Desde que Israel lanzó el jueves pasado un ataque contra Irán para "neutralizar" su programa nuclear, más de 200 civiles murieron y la cúpula militar de la República Islámica sufrió varios golpes críticos. Primero, fueron asesinados el jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas y el jefe de la Guardia Revolucionaria iraní; luego se sumaron las muertes de líderes de la Fuerza Aeroespacial. Son bajas importantes, pero la pieza fundamental de la teocracia islámica iraní es el Ayatolá Alí Jameneí, líder supremo y espiritual del país, y, por eso, el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu declaró a la prensa que su asesinato supondría el "fin del conflicto". Lejos de recibir una condena mundial por esta amenaza, su aliado y quizás el hombre más poderoso del mundo, el presidente de Estados Unidos Donald Trump, convalidó la idea y sólo aclaró que Washington no va a matarlo "al menos por ahora".
El fin de semana circularon versiones que indicaban que Trump habría frenado un intento de Netanyahu de asesinar a Jamenei, quien ostenta el más alto cargo del Estado iraní desde 1989, tras la muerte del primer Ayatolá que fundó la teocracia después de la revolución iraní de 1979, Ruhollah Khomeini. Más allá de la veracidad de estos rumores, lo cierto es que las amenazas ya son públicas: Trump dijo que sabe "exactamente dónde se esconde" mientras que Jamenei renovó su promesa de "vencer" a Israel y prometió a Estados Unidos que sufrirá "daños irreparables" si suma a los ataques de Israel.
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¿Está en crisis la teocracia de los Ayatolas?
El reciente asesinato de más de 15 comandantes, la muerte el año pasado del presidente iraní Ebrahim Raisi -a quien Jamenei veía como un posible sucesor- y las protestas hace unos años por el asesinato de la joven Mahsa Amini a manos de la "policía moral iraní" dejaron al régimen clerical "muy golpeado", según opinó en diálogo con El Destape el director de la licenciatura en Relaciones Internacionales de la Universidad Austral, Said Chaya. El politólogo afirmó que hay un "problema de legitimidad dando vueltas" que se hizo visible sobre todo en las masivas protestas de 2022 popularizadas con el lema "Mujer, Vida y Libertad" en rechazo a la ejecución de la joven Mahsa Amini por no llevar bien puesto el velo islámico. Y opinó que la posibilidad de una reforma del régimen debe estar en alguna parte de la agenda del sector religioso pero que no terminan de concretarse. "Prefieren reprimir en lugar de reformar", aseguró el politólogo.
Una posición similar sostuvo en diálogo con este portal Raz Zimmt, director del programa Irán y del Eje Chiíta del Instituto de Estudios de Seguridad Nacional de Tel Aviv, al argumentar no solo que Jamenei está perdiendo varios líderes de alto rango sino que se ve forzado a tomar decisiones muy rápido. "Está camino a un dilema: tomar decisiones difíciles y aceptar concesiones que se negó a aceptar recientemente, o poner en riesgo la estabilidad de su régimen", apuntó Zimmt a El Destape. Para el investigador, la opción de elegir entre someterse a una negociación con Washington y abandonar el enriquecimiento de uranio, por un lado, y "arriesgar la supervivencia del régimen" y arrastrar a Estados Unidos a la guerra, por otro, deja a Jamenei en un lugar muy difícil.
Ante la pregunta sobre si es posible pensar en el fin de la teocracia de los Ayatolas aseguró que es "totalmente posible" pero que por ahora no ve ninguna "amenaza real" a ese sistema político. Principalmente descartó la hipótesis en lo inmediato porque por ahora no hay masivas protestas contra las autoridades iraníes. Por el contrario, la sociedad parece haberse unido frente a los declarados "enemigos externos" y sus devastadores ataques. Chaya coincidió: "La guerra une, la paz divide", sentenció y subrayó que es difícil establecer hasta qué punto este nuevo enfrentamiento perjudica al estamento clerical, sobre todo al tener de adversarios a Israel y Estados Unidos.
