El Ferrari 312T2: el monoplaza en el que Niki Lauda se prendió fuego en Nürburgring 1976

El accidente que marcó la Fórmula 1 y puso a prueba los límites de la seguridad automovilística

21 de septiembre, 2025 | 20.55

El 1 de agosto de 1976, en el mítico circuito de Nürburgring, Niki Lauda sufrió el accidente más dramático de su carrera y uno de los más recordados en la historia de la Fórmula 1. Su Ferrari 312T2 se incendió tras chocar contra las barreras, dejándolo atrapado en un habitáculo envuelto en llamas. Aquella escena lo convirtió en un símbolo de resistencia y coraje, pero también abrió un debate profundo sobre los estándares de seguridad en la categoría reina del automovilismo. El Ferrari 312T2, protagonista de aquella tragedia, era un monoplaza de gran rendimiento, diseñado con un motor flat-12 de 500 caballos de fuerza, pero con serias limitaciones en materia de seguridad que lo hicieron tristemente célebre.

Diseño y arquitectura del Ferrari 312T2

El Ferrari 312T2 era la evolución del exitoso 312T, un monoplaza diseñado por Mauro Forghieri para la Scuderia Ferrari. El nombre hacía referencia a su motor de 12 cilindros en “V” a 180 grados (conocido popularmente como “flat-12”), que entregaba unos 500 caballos de fuerza a más de 12.000 rpm. Este motor de 3.0 litros aspirado naturalmente no solo brindaba una potencia destacable, sino también un sonido inconfundible que marcó época.

La arquitectura se complementaba con una caja de cambios transversal —de ahí la “T” en el nombre—, lo que permitía una mejor distribución de pesos y mayor estabilidad en curvas. El chasis monocasco de aluminio ofrecía rigidez estructural y ligereza, aunque en comparación con los estándares actuales resultaba frágil frente a impactos severos.

En cuanto al diseño aerodinámico, el 312T2 presentaba un alerón trasero prominente y un perfil bajo que favorecía el paso por curva. Sin embargo, su aerodinámica no estaba tan desarrollada como la de las generaciones posteriores de Fórmula 1, lo que lo hacía más propenso a inestabilidades a alta velocidad en circuitos exigentes como Nürburgring.

Mecánica de competición al límite

El motor flat-12 del Ferrari era una joya de la ingeniería, caracterizado por su entrega lineal de potencia y su capacidad de girar a regímenes altísimos. Con un peso aproximado de 575 kg, el monoplaza alcanzaba velocidades superiores a los 300 km/h en rectas largas. El sistema de suspensión independiente en ambos ejes, con brazos oscilantes y resortes helicoidales, estaba diseñado para absorber las irregularidades de pistas como Nürburgring, aunque el peligro de vibraciones y deslizamientos siempre estaba presente.

Los frenos eran de disco ventilados en las cuatro ruedas, con pinzas de doble pistón, una tecnología avanzada para la época pero insuficiente frente a la exigencia de más de 20 km por vuelta en el “Infierno Verde”. La combinación de potencia descomunal, peso reducido y frenos que sufrían sobrecalentamiento creaba un cóctel riesgoso que requería del piloto una concentración extrema.

Seguridad: el punto débil

El accidente de Lauda expuso las limitaciones de seguridad de los monoplazas de los años 70. El Ferrari 312T2 contaba con un habitáculo angosto, cinturones de seguridad de cinco puntos y un tanque de combustible ubicado detrás del piloto, protegido solo por paneles de aluminio. El fuego se propagó rápidamente tras el impacto, y la falta de sistemas modernos de extinción y materiales ignífugos en el habitáculo agravó la situación.

El casco de Lauda, además, se desplazó durante el choque, lo que dejó parte de su rostro expuesto a las llamas. Los comisarios tardaron en llegar, y fueron otros pilotos —como Arturo Merzario y Guy Edwards— quienes lo sacaron del auto en un acto heroico. Lauda sufrió graves quemaduras y lesiones pulmonares, pero regresó increíblemente a competir apenas seis semanas después.

Un legado que cambió la Fórmula 1

El Ferrari 312T2 sigue siendo recordado no solo por su potencia y competitividad —con el que Lauda y Ferrari lograron múltiples triunfos—, sino también como el monoplaza que catalizó un cambio en la seguridad de la Fórmula 1. A partir de aquel accidente, se implementaron medidas más estrictas en materiales ignífugos, cascos, tanques de combustible y estructuras de protección, transformando para siempre el modo en que la categoría enfrentaba el riesgo.

El fuego que casi le cuesta la vida a Niki Lauda convirtió al 312T2 en un símbolo: un coche que brilló por su ingeniería y competitividad, pero que también mostró crudamente los límites de la tecnología y la urgencia de evolucionar hacia una Fórmula 1 más segura.