El anuncio del anuncio de recomposición salarial para los residentes del Hospital Garrahan, al final de una semana signada por protestas, mostró el inusual espectáculo del gobierno de Javier Milei retrocediendo sobre sus pasos ante un obstáculo inesperado. Antes había desplegado todo su arsenal de engaños y mentiras para justificar el ajuste sobre el hospital pediátrico más importante del país y negar el conflicto, que atribuía a intereses políticos o conjuras golpistas.
El aumento es una buena noticia para los trabajadores que lo reclamaban, por supuesto, pero debe ser tomada como lo que es: una retirada táctica. A la larga, el Garrahan y todo el sistema de salud siguen en peligro, como lo están la ciencia, las universidades, las jubilaciones, la industria nacional y todos los que quedan en la mira del aparato de difamación y disciplinamiento del gobierno, desde Ricardo Darín hasta las personas con discapacidad.
El jefe de gabinete, Guillermo Francos, es el único miembro del gobierno que da notas a interlocutores que no son amigos ni empleados del presidente, arrojo que a veces lo expone irresponsablemente a la realidad. Después de negar un jueves lo que el aumento anunciado el viernes reconoció, Francos justificó los recortes con mentiras y dijo que el problema “no es que no haya recursos, sino que hay muchos gastos”, una forma elegante de decir que el agua no está tibia sino poco caliente.
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La definición, sin embargo, ofrece una arista interesante para analizar el celebrado superávit de este gobierno. De acuerdo al proyecto de Presupuesto para 2025 que se presentó pero nunca fue tratado, se proyectaba para este año destinar 1,5 por ciento del PBI al pago de intereses de la deuda pública, casi tanto como lo que corresponde al pago de salarios en todo el sector público, incluyendo docentes, personal de salud y personal de seguridad, que apenas llega al 1,8 por ciento.
El detalle es que aquella deuda la tomó el mismo Luis Caputo que la usa para justificar el ajuste como si se tratara de un fenómeno meteorológico o la responsabilidad de alguien más. Y lo que es crucial: es deuda que no le dejó nada a la Argentina. El país fue apenas el prestanombre para un negocio ajeno que se quedó con las deudas mientras los socios escaparon con el botín. El problema es que Caputo debería estar preso pero es nuevamente ministro.
Y desde ese lugar, no solamente sigue sacando dinero del Garrahan, de la ciencia, de las universidades, de los bolsillos de trabajadores y jubilados, que tienen un cepo que estrangula sus salarios mientras los precios siguen subiendo a un ritmo frenético, sino que tiene la posibilidad de endeudarse nuevamente, reiniciando el ciclo de la estafa. Esta vez la excusa para endeudarse es ‘reforzar las reservas’. Es como cortarte un brazo para bajar de peso. No estás más flaco. Te falta un brazo.
El dato de la semana es el balance cambiario, que muestra que la salida de dólares por turismo al exterior y compras puerta a puerta (9,3 mil millones de dólares) es una Vaca Muerta y media (menos de 6 mil millones). Por otro lado se disparó el déficit en la industria automotriz, que se acerca a los 8 mil millones de dólares. Con semejante desequilibro y sin reservas ningún tipo de cambio es sostenible en el mediano plazo. El gobierno apuesta todo a llegar a las elecciones de octubre.
Eventualmente los dólares que llegaron a aprovechar la tasa, sin competencia entre otras fuentes lícitas de enriquecimiento, van a irse para tomar ganancia y cobrarán los intereses leoninos. En ese momento, Caputo o el que ocupe su lugar en ese momento justificará en esa obligación una nueva ronda de recortes a lo que quede por recortar. En eso consiste la estafa, que te deja enganchado y te jode muchas veces, a lo largo del tiempo, sin que puedas zafar.
