El secretario de Trabajo, Julio Cordero, resumió en una frase la mirada oficial sobre el mercado laboral al exponer recientemente en la comisión del Senado nacional: “Si sube la actividad y no el empleo, entonces el problema es la norma”, afirmó. Con ese argumento, el Gobierno volvió a responsabilizar a la legislación laboral por la destrucción de puestos de trabajo y a justificar la reforma laboral que impulsa aunque, no es menor, omitió un dato central: en efecto, el PBI mostró una leve suba al tercer trimestre del año, pero ese dato convive con una caída persistente del empleo registrado, cierre de empresas y un avance inédito de la informalidad. De esa manera, la aparente paradoja se explica menos por rigideces normativas que por la configuración del modelo económico: un esquema que retrocede en términos productivos mientras la actividad financiera y extractiva avanzan lo suficiente para maquillar el promedio, aunque sin capacidad para traccionar una recuperación real del trabajo.
Así las cosas, detrás del debate sobre “crecimiento sin empleo” aparecen al menos tres factores clave: en primer lugar, los sectores que empujan la actividad no son intensivos en mano de obra, en segundo término incluso esas actividades dinámicas muestran pérdida de puestos formales, y finalmente, la creación de empleo se concentra casi exclusivamente en el rebusque informal y el cuentapropismo.
De cara a 2026, sin recuperación del consumo, con importaciones presionando y sin motores productivos que traccionen sectores intensivos en empleo, el estancamiento aparece cada vez más como la nueva normalidad, y ninguna reforma laboral puede revertirlo por sí sola.
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Crecimiento sin empleo: qué hay detrás del debate
Desde hace meses el nivel de actividad está amesetado, con un consumo masivo que sigue en retroceso, salarios planchados y una industria y construcción que continúan en caída. Sin embargo, el gobierno de Javier Milei sostiene públicamente que la destrucción de empleo formal se debe a la legislación laboral y no a dicho escenario económico. De hecho, en este panorama presentó días atrás su proyecto de “Modernización laboral”, con el argumento de que permitirá crear más y mejores puestos de trabajo.
Por un lado, la economía registró en el tercer trimestre de 2025 un crecimiento interanual del 3,3% y se ubicó 0,3% por arriba del trimestre previo lo que, según los datos que difunde INDEC, estuvo impulsado por los sectores de Intermediación financiera (+28,4%), Explotación de minas y canteras (+10,3%) y Hoteles y restaurantes (+7,1%). De hecho, ello ya había sido anticipado por las estadísticas mensuales (EMAE-INDEC) que evidenciaron una suba de la actividad en septiembre (+0,5% mensual y +5% interanual), dato que le permitió al Gobierno nacional celebrar que evitó la recesión. Las proyecciones para octubre -el número oficial se conocerá esta tarde- señalan que el nivel se sostendrá aunque, lejos de alcanzar una recuperación, confirmarían la tendencia que atravesó buena parte del 2025: una economía que no cae, pero tampoco avanza, sostenida en pocos sectores ganadores mientras el resto se hunde.
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En la vereda opuesta, el empleo registrado sigue en caída libre. Tras los cambios laborales implementados con la “Ley Bases” en 2024 (mayor periodo de prueba, categoría de colaboradores “independientes”, fondos de cese laboral optativos) lejos de crear fuentes de trabajo, el último dato oficial difundido recientemente (SIPA, sep/25) indicó que se perdieron más de 240.000 puestos de trabajo asalariados registrados, con particular destrucción en el sector privado (-154.000 puestos), seguido del empleo público (-57.000) y en casas particulares (-30.000).
Esto ocurrió en una coyuntura donde el cierre de empresas no encuentra freno y en los últimos 22 meses llegó a 19.114, según la Superintendencia de Riesgos del Trabajo. En lo que concierne al tamaño de la empresa se evidencia un mayor cierre en las microempresas (hasta 10 ocupados) donde cerraron 18.494 firmas entre noviembre de 2023 y agosto de 2025, en tanto que en las pequeñas y medianas (entre 11 y 500 empleados) se registran 600 compañías menos, y cerraron 70 grandes empresas (más de 500 ocupados) aunque con mayor impacto en el empleo (-188.525 trabajadores cubiertos con ART).
Cabe preguntarse entonces, siguiendo las cifras oficiales, ¿por qué crece la actividad pero se destruyen puestos de trabajo? El oficialismo sostiene que es “por la norma laboral”, es decir, que la flexibilización de la legislación laboral sería la solución para crear trabajo de calidad. No obstante, al menos tres factores principales contradicen el argumento oficial: 1) los sectores que impulsan el crecimiento no son intensivos en empleo, 2) las propias actividades dinámicas también están perdiendo puestos registrados y 3) la informalidad y el cuentapropismo tienen cada vez más protagonismo en el modelo actual.
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Sobre el primer punto, la respuesta a una actividad que no genera empleo está, en realidad, en la fuerte heterogeneidad sectorial y en un único motor que mantiene a flote el promedio general: más del 65% del crecimiento proviene de Impuestos e Intermediación Financiera, dos sectores que no crean empleo y que compensan la profunda caída del aparato productivo. Los sectores de mayor intensidad laboral -Industria, Construcción, Comercio- siguen en terreno negativo. “Sacando intermediación financiera e Impuestos netos de subsidios, la actividad económica estaría en los mismos niveles de noviembre de 2023”, señaló un informe de la consultora C-P que analizó el impacto en la actividad si se excluyen ambos sectores. El crecimiento interanual sería de 2,2% (casi 3 puntos menos que el resultado actual).
