Generación golpeada: los jóvenes lideran la desocupación, que trepó al nivel más alto en cuatro años

El impacto de la destrucción de empleo en la gestión libertaria es particularmente grave para la juventud: la desocupación alcanzó al 19,2% de mujeres y 15,1% de varones, escalando al porcentaje más elevado desde la crisis de pandemia. Casi dos de cada tres jóvenes viven en hogares pobres.

23 de junio, 2025 | 00.05

Los últimos datos del mercado laboral ratifican una realidad que preocupa: las y los jóvenes argentinos enfrentan mayores niveles de desocupación que hace solo un año atrás al punto de que, en la administración libertaria, el desempleo juvenil tocó el pico más alto para un primer trimestre, de los últimos cuatro años. Como resultado, este segmento etario más que duplicó la tasa de desempleo general mientras casi un 60% trabaja en la informalidad. Esta problemática implicó también un incremento de la pobreza: dos de cada tres jóvenes no lograron cubrir la canasta básica total. 

En detalle, la tasa de desempleo de las mujeres jóvenes fue del 19,2% en el primer trimestre del 2025, lo que implica 1,9 puntos más que en igual periodo del año pasado, siendo el segmento con mayor alza interanual entre la población desempleada. Por su lado, en los varones jóvenes la desocupación fue del 15,1%, (+1,0 punto vs. 1T2024) esto es, 7,2 puntos más alta que la tasa general. En otras palabras, ser joven en Argentina implica tener cada vez menos posibilidades de conseguir un trabajo para subsistir. 

Esto ocurre en una coyuntura nacional donde, tras un año de gestión de Javier Milei, el aumento de la desocupación, la subocupación y la ocupación demandante elevó la presión sobre el mercado laboral dando cuenta de amplios segmentos de la población que se ven en la urgencia de complementar ingresos laborales y que enfrentan peores condiciones de contratación: entre noviembre de 2023 y marzo de 2025 se perdieron casi 200 mil puestos registrados, a la par que creció el número de monotributistas (+75 mil)—muchos en condiciones de fraude laboral—y la informalidad escaló al 42%. 

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Lejos de poder revertirse en lo inmediato se estima, además, que la situación podría empeorar si el gobierno insiste en limitar los aumentos salariales para contener la inflación, es decir, sostener el ancla salarial a costa del menor consumo y acceso a bienes esenciales de la población. Se suma el impacto de la reforma laboral aprobada el año pasado en la "Ley Bases" y que, lejos de los argumentos del oficialismo sobre el impulso a más empleo, terminó por precarizar aún más el ingreso a un trabajo (extensión del periodo de prueba), fomentar la no registración (monotributo en lugar de relación de dependencia) y facilitar el despido (reemplazo de indemnizaciones). De hecho, esta semana la Comisión Nacional de Valores (CNV) reglamentó los instrumentos que permitirán reemplazar las indemnizaciones por despido por fondos comunes y fideicomisos financieros, a partir de los que el monto a cobrar por el trabajador pasará a depender del resultado de inversiones financieras, sin responsabilidad del empleador.

Radiografía del mercado laboral joven

En Argentina viven más de siete millones de jóvenes (24,5% del total) que estudian, trabajan y cuidan, aunque no lo hacen en las mismas condiciones que la población de mayor edad. Al respecto, los últimos datos del mercado laboral (EPH- INDEC) muestran la dura realidad que atraviesan: menos empleo, más precariedad y pobreza creciente. 

En concreto, este grupo etario (considerando la franja de 14 a 29 años que toman las mediciones oficiales) registra históricamente tasas de actividad y empleo más bajas que las de la población total. Por un lado, la tasa de actividad de las y los jóvenes fue, en el primer trimestre del 2025, del 52,9% entre los varones y del 42,3% entre las mujeres, ubicándose 17,3 y 9,3 puntos por debajo de las tasas totales para varones y mujeres, respectivamente. En cuanto al empleo, las tasas de 44,9% (varones) y 34,2% (mujeres) quedaron 20,4 y 12,7 puntos por debajo de la población total de cada sexo considerado. En relación, un factor no menor tiene que ver con que, al igual que lo que ocurre en el conjunto de la economía, las brechas de género también se reproducen en la población juvenil y ello se comprueba en que el 45% de los varones jóvenes que dijo tener trabajo mientras que solo el 34% de las mujeres jóvenes tuvo empleo. 

La menor estabilidad laboral va de la mano de mayores niveles de desocupación que tanto en mujeres como en varones jóvenes llega a duplicar a la población general. De hecho, en el inicio de este año la tasa de desocupación más alta fue justamente la de la población joven.  En detalle, el desempleo de las mujeres jóvenes se posicionó en 19,2% en el primer trimestre del 2025, esto es 1,9 puntos por arriba de igual periodo del 2024, siendo además 11,3 puntos mayor a la desocupación total. Este segmento evidenció el mayor incremento interanual en la población desempleada al comienzo de este año. Por su parte, la desocupación en varones jóvenes fue de 15,1%, (+1,0 punto vs. 1T2024), esto es 7,2 puntos más alta que la tasa a nivel general.

