La posibilidad de una larga y destructiva guerra entre dos potencias de Medio Oriente tiene en vilo al planeta y también a la Argentina. Razones no faltan: Irán nunca había conseguido ejercer este tipo de daño en ciudades como Tel Aviv o Haifa, e Israel atacó instalaciones nucleares además de refinerías claves para una potencia energética como es la República Islámica. Entre las posibles y múltiples consecuencias devastadoras de este conflicto se va escurriendo la atención del mundo, justo en el momento en el que los palestinos de Gaza más la necesitan. La situación en el devastado y asediado territorio está peor que nunca: Israel no para de bombardear y convirtió la entrega de comida en "una trampa mortal", según describió la Unrwa, la mayor agencia de la ONU en la Franja de Gaza; más del 90% de la población ya cambió de refugio entre seis y 19 veces para salvar su vida y la única posibilidad de que sobrevivan es que el gobierno de Benjamin Netanyahu ponga fin a su bloqueo y permita el ingreso de toneladas de ayuda humanitaria que están varada hace más de tres meses en los países vecinos.
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Mientras Israel invita a dirigentes políticos y periodistas extranjeros a cubrir los ataques de Irán contra su territorio, hace 20 meses que no permite el ingreso de la prensa internacional a la Franja de Gaza. Además, mató a más de 200 periodistas y atacó edificios de medios comunicación en la Franja. El resultado es un apagón informativo que alimenta a su relato deshumanizador en el que sólo existe Hamas y su lucha armada, y no las familias, las madres, los padres y los niños palestinos que lloran a sus seres queridos, sufren amputaciones, se enferman porque no hay agua limpia y empiezan a verse los huesos cada vez más sobresalidos porque pasan hambre todos los días, hace meses.
Entre los pocos testigos directos de este genocidio está la Unrwa, la agencia de la ONU que se creó en 1949 para asistir a los más de 700.000 refugiados palestinos registrados que fueron desplazados un año antes tras la fundación del Estado de Israel. Es la mayor organización humanitaria en la Franja de Gaza, uno de los objetivos predilectos de los ataques israelíes: en 2024, de los168 trabajadores de la ONU murieron en todo el mundo, 126 eran de Gaza y, de ellos, 125 eran de Unrwa. El año pasado, Israel también acusó a sus trabajadores de colaborar con Hamas y hasta de haber participado en el ataque del 7 de octubre de 2023. Nunca mostró evidencia, pero la ONU investigó, echó a 9 de sus 13.000 empleados por posibles vínculos y no encontró pruebas concretas de una participación en el atentado. De todas formas, Israel prohibió a la Unrwa en su territorio. En otras palabras, el Estado que hace 58 años ocupa militarmente los tres territorios con mayor concentración de refugiados palestinos ilegalizó a la agencia de la ONU que hace 76 años funciona como una suerte de Estado garantizándoles educación y salud.
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El último golpe de Israel a la Unrwa fue cuando a finales de mayo pasado, en medio de las alertas internacionales por una hambruna, decidió que ni ella ni el resto de las organizaciones humanitarias se ocuparan más de entregar comida y solo le permitó ingresar y distribuir alimentos a una empresa estadounidense ignota, vinculada a militares y dirigentes políticos israelíes. El resultado fue, como sostuvo la Unrwa, "una trampa mortal" que ya se cobró más de 300 vidas, según denunció el lunes las autoridades de la Franja.
"Este nuevo sistema se impone en una zona de hambruna sin ninguna experiencia previa, sin suficiente comida y, principalmente, sin suficientes centros de distribución. El gobierno israelí abrió cuatro, la ONU tiene 400. Además, trae comida para 1,2 millones de personas, pero en Gaza hay 2,2 millones y todos están pasando hambre. Entonces, ¿qué pasa? Abren un centro de distribución, todos en Gaza corren aún bajo las bombas y muchos son asesinados en el camino. Todos hemos vistos las fotos. El gobierno de Israel además puso unas jaulas para terminar de humillarlos por completo. Todos se amontonan, se empujan en la jaula enfrente del centro de distribución. Se crea una situación de caos y, entonces, las fuerzas israelíes le disparan a esas mismas personas y las matan. ¿Cómo se puede llamar a eso? No es un centro de ayuda, es un centro de la muerte", denunció Tamara Alrifai, directora de Relaciones Externas y Comunicación de Unrwa, en diálogo con El Destape.
Ya van tres semanas de esta misma dinámica y nada cambia. La misma humillación, desesperación, caos y, finalmente, más muertos. "Hay que entender que se trata de un lugar que ha sufrido una destrucción masiva, todas las personas han quedado muy traumadas, perdieron todo. Alrededor del 90% de la población ya se desplazó entre seis y 19 veces, eso significa que todo el tiempo se están moviendo, perdiendo cosas. Muchos perdieron a más de un familiar, ya casi no les queda nada, incluida la comida. El nivel de desesperación es muy, muy alto", describió Alrifai para entender cómo las mismas escenas se repiten día tras días en nuevos centros de distribución. Incluso si, como contó, influencers y periodistas gazatíes tratan de advertir que los soldados israelíes usan este sistema también para detener gente. "Esto es cualquier cosa menos un sistema humanitario", sentenció.