Cuando los dólares entran, como ahora, te joden porque ese flujo de divisas permite mantener el tipo de cambio planchado en un valor que condena a la industria argentina a la extinción, a los trabajadores al desempleo y a la enorme mayoría de la sociedad a la miseria. Te joden mientras los dólares están en el sistema porque funcionan como una herramienta de chantaje para condicionar decisiones económicas y políticas. Si no aceptás las condiciones, se van.
Te joden cuando se van porque siempre siempre eso termina en una crisis, como los argentinos ya hemos visto muchas veces. Y te jode una vez que se fueron porque detrás queda un país devastado y mucho más pobre de lo que era antes de entrar a este ciclo. Y esta vez, en particular, entramos a este ciclo en un nivel mucho más bajo que los anteriores, de forma tal que no conocemos la profundidad de la crisis y del daño que dejará detrás esto cuando termine.
Todo este gobierno es una gigantesca estafa montada para distribuir recursos de abajo hacia arriba sin ningún límite civilizatorio. Cada decisión tiene una entrega y tiene un beneficiario, y si no hay ninguno a la vista se explica simplemente porque se recortan gastos para hacer frente a los intereses de la deuda espuria tomada y pagada por Caputo. Se trata de una maquinaria que no solamente compromete los recursos de los argentinos hoy sino también de los argentinos mañana.
Ese es el botín que explica por qué buena parte del sistema se encolumna atrás de un presidente que no sabe contar hasta cinco, visiblemente incapacitado para ejercer su responsabilidad, aliado a los peores y más antidemocráticos líderes del fascismo neoliberal, que deja morir niños, le pega a los jubilados y rompe el país de maneras que costará reparar. La estafa es tan grande que los pocos que se encuentran del lado correcto tienen incentivos para no moverse de ahí.
La interna del peronismo evolucionó de manera favorable dejando atrás, al menos por un tiempo, el piso histórico de discutir la lista de concejales en Colonia Vela para embarcarse en un válido y muy interesante debate entre Estado presente y Estado eficiente. En ese sentido cabe resaltar que antes que la mera presencia o la siempre deseable eficiencia, lo que verdaderamente reclama una sociedad que tiene poca paciencia con la política es un Estado eficaz. Como dicen las chicas: que resuelva.
La gente no es más cruel ni más hija de puta: tiene demasiados problemas. Votó a unos para que lo resuelvan y lo empeoraron. Votó a los de enfrente para que lo resuelvan y lo empeoraron un poco más. Entonces votaron al loco con la motosierra, que sigue empeorando las cosas. El único Estado que puede volver a establecer un vínculo con los sectores de la sociedad que ya no esperan nada de él es uno que les demuestre cómo resuelve sus problemas.
Y para resolver problemas hace falta plata y el Estado argentino está en quiebra. Por culpa de quién o a causa de qué son debates interesantes pero secundarios frente al que más debería importar ahora: ¿quién va a pagar la reconstrucción cuando Milei ya no esté y haya que hacerse cargo de las ruinas de su fracaso? ¿De dónde van a salir los miles de millones de dólares necesarios para que cada argentino vuelva a tener un trabajo, para garantizar la salud, educación y seguridad?
Si hablamos de jubilaciones, del Garrahan, de la ciencia nacional, de las universidades, si hablamos de salarios, de apoyo a la industria, de resucitar el consumo para volver a poner en marcha la actividad, estamos hablando de cosas que cuestan plata. Y la sociedad argentina, endeudada, explotada por salarios de miseria, sin futuro, no puede seguir pagando una deuda que tomaron en su nombre y que ya saldó tantas veces como las que la volvieron a estafar.
Quizás en ese punto cero, en la necesidad de discutir de dónde van a salir los recursos que sirvan para reconstruir el país, mucho antes de acercarse a los detalles y los puntos de conflicto sobre cómo será esa reconstrucción y sobre quién va a conducirla, pueda pararse una oposición que sepa recortarse del fondo como una verdadera alternativa a lo que propone este gobierno. Una alternativa donde la recuperación de los perdieron la financien los que nunca dejaron de ganar.