Argentina … una caja de Pandora

21 de julio, 2025 | 12.57

En el mito de la caja de Pandora se plantea que Zeus, enojado con los humanos por el robo del fuego por parte de Prometeo, crea a Pandora como castigo y la dota de todos los encantos y regalos de los dioses, a la que le entrega una caja o ánfora con la advertencia de no abrirla. La curiosidad de Pandora la lleva a abrir la caja, contrariando esa prohibición expresa, liberando enfermedades, sufrimientos, guerras, hambre y otros males sobre la humanidad. Sólo la esperanza permanece atrapada en el interior, simbolizando que incluso sometidos a los mayores padecimientos siempre queda y debe guardarse la esperanza. El mito de Pandora, también, consiste en una alegoría acerca de la naturaleza humana, particularmente sobre la curiosidad y las consecuencias que pueden deparar nuestras acciones.

Autoritarismo creciente

A medida que se empantana la Economía al no responder a los fetiches de Mercado, postulados desde una idealización fanática e irreal de supuestas “leyes” inmutables que se pretende la rigen desde la noche de los tiempos, la desesperación y la exasperación van en aumento en las huestes oficialistas.

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El negar a la Política y, sobre todo, la total ignorancia que demuestra el primer mandatario de las reglas más elementales -gusten o no- a las que se ciñe, como su incidencia determinante en todos los ámbitos que, claro está, incluye a lo económico y social, agrega una dosis importante de frustración que lejos de disimular con la catarata de insultos que le son tan propios, por el contrario, hace más ostensible la impotencia para alcanzar una gobernanza mínimamente aceptable.

El malestar social general se advierte en el día a día, pero cobra especial significación en el incremento de protestas callejeras -cada vez más multitudinarias- y en la comunión, solidaridad y articulación que concita de diferentes demandas populares, sin que el esfuerzo represivo -simbólico y efectivo- del Ministerio de Seguridad con el consiguiente temor que, lógicamente, infunde, se muestre eficaz para neutralizarlas o inhibir la creciente participación activa de la ciudadanía.

Creído de encarnar un poder “soberano y omnímodo” iluminado por fuerzas celestiales horneadas por su hermana astróloga, que le alientan los alcahuetes de turno que lo rodean y sus mandantes naturales a cuyos intereses corporativos se subordina disciplinadamente, da rienda suelta a su antirrepublicanismo. Puesto en clara evidencia desde su discurso inaugural al asumir la presidencia de la Nación -dando la espalda a la Asamblea legislativa y fuera del recinto donde estaba constituida- y, ahora, amenazando con prescindir del Congreso -algunos son más claros en esa idea, planteando directamente la clausura del Parlamento-, acudiendo viciosa y serialmente a los decretos, ordinarios o de aducida necesidad y urgencia.

Unos días atrás, un amigo periodista (Martín Álvarez Pereyra) me hizo llegar un comentario referido a una nota publicada por el Financial Times, un periódico británico con ediciones en muchos países que se enfoca principalmente en noticias internacionales de negocios y de economía, fundado en 1888 y fusionado con el Financial News en 1945, que entronca con lo que se viene señalando.

Un medio insospechable de filo kirchnerismo, filo peronismo o de cualquier otro “filo” antagónico al neoliberalismo, siendo una de las voces más escuchadas del poder financiero global, puso en duda la solidez del experimento libertario. En un artículo publicado el 14 de julio, y luego en declaraciones a Radio Urbana, Michael Stott –editor para América latina del medio británico– desarmó el esquema económico de Javier Milei y advirtió que, lejos de consolidarse, “ya empieza a mostrar sus fisuras en la economía real”. “El peso está muchísimo más fuerte que al inicio del gobierno, y esa sobrevaluación condiciona toda la política económica”, alertó. Para Stott, el tipo de cambio artificialmente apreciado opera como un corset: impide acumular reservas, destruye la competitividad exportadora y potencia el desequilibrio externo. “Ya lo vimos con Menem: bajar la inflación a cualquier costo, sin cuidar el resto, termina mal”, dijo, en una frase cargada de memoria económica argentina.

