El aceite del motor es uno de los componentes más importantes del vehículo, ya que actúa como lubricante, refrigerante y limpiador interno del sistema mecánico. Sin embargo, muchos conductores subestiman su rol o demoran su reemplazo, sin advertir que esta práctica puede acortar drásticamente la vida útil del motor y generar reparaciones muy costosas.
La frecuencia ideal para cambiar el aceite varía según el tipo de vehículo, el uso y el tipo de aceite utilizado. En líneas generales, los autos modernos requieren un cambio cada 10.000 a 15.000 kilómetros, o una vez al año si no se alcanza ese recorrido. En vehículos más antiguos, o con uso urbano intenso (tránsito, arranques y detenciones constantes), la recomendación suele bajar a cada 5.000 o 7.000 kilómetros. También influye el tipo de aceite: los minerales se degradan más rápido que los sintéticos o semisintéticos, que ofrecen mayor resistencia térmica y estabilidad química.
El por qué de este mantenimiento radica en la función múltiple que cumple el aceite. Su tarea principal es lubricar las piezas móviles del motor para reducir la fricción. Además, ayuda a disipar el calor, evita la corrosión y retira impurezas y residuos metálicos que se generan con el uso. Con el tiempo, el aceite pierde su viscosidad, se oxida y acumula partículas que lo vuelven menos eficaz, lo que repercute directamente en el rendimiento del vehículo.
Cuándo hay que cambiarle el aceite al auto
Cuando el aceite se cambia fuera de término, comienzan los problemas. La falta de lubricación adecuada genera un aumento de la temperatura interna y una fricción excesiva entre pistones, válvulas y cigüeñal. Esto puede provocar desde un simple ruido metálico o pérdida de potencia, hasta graves daños estructurales, como el gripado del motor o la rotura de componentes vitales. En esos casos, el costo de reparación puede superar fácilmente el valor del mantenimiento preventivo.
Otro riesgo común es que el aceite viejo forme lodos o sedimentos, obstruyendo conductos y filtros. Esto afecta el flujo de lubricante y obliga al motor a trabajar forzado, con un consumo mayor de combustible y emisiones contaminantes más altas.
Por eso, los especialistas recomiendan revisar el nivel y el color del aceite al menos una vez al mes, o antes de un viaje largo. Si el color es oscuro o el nivel está por debajo de la marca mínima, es momento de reemplazarlo y cambiar el filtro de aceite, ya que este retiene impurezas y su saturación puede anular el efecto del cambio.
En definitiva, cambiar el aceite no es un gasto, sino una inversión en la salud del motor. Respetar los plazos indicados por el fabricante y utilizar productos de calidad no solo prolonga la vida útil del vehículo, sino que garantiza un funcionamiento más eficiente, seguro y económico.