La verborragia de Donald Trump no solamente transformó el día soñado por Javier Milei en una pesadilla y hundió el precio de los activos nacionales en los mercados financieros. Al mismo tiempo se convirtió en el obstáculo menos esperado para un ambicioso plan que se había puesto en marcha dentro del gobierno argentino. Una jugada a varias bandas, orquestada desde Washington y ejecutada por Santiago Caputo, para desplazar a Karina Milei del epicentro de la toma de decisiones, y ocupar su lugar. Un golpe interno contra El Jefe para fundar una nueva gobernabilidad a medida de la Casa Blanca después de las elecciones.
El 27 de octubre no sólo es la fecha de vencimiento para el régimen monetario. También crece la expectativa de un recambio político al interior del gobierno que permita oxigenar la gestión y promueva la construcción de las mayorías necesarias para que se aprueben las reformas estructurales que promete el presidente argentino y promueven sus socios foráneos. Una renovación que vaya más allá del cambio de nombres, que empodere a algunos sectores que durante el año electoral quedaron a un lado en la toma de decisiones monopolizada por la secretaria general de la presidencia y sus laderos, Lule y Martín Menem, junto a Sebastián Pareja.
La excusa para la asonada palaciega será una derrota en las elecciones, que los conjurados a esta altura descuentan, si no esperan. Desde Estados Unidos llegará la presión para que Milei acepte, esta vez sí, correr a su hermana del centro del dispositivo político a un decoroso segundo plano, por las buenas o por las malas. A partir de ese momento, entraría en vigencia un nuevo esquema de gobierno, más dispuesto a repartir el poder y el botín con aliados valiosos. La coronación de esa maniobra llevaría a la renovación de la mitad o más del gabinete, con Caputo en la jefatura, absorbiendo para sí todo el poder del triángulo de hierro.
Barry Bennet, un vaporoso asesor republicano, es el hombre que viajó a Buenos Aires a poner orden. Estuvo la semana pasada trabajando codo a codo con el monotributista en jefe para rearmar la coalición que había garantizado la aprobación de la ley de Bases, esta vez con más generosidad. Juntos entablaron conversaciones con los gobernadores agrupados bajo la bandera de Provincias Unidas (y otros), y tuvieron una cena, que reveló el periodista Carlos Pagni, de la que participaron Rodrigo De Loredo, Miguel Pichetto y Cristian Ritondo. También hubo contacto con empresarios nacionales, que comprometieron su apoyo.
El lobby feroz ya dio sus frutos: esta semana el oficialismo pudo frenar la sangría en el Congreso. Los diputados no dieron quórum ayer en la sesión a la que debían asistir, a dar explicaciones, los ministros de Economía, Luis Caputo, y Salud, Mario Lugones, además de la propia Karina Milei. En el Senado el apoyo de los gobernadores fue clave para ponerle un freno al proyecto que busca obstaculizar la privatización parcial de Nucleoeléctrica Argentina, la empresa que gestiona las centrales nucleares, un área de interés prioritario para Washington. Del resultado del 26 de octubre dependerá la continuidad y el precio de esa colaboración.
De acuerdo a fuentes que están al tanto de las negociaciones, se habló de incorporar a uno o dos gobernadores al gabinete, respetarle al radicalismo su lugar en Defensa (podría entrar De Loredo por Petri) y darle a un sector del PRO mayor protagonismo en la cámara de Diputados (eventualmente enrocando a Ritondo por Martín Menem). Por otra parte desde Estados Unidos piden recambios en cancillería (el nombre que suena es el de Federico Sturzenegger) y no se descarta que también se elija un nuevo embajador, con perfil político, para enviar a Washington. No se hablaron de nombres pero Pichetto encaja en la descripción. ¿Economía? Es muy pronto para hablar de eso aún.
La anticipada visita de Milei al Salón Oval debía ser el broche de oro para la conspiración, por eso Caputo operó fuertemente en los días previos para que se supiera que él, nuevamente, había sido el arquitecto del éxito, como en 2023. Todo eso se le volvió en contra cuando Trump condicionó su ayuda al éxito en las urnas y los mercados se desplomaron. Su plan estaba en riesgo. Por eso no esperó a que terminara el almuerzo para instalar una interpretación libre de las palabras del norteamericano: no hablaba de los próximos comicios sino de los siguientes. Algunos medios, solícitos, llegaron a entrecomillar 2027, que nunca se dijo.
La furia del asesor se vio fielmente reflejada en la primera reacción del Gordo Dan, su bulldog con iphone, que se sintió libre después de varias semanas de constricción involuntaria y despachó una parrafada violenta contra el canciller Gerardo Werthein, el mismo del que hasta unas horas decían que no había tenido nada que ver con las gestiones. La búsqueda de chivos expiatorios para la interna puede ser un deporte de riesgo en la recta final antes de una elección a la que el oficialismo llega con lo justo y en la que se juega bastante más que un puñado de legisladores. La noticia del recambio, ahora vox pópuli, activó el juego de la silla.
Una palabra en el asunto tendrán los sponsors del actual jefe de gabinete, Guillermo Francos, al que también en algún momento después de la derrota bonaerense del 7 de septiembre imaginaron como interventor plenipotenciario para correr a Karina, y que cruzó públicamente al asesor estrella en los últimos días. Francos no está de acuerdo en la estrategia que diseñó Caputo para no aplicar las leyes aprobadas y ratificadas por el Congreso, básicamente porque el responsable legal de ese desacato es él, y teme consecuencias penales. En algo coinciden los dos: si Milei no les da todo el poder y la corre a Karina, prefieren volver al sector privado.