No debería sorprender

Las maniobras disruptivas de la democracia en nuestro subcontinente han demostrado y siguen presentando multiplicidad de mecanismos, cuya violencia explícita o enmascarada para hacerse del poder “institucional” absoluto depende de los vaivenes de distintos factores, agentes diversos, terminales ligadas a la Embajada de EEUU y fortalezas o debilidades contingentes de gobiernos que pudieran poner en riesgo la hegemonía del capital concentrado.

En el presente siglo se registran, entre otros, los casos de Honduras (Zelaya 2009), Ecuador (Correa en 2010 y luego, en 2024/2025 alentado por Novoa), Paraguay (Lugo en 2012), Brasil (Dilma Rousseff en 2016), Bolivia (Evo Morales en 2019). En el siglo anterior, los quiebres institucionales fueron un clásico durante toda esa centuria en los que ocuparon un rol principal visible las fuerzas armadas, así como se sustentaron en sectores civiles representantes del poder económico que les marcaba la hoja de ruta a los golpistas de uniforme.

Sin embargo, traeré a la memoria dos casos que -de alguna manera- resultaron emblemáticos en las décadas del 70’ y del 90’ del siglo XX y a los cuales, entiendo, es preciso prestarles particular atención en nuestros días.

Uno fue el de Juan María Bordaberry del Partido Colorado (fuerza política conservadora que alternaba el gobierno con el Partido Blanco, hasta ese entonces) presidente constitucional de Uruguay desde marzo de 1972, fue el mascarón de proa del golpe “institucional” del 27 de junio de 1973, hasta que el 12 de junio de 1976 es separado del cargo y asumen el gobierno sin tapujos los militares. Como antecedentes inmediatos se registran, en febrero de 1973 la creación del Consejo de Seguridad Nacional (COSENA) con el declarado propósito de asesorar en asuntos de Seguridad Nacional al Poder Ejecutivo, asignándole atribuciones reñidas con la Constitución y las leyes uruguayas; y la ostensible pérdida de popularidad de su gestión gubernativa como de apoyo del Congreso en los meses siguientes, que lo llevan a disolver ambas Cámaras y a clausurar el Parlamento en junio de aquel mismo año.

Otro, el de Alberto Fujimori, presidente de Perú, que en abril de 1992 llevó a cabo un autogolpe de Estado asumiendo plenos poderes legislativos y también de índole judicial, como consecuencia de la disolución que dispusiera tanto del Congreso como del Poder Judicial con el declamado objetivo de proceder a su reorganización. Dando paso, así, a un período sin precedentes en ese país -su gobierno iniciado en 1990 duró más de una década-, que se caracterizó por un fuerte control y censura sobre los medios de comunicación, la conformación bajo la superficie de una estructura de poder alternativa a través de los servicios secretos dirigidos por Vladimiro Montesinos y el apoyo de las fuerzas armadas, un drástico cambio del rumbo económico hacia el neoliberalismo, una corrupción generalizada y políticas represivas signadas por delitos de lesa humanidad.

Volviendo a nuestros días, el 16 de julio de 2025 en una nota publicada en el diario La Nación por el periodista “republicano” Joaquín Morales Solá, a quien siempre hay que leer entre líneas o, incluso, a contrapelo de la literalidad de sus artículos, se hacía el siguiente relato interpretativo de la disputa -al estilo “Pimpinela”- entre Javo y Vicky.

“Es difícil imaginar a Victoria Villarruel urdiendo una conspiración para tumbar del poder a Javier Milei y hacerse ella de la poltrona presidencial. Al revés, algunos sectores del propio mileísmo señalan que la vicepresidenta es “demasiado institucionalista” en el manejo del Senado, que le corresponde presidir. Tampoco es una ciega política, como para negar que el Presidente cuenta con un considerable nivel de simpatía popular; es un momento, en verdad, que no le permite imaginar a nadie sensato que Milei desbarrancaría antes de concluir con su actual mandato. Sin embargo, otras fuentes oficiales aseguran que la vicepresidenta se reunió con empresarios y con dirigentes políticos, y que en esos encuentros se manifestó dispuesta a hacerse cargo del gobierno si el jefe del Estado no pudiera llegar al final constitucional de su gestión.

