa. Para los cómicos yo era Cacho, era un pibe más del grupo. Siento que eso me ayudó a no tener episodios conflictivos con ninguno de ellos.
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"No reniego del público masculino que se ha ajusticiado con mis fotos"
Los ‘90 fueron también la etapa de las 6 tapas de Playboy. ¿Qué es lo que más te divirtió de tu paso por la revista?
- Saber que fui la encargada de que muchos de muchas generaciones, incluso de ahora, se hayan ajusticiado con mis fotos. No reniego de mi público masculino que jamás me ha abandonado. Playboy significó mi economía: con mis primeras tapas me compré una casa. Guille Coppola me ayudó muchísimo a administrar el dinero y fue bisagra en mi independencia como mujer.
¿En algún momento de tu carrera te importó mucho la opinión ajena?
- Solo cuando denuncié violencia de género y pasé de ser tratada como víctima a victimaria. Yo no estaba acostumbrada a que los medios hablaran mal de mí, más bien todo lo contrario porque nunca tuve quilombos mediáticos en mi haber. Me habré puteado alguna vez con Fort (Ricardo), pero éramos amigas hermanas. No mucho más. De todos modos, la difamación pública inmediata fue a propósito e intencional y les garpó que fuera la mala de la película.
Los medios son una picadora de carne. Hace pocos días tuviste una discusión con la panelista Karina Iavícoli… la televisión se alimenta de eso.
- Con esa persona tengo algo personal y vastas razones para enojarme. Ese día tenía ganas de decirle frente a frente algunas cositas que las tenía atragantadas. A algunas personas les molesta que yo no me ponga en pose de nada, siendo que del otro lado muchas veces si lo hacen y siguen un guión para chicanear cada vez más profundo. Pero el límite es mi hija, así que por eso me la agarre con ella. Que se lave la boca antes de hablar de mi hija.
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"Yo soy un puto más": su amistad con Ricardo Fort y el lado B de su amigo
Mencionaste a Ricardo Fort como una de las personas importantes de tu vida. ¿Cómo se hicieron amigos?
- Nos conocimos en un gimnasio, en la calle Migueletes, en el momento en que Ricardo iba y venía de Miami. Nos hicimos muy amigos y empezamos a coincidir en lugares para salir, él buscaba ser papá, yo quería ser mamá, nos enamoramos platónicamente hablando. Yo sabía de su profundo deseo de ser artista y él me abrió las puertas de su casa para hacerme parte de su familia, con sus chicos y con su pareja Gustavo.
Más allá de su costado mediático, quienes conocieron a Ricardo dicen que era un tipo cálido y familiero.
- (Se emociona) Lo extraño mucho, lo quiero mucho. Hemos pasado de todo con Ricardo, de todo nos dijimos y creo que de eso también se trata la amistad. Él supo vaticinar muchas cosas de mi vida que no estaban bien y yo no le di bola. Me lamento mucho por eso. “Yo quiero que seas la mujer que me espanta a todas las mujeres”, me decía. Nunca me voy a olvidar de como me miraba a los ojos cuando me cantaba Sandro en los shows de Fortuna y yo estar orgullosa de que él estaba ahí en el escenario. Ricardo era alegría y felicidad, pero también tenía un lado B muy sensible y lloraba mucho en soledad. Ricardo acarreó una historia muy dura, fue excluido y su padre y madre hicieron lo que pudieron, como pudieron, pero para él era muy duro estar en el closet y eso le terminó afectando la salud.
¿Sentís que maternaste a Ricardo de alguna forma?
- Sí, un poco. Yo soy un puto más y había algo maternal en esa amistad que tuvimos. Ricardo conmigo podía ser libre porque yo siempre lo respeté en su esencia.
- Viuda e Hijas puede verse de miércoles a domingos en el teatro Multitabarís (Avenida Corrientes 831, CABA). Entradas en venta por Plateanet o en boletería del teatro.