Como describe la funcionaria de Unrwa, Israel decidió asfixiar el sistema humanitario existente y reemplazarlo con uno cruel que sirve más a sus intereses que a los de los palestinos. Y lo hizo en el momento de mayor debilidad de la población civil. "Hoy toda la Franja es completamente dependiente de la comida y los suministros externos", destacó Alrifai, luego que un reciente informe destacara que entre el 78 y el 98% de las tierras cultivables del territorio ya no sirven, al igual que un porcentaje similar de las zonas verdes. "Es extremadamente peligroso que una población entera dependa de organizaciones humanitarias", agregó.
Israel mantiene -con la colaboración de Egipto- un bloqueo sobre la Franja de Gaza desde 2006, cuando Hamas ganó las últimas elecciones que se realizaron en los territorios palestinos ocupados. Desde entonces, y con una ofensiva militar cada dos o tres años, sólo podía entrar o salir lo que los sucesivos gobiernos israelíes permitían. Entraba ayuda humanitaria y bienes comerciales para el 40% de la población laboralmente activa que tenía trabajo y podía comprar en los mercados o hasta en el shopping, que hoy fue destruido. El 7 de octubre de 2023, cuando Israel respondió al atentado de Hamas con la peor ofensiva militar conocida hasta ahora, eso se terminó. La ayuda humanitaria empezó a entrar a cuentagotas hasta que hace más de tres meses se suspendió por completo. La advertencia no es exagerada. Con el bloqueo y la destrucción de las sucesivas ofensivas militares israelíes, la Franja de Gaza fue perdiendo cada vez cualquier capacidad de autoabastecimiento, aunque sea parcial, y se fue volviendo cada vez más dependiente de la ayuda externa. Hoy, esa dependencia total se convirtió en otra arma del arsenal de Israel.
"Cuando los padres nos traen a sus hijos a una de nuestra clínicas móviles o a ver a los médicos en los centros médicos, los chicos se ven cada vez más vulnerables. Las mujeres embarazadas o las que acaban de parir cada vez pueden dar menos el pecho porque no están comiendo o tomando lo suficiente. Una colega me dijo la semana pasada, antes del corte de internet, que tuvo que compartir una de las barras energéticas que damos en los paquetes de comida con otros dos colegas. Era la última barra de la última distribución que hicimos antes de que se rompiera la tregua" a principio de año", contó Alrifai.
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Mientras conversa con este portal, a Alrifai le suena una alarma. Le acaban de avisar que el suministro de combustible está a un nivel tan bajo que todas las operaciones en la Franja de Gaza están comprometidas. "No es sólo la comida. De hecho, la distribución de comida probablemente sea la tarea menos importante de Unrwa porque hay otras organizaciones en el terreno que pueden hacerlo. Por ejemplo, normalmente hacemos atención primaria, a embarazadas, madres y primera infancia, damos vacunas, atendemos diabetes y problemas de presión. Pero, en tiempos de guerra, nuestros médicos y enfermeros hacen todo. Tenemos unas clínicas médicas que salen con un auto y recorren toda Gaza. Hacemos 1.800 consultas por días. Necesitamos el combustible", explicó.
Y agregó: "En este momento, en Gaza, una de las cosas más importantes es que se hace con el agua, el higiene y cómo se gestionan los residuos sólidos. Tenemos camiones y máquinas que procesan toneladas y toneladas de desechos humanos y basura todos los días. Necesitamos combustible. Y sin agua potable y sin una gestión de los residuos sólidos, la salud pública en Gaza va a ser aún más desastrosa de lo que es ahora."
El combustible también es vital para mantener funcionando las 280 escuelas que Unrwa manejaba hasta 2023 y que con la ofensiva israelí se convirtieron en refugios para los dos millones de palestinos que ya abandonaron sus casas. Muchas de ellas están dañadas por los bombardeos de Israel, pero igual siguen funcionando, como pueden, como techo para cientos de familias.
"Los indicadores de niños hambrientos son altos según nuestros médicos. La posibilidad de una hambruna es real, no es sólo una proyección de datos estadísticos. Los médicos están registrando el mayor número de niños amputados en el mundo en términos relativos con la población. Todo esto es real", insistió Alrifai como si estuviera respondiendo al gobierno israelí o a sus aliados internacionales, como el gobierno de Javier Milei, que subestiman la catástrofe humanitaria en Gaza o ponen toda la responsabilidad sobre Hamas.
Toda la descripción de Alrifai de lo que sucede en la Franja de Gaza es real, pero en estos últimos 20 meses Israel tiñó de culpa a todos los palestinos por lo que hizo Hamas. Y en ese proceso fue central extender la sospecha a la Unrwa, la agencia de la ONU que en lo operativo garantizaba un umbral mínimo de servicios para los palestinos, pero en lo simbólico también representa una de sus principales reivindicaciones históricas: si hay refugiados es porque fueron expulsados por la fuerza y si fueron expulsados por la fuerza tienen el derecho a retornar.
Después de casi 80 años de conflicto y de fallidas y escasas negociaciones, la suerte de 6 millones de refugiados (ya van tres generaciones) prácticamente desapareció del debate político internacional. Una de las pocas pruebas de que los refugiados palestinos existen y que el mundo alguna vez les reconoció el derecho a retornar es la Unrwa.