la batalla que empuja al peronismo a pelear por fuera de las instituciones

Condenada por la Corte de 3, la ex presidenta deviene en un centro absoluto sin traducción electoral. La encrucijada del peronismo ante una guerra de poder que lo doblega. El indulto que CFK rechazó y el desafío de construir poder político. 

15 de junio, 2025 | 00.05

Por información propia y por análisis de las circunstancias, sabía que la iban a condenar y le iban a impedir presentarse como candidata. Cristina Fernández de Kirchner preparó el escenario en conversaciones con dirigentes y colaboradores de su indudable confianza. Desde hace mucho. Pensó en pedir la prisión domiciliaria en el departamento de cuatro ambientes que tiene en Constitución y rechazó la quinta en el partido de Ezeiza que ya le habían ofrecido en una oportunidad anterior. 

Con Javier Milei de gira, la Corte Suprema de tres miembros cumplió con la demanda de los enemigos de la ex presidenta y fingió ignorar la cadena de complicidades de los jueces y fiscales que visitaban a Mauricio Macri y viajaron a Lago Escondido en un avión pago por el Grupo Clarín, el gigante continental de las telecomunicaciones. 

Dueños de un poder que dura lo que les queda de vida, Horacio Rosatti, Ricardo Lorenzetti y Carlos Rosenkrantz quemaron la biblioteca de las garantías constitucionales en el cuarto piso del Palacio de Tribunales y actuaron con lógica de hierro, en su propio beneficio: aceptaron que el showman de extrema derecha es una circunstancia y se disciplinaron ante la demanda del poder permanente. Tres supremos que se aborrecen demostraron que, en lo central, pueden actuar en forma idéntica.

En medio del ajuste más grande de la historia, con una violenta transferencia de ingresos, un endeudamiento recargado y un modelo de dólar barato que afecta a la industria y golpea al mercado interno, los jueces del máximo tribunal apuraron la decisión más importante desde que asumió Milei. No para ponerle límites a él, sino para expulsar del juego electoral -de por vida- a la dirigente más popular de la oposición. La misma que el 21 de marzo pasado fue impedida de ingresar al Estados Unidos de Donald Trump por decisión del Departamento de Estado. El comunicado de Marco Rubio funcionó como señal de largada que la ex presidenta registró en la plaza local. Ese mismo día, Casación rechazó la apelación de Cristina. Después, vino el debate de Ficha Limpia y, en su defecto, el pronunciamiento supremo.  

La paradoja máxima es que Rosatti, el experto en peronismo que hoy preside la Corte, quede en la historia como encargado de prohibirle a la titular del PJ la actividad política a perpetuidad. La condena a prisión es la solución final contra una dirigente que, para bien o mal, es dueña de una centralidad absoluta desde hace 15 años.

La llamada causa Vialidad fue uno de los expedientes que utilizó el partido judicial para sancionar la apuesta fallida de la burguesía nacional que ensayó el kirchnerismo desde sus orígenes. Así se pretendió presentar como un invento kirchnerista a la patria contratista que surgió en la década del 60 con dos grandes grupos empresarios, Sade de los Perez Companc y Techint de los Rocca. En esa larguísima historia. que incluye al clan Macri, las pruebas son lo de menos: la Corte de 3, que ni siquiera tuvo el valor de abordar la cuestión de fondo, lo confirma. Llamó “meras conjeturas” a los dedos que dejó pegateados en la causa la secta que reúne a empresarios, servicios de inteligencia, sectores de la política y miembros de la Justicia. 

A Milei la decisión lo dejó en un lugar de lo más incómodo por varias razones. Le tiró abajo la estrategia de polarizar con la ex presidenta en campaña y redujo al mínimo el impacto del IPC de mayo (1,5%), el dato más importante en un año y medio de mandato. Pero lo más dañino fue que lo delató en su esencia, como un jugador intrascendente en la disputa de fondo por el poder en la Argentina. 

Milei no había nacido cuando el enfrentamiento que ahora entra en su capítulo más dramático se desató sin remedio. Los actores de poder que descorchan en privado le exhiben así su agenda irrenunciable de prioridades. Si su suerte se complica, el presidente no podrá decir que no se lo avisaron y tendrá que hacer algo más que fijar un tuit durante 3 meses. 

Está claro que Cristina cometió un pecado imperdonable, aunque hay diferencias sobre cuál fue. El cristinismo apunta a la redistribución del ingreso, aunque CFK misma afirmó en varias oportunidades que los grandes empresarios la juntaron en pala durante su gobierno, en un intento vano de hacerles ver la inviabilidad de sus elecciones políticas. Lo central tal vez haya sido otra cosa: en una variante del camino que había iniciado su marido, Cristina los subió al ring, los nombró, los denunció y los sacó de la opacidad. El poder es impunidad. Cuanto más discreto más eficaz.  

Resultado de una política judicial entre errática y desastrosa que se prolongó durante varios mandatos, CFK asume en lo personal y familiar el precio de enfrentar sin poder doblegar a los actores que la quieren en el peor de los mundos. Lo hace de acuerdo a un criterio que nunca abandonó: su postura institucionalista. Una paradoja en la jefa de un proceso que nació tras el estallido de 2001 y es todavía hoy el dique de contención que mantiene a miles de personas dentro de los límites de un sistema democrático desprestigiado y gobernado por las mafias. 