Los números grafican una realidad alarmante: en solo un año administración libertaria, la desocupación de las y los jóvenes argentinos toco el pico más alto para un primer trimestre de los últimos cuatro años. Es decir que ser joven implica hoy en nuestro país tener menos posibilidades de encontrar trabajo que el resto de la población. Sin embargo, esta realidad no es asilada, sino que forma parte de un contexto general de crisis en el mercado laboral que exhibe más desocupación, menos empleo y mayor informalidad: el desempleo llegó en tres meses del 2025 al 7,9% (+0,2 puntos vs. 1T2024) tocando el valor más elevado de la gestión de Javier Milei, a la vez que los ocupados demandantes se sostienen en un nivel alto (16,1%) y la presión sobre el mercado de trabajo trepó del 29,7%. Por su lado, los asalariados no registrados crecieron del 35,7% al 36,3% y los cuentapropistas del 21,9% al 23,5% mientras, a contramano, el trabajo asalariado se contrajo (-0,7 puntos).

Sobre ello, otro aspecto a considerar es la informalidad laboral como una de las problemáticas que más atraviesa a la juventud: más de la mitad (58,8%) trabaja en la informalidad. Así, el 59,7% de las mujeres y el 57,9% de los varones jóvenes no percibieron aportes jubilatorios por su trabajo al inicio de este año, según información oficial. Esto se debe a que se insertan en mayor proporción en las ramas más precarizadas de la actividad económica lo que, además, genera mayores dificultades para el acceso a la vivienda (4 de cada 10 jóvenes viven con sus padres o abuelos porque no pueden acceder a una vivienda propia y el 50% es hijos de padres inquilinos). 

“Un dato que llama la atención y es preocupante tiene que ver con que aumentó la cantidad de gente desempleada que no consigue trabajo por 6 meses o más. Esto parece reafirmar que ni la subocupación ni el empleo informal compensan la caída del empleo de calidad como lo hacían un tiempo atrás”, analizó al respecto el economista Federico Pastrana. En ese sentido, el titular de la consultora C-P, consideró que de cara al futuro “los datos no son alentadores” ya que “la creación de empleo registrado está en niveles muy bajos y viene cayendo los últimos meses”. 

La sostenida destrucción del empleo formal se comprende al mirar lo sucedido en los diferentes sectores productivos del país. Sobre ello, desde la asunción del actual Gobierno cerraron más de 11 mil empresas (según ARCA). “Mientras algunos sectores extractivos crecieron (agro, petróleo y minería), durante los dos últimos años aquellos que están más ligados al mercado interno y a la generación de empleo cayeron de manera significativa: la Construcción (-19%), la Industria manufacturera (-17%) y el Comercio (-7,3%). Estamos frente a una economía cara en dólares, es decir, que asume una pérdida de competitividad en el marco de una apertura importadora en combinación con el achicamiento del mercado interno”, explicaron al respecto desde el Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas (IPYPP). 

En consonancia, desde el centro económico remarcaron que “se consolida el modelo ‘changa’ ya que ante un achicamiento de las relaciones de trabajo asalariadas en general -incluye la caída del empleo clandestino- la informalidad asume la forma de ‘trabajo independiente’ que es la nueva informalidad que tributa”. En la práctica ello se traduce mayoritariamente en “la expansión del fraude laboral de hacer pasar como monotributistas a relaciones de dependencia (punto impulsado en la reforma laboral de 2024 bajo la figura de “trabajador con colaboradores”). Desde noviembre 2023 a marzo 2025 hay 75 mil monotributistas más”, alertaron. 

Menos ingresos, más pobreza

Las y los jóvenes trabajan, en promedio, casi las mismas horas que la población general, pero tienen ingresos un 30% inferiores, diferencia que se agrava aún más en el caso de las mujeres, ya que dedican más del doble de su tiempo diario a tareas domésticas no remuneradas, respecto de sus pares varones. De esa manera la juventud está sobrerrepresentada en los deciles de menores ingresos -donde casi la mitad tiene entre 14 y 29 años- y, en cambio, representa sólo el 7% de las personas del decil de mayores ingresos de la población.

Como resultado, la crisis social se tradujo en que la pobreza juvenil se disparó hasta llegar en 2024 al 62% de ese segmento etario, según datos procesados por Centro RA (UBA- CONICET). Es decir que el nivel de pobreza supera incluso al de la pandemia, generando que casi dos de cada tres jóvenes vivan en hogares que no cubren una canasta básica total. Más grave aún, la indigencia ronda el 20%. 

Finalmente, no es menor mencionar que la situación se agrava en los sectores populares donde la urgencia económica obliga a las y los jóvenes a salir a trabajar desde menor edad, y los empleos que encuentran son aún más precarios. Según un relevamiento privado (Fundar) el 43% de los jóvenes de dichos barrios trabajó por primera vez cuando tenía 15 años o menos y en trabajos que no permiten romper el círculo: el 90% de quienes trabajan lo hacen en la informalidad.