En concreto, si se pone la lupa en cada sector se observa que aquellos más dinámicos y que explican la mejora en la actividad -Sector agropecuario, Minas y canteras e Intermediación financiera- se expandieron 31,7% entre los primeros nueve meses de 2023 y mismo período de 2025, sin embargo, prácticamente no crearon puestos de trabajo (apenas 354 puestos). Por el contrario, los sectores que se contrajeron (Industria, Construcción y Comercio) experimentaron una caída del 8,5% en su nivel de actividad, destruyendo 108.881 empleos registrados. Por otro lado, los sectores de desempeño intermedio en materia de actividad económica –Pesca, Electricidad, gas y agua, Hoteles y restaurantes, Transporte y comunicaciones y el Resto de los servicios- tuvieron un bajo nivel de crecimiento (1,6%) y también redujeron la cantidad de empleos registrados (-64.074).
“Los límites de la recuperación también se advierten al considerar que la tasa de inversión fue de apenas el 15,7% del PIB durante el segundo trimestre del año, considerablemente más baja que la de 2023 (18,5%). Esto no solo se enmarca en la caída del consumo sino en una franca caída del nivel de rentabilidad, por un lado, el excedente bruto de explotación cayó del 43,4% al 38,4% del valor agregado entre el primer semestre de 2024 y el mismo período de 2025. Por otro, se registran pérdidas contables en un conjunto seleccionado de grandes empresas durante el tercer trimestre de 2025 (-1,0%) cuando en el mismo período de 2024 habían registrado un nivel positivo (13,8%)”, explicó un informe del centro CIFRA-CTA.
Un segundo punto tiene que ver con que, incluso en sectores dinámicos, se pierde empleo registrado. Como contó El Destape en esta nota, se perdieron empleos formales en dos sectores productivos dinámicos como la minería y la industria petrolera donde hay “87.500 empleos formales, cuando en noviembre de 2023 había 94.600”.
La informalidad y el cuentapropismo, avanzan
“Muy positivos los datos de empleo publicados recién. 240.000 nuevos empleos (en los 31 aglomerados urbanos) respecto a un año atrás, y tasa de desempleo que baja a 6,6%”, señaló el ministro de Desregulación, Federico Sturzenegger, en la red social “X” tras conocerse los datos del mercado laboral para el tercer trimestre de este año.
Lo que no mencionó el funcionario es que esos nuevos empleos son, en gran medida, empleo precario: 85% de los 240 mil nuevos empleos son informales. “La informalidad se ubicó en los niveles más altos de los últimos dos años, alcanza al 43,3% de los ocupados”, señaló el investigador Luis Campos, del Instituto de Estudios y Formación de la CTA – Autónoma y agregó que, a su vez, “el empleo por cuenta propia (y dentro de esta categoría quienes no realizan aportes) sigue siendo la categoría ocupacional más dinámica. En el último año pasó del 23,3% al 24,5% del total, el valor más alto de la historia reciente”.
Este factor explica lo que sucede con una tasa de desocupación que bajó (de 6,9% a 6,6%) pero convive con una caída del peso del trabajo asalariado dentro del total de ocupados (de 73,1% a 71,9%) que se ubica así en el nivel más bajo de los últimos años (con excepción de la pandemia) y un aumento del cuentapropismo, que llega a su nivel máximo (nuevamente, exceptuando la pandemia). “Esto significa que el mercado laboral ‘mejora’ principalmente por la vía de estrategias de rebusque y autoempleo de subsistencia”, señaló un informe del Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas (IPYPP) que destacó también que la presión efectiva sobre el mercado de trabajo (desocupados y ocupados demandantes) llega al 22,7%, un incremento de 1,8 puntos respecto a 2023, equivalente a 430 mil personas más buscando empleo.
Así, lejos de expresar una mejora virtuosa en el mercado de trabajo, se observa claramente que la única categoría que logra incrementar el empleo, es aquella que a su vez genera los peores ingresos. Según los últimos datos disponibles, los trabajadores por cuenta propia informales tienen ingresos medios que se ubican un 54% por debajo de la media y una tasa de pobreza que más que triplica a la de los asalariados formales. “La categoría de empleo que más crece es aquella que define el proceso de empobrecimiento generalizado de la sociedad argentina”, remarcaron desde el IPYPP.
Sin soluciones de fondo
Mientras el tratamiento del proyecto de reforma laboral se pospuso para febrero, los problemas de fondo persistirán de no cambiar el enfoque que se propone el gobierno nacional: las reformas laborales no generan empleo por si solas, la informalidad se explica centralmente por el bajo crecimiento del PBI; y los cambios en las negociaciones colectivas prometen aumentar la desigualdad y debilitar los pisos salariales.
“Por su limitada efectividad, la estrategia oficial no solo corre el riesgo de postergar las mejoras que promete y consolidar las dificultades actuales, sino que, al ser unilateral y carecer de ámbitos de construcción de consensos podría comprometer tanto su viabilidad como su sostenimiento en el tiempo. El riesgo de una frustración de la agenda oficial es muy alto. Al mismo tiempo, la oposición, al sostener el status quo, deja un vacío en el debate y facilita el avance de la agenda oficial”, analizaron desde la consultora C-P.
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A su vez, si al administración libertaria persiste en su política de apertura descontrolada de importaciones (las cantidades importadas ascendieron arriba del 30%, marcando en los últimos dos meses los niveles más altos de la era Milei, con epicentro en las de bienes de consumo final) es posible esperar “una mayor sustitución de producción local por importaciones ya que se despliegan en un contexto de franco estancamiento de la producción doméstica y de contracción de la producción industrial”, alertaron desde CIFRA-CTA.
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En definitiva, el gobierno intenta culpar a la existencia de normativa laboral y a la propia organización sindical por la falta de empleo, desconociendo el rol del programa económico en el nivel de actividad y la generación de puestos.