Aunque los que la acusaban de autoritaria hoy toleran que Milei gobierne por decreto, con represión y sin presupuesto, ella mantuvo su posición institucionalista. Lo hizo incluso en el período 2019-2023, cuando Alberto Fernáandez le ofreció a CFK a través de uno de sus más estrechos colaboradores la posibilidad de un indulto. “De ninguna manera”, respondió la ex presidenta. Es la misma alternativa que sugirió siempre Miguel Angel Pichetto para los ex presidentes y ahora repiten machos alfa del peronismo que quieren tramitar la sucesión bajo la bandera de la lealtad. 

El escenario es paradójico en extremo. Mientras el peronismo encuentra un motivo de unidad, una parte del activismo se siente más huérfano que nunca y una porción de la sociedad sigue el tema con absoluta indiferencia, la ex presidenta se muestra en su casa agradecida y de buen humor. Se preparó desde hace años para este escenario y cree que la condena deja confirmadas todas y cada una de sus denuncias. Su objetivo prioritario ahora es que le concedan la prisión domiciliaria. Para una dirigente que desde hace décadas abandonó la vida social por fuera de la política, el encierro es casi su hábitat natural. Pero sus enemigos le quieren arrebatar hasta la última de las garantías.

El peronismo no cristinista, que siempre se movió lejos de la agenda del lawfare, vuelve a orbitar por enésima vez en torno a su figura. Encuentra algo por qué pelear. Las demostraciones de apoyo a Cristina en las calles y los encuentros de la militancia tendrán el miércoles próximo su punto más alto. Nadie sabe en qué puede terminar el proceso que se abre, sobre todo si le niegan la prisión domiciliaria. 

Como lo recordó Maximo Kirchner en los últimos días, la “institucionalista” Cristina se ve a sí misma frente al límite de instituciones gobernadas por las mafias. Lo que en las conversaciones privadas entre hijo y madre aparecía como una chicana -el institucionalismo de CFK vs el pragmatismo en shock de Néstor- hoy asume otro carácter. Frente a un poder descomunal, el alcance de la respuesta judicial del cristinismo está a la vista. El tiempo y la sociedad opositora dirán qué papel juega la calle y otras variantes que estuvieron en el repertorio del peronismo y los sectores populares a lo largo de su historia. La ex presidenta no las alienta, al contrario suele condenaralas, pero tampoco puede evitarlas.

Todo se da en un cuadro en el que el sistema de partidos se ve afectado por la más baja legitimidad de las últimas décadas y el año electoral aporta como gran novedad el nivel récord de ausentismo. El Poder Judicial no tiene mayor prestigio que la política, pero sus miembros más poderosos -y descompuestos- se mueven entre la opacidad y los privilegios. No dependen del voto popular ni rinden examen cada 2 años, prueba de una asimetría absoluta entre unos y otros. 

En el amplio arco que separa a la claudicación de la oposición testimonial, salta a la vista una materia impostergable de cualquier proyecto: construir poder político a la altura de los objetivos que se declaman. Confrontar sin capacidad de alterar el equilibro de fuerzas desfavorable ni lograr transformaciones reales se confirma hoy como un pasaporte a la derrota y el confinamiento. No tan lejos en el tiempo está el retroceso de esta misma Corte Suprema con el fallo del 2 x1 a favor de los genocidas de la última dictadura militar, después de una movilización histórica durante los años del macrismo. En ese caso como en otros, la fuerza vino de afuera del Palacio.

El voto a Milei ilustró la furia del electorado con respecto a una democracia que no da respuestas a la mayoría. Si en Argentina rige un sistema excluyente en lo económico que tiene al 40% de la población en el límite de la pobreza, ahora el país se desplaza hacia un sistema excluyente también en lo político. 

Si una facción del Círculo Rojo alineada con las pretensiones de Washington decide ir a fondo contra CFK es porque Milei no ofrece garantías con su aventura de gobierno. Todos ven que el gobierno desespera por conseguir nueva deuda como sea para sostener la estabilidad hasta octubre. Se confirmó el día previo a la condena de la Corte, cuando la resolución del Banco Central eliminó la restricción de 6 meses para los no residentes en el mercado de cambios y habilitó a los fondos de inversión de Wall Street para que entren y salgan cuando quieran.

La jugada complementaria de los dueños está sobre la mesa desde hace años, edificar un peronismo del orden que no profane la biblia del ajuste y lo ejecute con la disciplina y seriedad necesarias para no poner en riesgo el nuevo ciclo de negocios. Para eso, todavía hoy, Cristina resulta un obstáculo. Sus enemigos, que desde hace años no la pueden soltar, la ponen por encima del resto..

Aunque demostró capacidad para resurgir en demasiadas oportunidades, la inhabilitación de por vida le quita un atributo esencial a la ex presidenta, su potencial electoral, la que nadie hasta ahora pudo emular ni siquiera en su declive.  Así como la ex presidenta reinscribe su nombre una vez más en la historia, está por verse si la unidad de viejos contrincantes que se reúnen emocionados en torno a una mesa alcanza para volver a conectar con la sociedad ajustada y apática. En estas horas, cualquier candidatura o proyecto tiene destino incierto. 

El informe semanal de la consultora Epyca advierte sobre el riesgo de que el peronismo persista en la desorientación estratégica que demostró en los últimos años. “Sin un recambio programático y generacional, el peronismo corre el riesgo de quedarse anclado en una lógica defensiva, sin capacidad de interpelación a mayorías nuevas o reconfiguradas, con dinámicas provinciales pero sin nuevas ideas para lo nacional. La falta de resolución de conflictos distributivos, el estancamiento macroeconómico, la pérdida de base social urbana y la ausencia de una visión de país clara fueron algunos de los problemas que los llevaron a perder poder y legitimidad ante sus votantes en años previos. Sin una renovación de su narrativa y perspectiva, difícilmente puedan volver a captar el interés de ese electorado”, dice.