Desde la Revolución Islámica de 1979 que derrocó al Sha Mohammad Reza Pahlevi, el vínculo entre Irán, Israel y Estados Unidos es de enemistad. El régimen teocrático chiíta encabezado entonces por el primer Ayatolá consolidó su intención expansionista con hostilidades directas hacia los sunitas y su principal aliado fuera de la región, Estados Unidos. Según explicó el periodista Ezequiel Kopel en su libro Medio Oriente, lugar común, la potencia regional trazó una estrategia militar singular: por un lado, se opuso a la de los gobiernos sunitas de la región, como Arabia Saudita, y, por otro, comenzó a intentar desarrollar su propia capacidad nuclear, como complemento de la capacidad militar convencional, sumado al fortalecimiento de fuerzas irregulares como Hezbollah en el Líbano, un partido-milicia también chiita.
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Al frente del Estado por 36 años, Jamenei tuvo un rol destacado en la conformación del Irán moderno. Condujo al país persa a la firma del Acuerdo Nuclear junto a Estados Unidos, China, Francia, Alemania, Rusia y Reino Unido en 2015 (que luego Trump hizo volar por los aires); autorizó el ataque a Arabia Saudita en 2019 y dio la orden de atacar con misiles a Israel el año pasado como represalia por el asesinato del entonces jefe de Hamas, Ismail Haniyah, en Teherán. Fue clave también su decisión de rearticular y proyectar regionalmente a Hezbollah en la posguerra del Líbano en 2006, y la orden de apoyar militarmente al entonces gobierno de Bashar al Assad en Siria durante la guerra civil que se desató en ese país, tras la represión de protestas en la Primavera Árabe.
El poder del Ayatolá
Como jefe de Estado y comandante en jefe del Ejército, el Ayatolá es una figura que concentra todo tipo de poderes. Según la Constitución iraní, el Ayatolá tiene la potestad de declarar la guerra y la paz y movilizar al ejército. Además, concentra la autoridad sobre la Policía Nacional y la Policía de la Moral, encargada de velar por el respeto a las tradiciones islámicas. Uno de los ejemplos más conocidos en el mundo es el uso de la hijab o velo islámico.
El Ayatolá es también quien controla el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI), responsable de la seguridad interna del país, y de su ala de voluntarios, la Fuerza de Resistencia Basij, abocados a reprimir cualquier disidencia política dentro del país.
La Constitución también le otorga al Ayatolá la facultad de “nombrar, destituir y aceptar las dimisiones” de los miembros del Consejo de Guardianes, una instancia clave que, por ejemplo, es la que debe aceptar o rechazar quiénes son candidatos a la Presidencia y a otros altos cargos de los tres poderes. La Constitución también lo habilita a convocar referéndums y dar de baja los mandatos presidenciales.
Si bien el alcance del poder de Jameneí es extenso, Chaya señaló que actualmente es la "camarilla religiosa" que forma el Consejo de Guardianes quienes trazan junto a él las líneas gruesas del Gobierno. "No hay que poner el acento sólo en la persona de Jameneí porque es una persona ya entrada en años que dudo que ejerza un liderazgo personalista. Él lo que hace es en definitiva reproducir un discurso que ya está listo. Tiene una función más bien fija de indicar cuál es el camino, pero esa función es al mismo tiempo propagandística", argumentó Chaya y enfatizó: "Con él no se negocia, sólo el Presidente lo hace y en privado".
Tanto Estados Unidos como Israel parecen ilusionarse con la posibilidad de un cambio de régimen en Irán al provocar la caída del Ayatolá. El miércoles en declaraciones a la prensa Trump dijo que "cualquier cosa es posible" y afirmó tener un "plan para todo", mientras que Netanyahu había dicho días antes que está "creando las condiciones" para que eso suceda. Si no es mediante una acción directa, busca forzar las condiciones de malestar interno para no ensuciarse las manos. No sería la primera vez que suceda algo así. En 1953 la Estados Unidos junto al Reino Unido orquestaron el golpe contra el primer ministro iraní Mohammad Mosaddegh elegido de forma democrática.