(…) Todas las versiones cercanas a Villarruel sostienen que ella se dio cuenta hace rato de la situación terminal de su relación con Milei, y que inclusive esa certeza la llevó a cambiar drásticamente su entorno en los últimos dos meses. El equipo que la rodea ahora tiene algo (o mucho) de las ideas que, al parecer, son las de la vicepresidenta. Una parte viene del sector conservador de la Iglesia católica; otra parte viene del peronismo más tradicional (no kirchnerista), y una última parte pertenece al universo de los militares retirados. Uno de ellos, con un cargo en el Senado, fue estrecho colaborador del exjefe del Ejército, César Milani. (…) Es probable, por otro lado, que Villarruel esté buscando en el peronismo un ámbito donde continuar su carrera política; el peronismo es ahora, ya con Cristina Kirchner presa, una fuerza política sin liderazgo y sin norte.

(…) Es la consumación del divorcio entre dos personas que, en el fondo, piensan muy distinto. Milei es un libertario antisistema, con algunos rasgos, pocos, de liberal, mientras Villarruel tiene una formación nacionalista e institucionalista, que la debe poner en la vereda de enfrente de algunas particularidades de la política económica, aunque no del superávit fiscal ni del orden en las cuentas públicas. Puede ser que no le gusten, en cambio, la rápida apertura de la economía que ya provoca la protesta de los industriales nacionales o las formas de expresarse del mandatario. Pero ellos estuvieron de acuerdo durante mucho tiempo, a pesar de que los dos cultivaban las mismas ideas desde siempre.”

Allá lejos y hace tiempo

En un libro de reciente aparición –“Los partidos antiperonistas: Del antifascismo a la conspiración (1943-1955)”- como parte de la investigación que lo sustenta, su autor Pablo Pizzorno acude a una serie de artículos periodísticos y documentos partidarios de la época como, también, a una vasta bibliografía, algunas de cuyas citas, comentarios y datos tomaré a los fines de esta nota.

“Diez días después de las elecciones (aludiendo a las de febrero de 1946), La Vanguardia (periódico del Partido Socialista) sentenciaba que ’24 horas de orden no suprimen el fraude de 30 meses de dictadura’ (…) De forma similar se había pronunciado la Prensa, en un editorial que si bien también admitía la normalidad del acto electoral, afirmaba que el proceso previo ‘no pudo ser más irregular’ y que aquello ‘impide hablar, sin grandes reservas, de elecciones limpias y honorables’ (…) También el Comité Nacional de la UCR se pronunció por esos días con una fuerte declaración que insistía en la denuncia de lo ocurrido durante la campaña, (sosteniendo) ‘Fue así, mediante coacciones morales y presiones físicas, como se deformó el juicio y perturbó la conciencia de gran parte del pueblo argentino. No puede, pues, decirse que los ciudadanos hayan podido ejercer sus derechos electorales con libertad de conciencia y serenidad de juicio.’ (…) Diría Guioldi (Américo Guioldi, dirigente del Partido Socialista Democrático, quien fue embajador en Portugal entre 1976 y 1979 designado por el genocida Jorge Rafael Videla):

“Una vez más el proceso enfrentó el primitivismo con el principismo, la vitalidad primaria con la cultura política. Sarmiento para su época hablaba de barbarie y civilización. En los resultados del 24 de febrero (de 1946) encontramos reunidos dos fenómenos dignos de análisis y juicio distinto: por una parte, el triunfo de la dictadura militar y por otra, una cierta rebelión de las masas populares que se movieron creyendo en la llegada del Mesías, redentor del proletariado, una vez por todas (…) Sin intentar una justificación, no podemos dejar de explicarnos lo sucedido, que es bastante parecido a lo que ocurrió en otros países que conocieron la aventura del fascismo.”

“El comunismo tomó parte activa en el antifascismo liberal argentino de los años treinta, principalmente en el campo intelectual (…), los intelectuales comunistas abrazarían la tradición liberal argentina, esto es, una manera de pensar la historia y de inscribir su acción política en un linaje conectado con la herencia de la Revolución de Mayo de 1810 …”

Es imprescindible tomar en cuenta que, sin precedentes en la historia política de aquellos días y superando antinomias ideológicas en apariencia irreconciliables, bajo la guía de Spruille Braden por entonces embajador de Estados Unidos de Norteamérica en nuestro país, se conformó una alianza de partidos inimaginable de la que formaron parte el Partido Socialista, la Unión Cívica Radical, el Partido Demócrata Progresista, el Partido Comunista y varios sectores del conservadurismo, bajo la común denominación de “Unión Democrática” para enfrentar a Perón quien, recién en noviembre de 1945, se valía del pequeño Partido Laboralista para hacer campaña y presentarse a los comicios de febrero de 1946.

Otro tanto importa considerar en orden a la participación que se registró en esos comicios, cercana al 90% del padrón compuesto por ciudadanos varones -ya que las mujeres recién obtuvieron el derecho al sufragio en 1947 por la Ley 13.010, popularizada como “Ley Evita”-, y en los que resultara vencedor Perón con el 55% de los votos frente al 45% alcanzado por la Unión Democrática.

Si bien existen diferencias ostensibles entre los contextos históricos de las elecciones de 1946 y de 2023, en mi opinión se verifica un fenómeno que opera como un común denominador: el antagonismo extremo y consolidado del antiperonismo, como prenda de unión entre diferentes identidades partidarias, que volvió a expresarse en la propuesta electoral del ballotage de noviembre de 2023.

Fenómeno, que no se observa sólo en las fuerzas políticas integrantes de la “alianza” que impulsó la candidatura de Milei, sino -y aquí un dato relevante- en la voluntad de una porción importante del electorado que con su voto le dio el triunfo al actual presidente de los argentinos.

Una de las muchas conclusiones que es posible extraer, precisamente, es la tradicional y aún vigente ambivalencia de un porcentaje significativo del electorado que termina definiendo la suerte de una elección, si bien de mayor complejidad resulta en la actualidad establecer la composición, origen y filiación de ese segmento de votantes.

Mañana es hoy, más que nunca

Trazar una suerte de analogía entre Pandora y Victoria Villarruel sería exagerado y hasta injusto con aquel mítico personaje, en cuanto a los dones que se atribuyen a una y otra, entre tantas diferencias que sea legítimo señalarles.

A pesar de ello, con cierta licencia metafórica, hay algo de aquel mito que está presente en la acción disruptiva de la Vice de Milei: el dejar salir -o más aún, impulsar la irrupción de- las calamidades que caracterizaron al terrorismo de Estado, coherente con su permanente reivindicación de los genocidas -entre los que se cuentan familiares y amigos suyos- apelando al eufemismo de “memoria completa”.

Así como los juegos e intrigas palaciegas en donde servicios de inteligencia -nacionales y extranjeros-, sectores de las fuerzas armadas y de seguridad, el capital concentrado y grupos extremadamente reaccionarios confluyen, rememorando la etapa que precediera al golpe del 24 de marzo de 1976, como a otros tantos de índole similar a los que se hiciera antes referencia.

Es cierto que con invocación a ese relato mitológico aún nos queda la esperanza, pero no basta con mantenerla a buen resguardo en una caja o ánfora, si no tomamos la decisión de nutrirla con acciones útiles y efectivas que transformen el espíritu esperanzador en convicciones sólidas, alentando salidas institucionales alternativas y estando dispuestos a poner el cuerpo en la reestructuración de un movimiento nacional y popular mediante el cual darles curso.