La atmósfera, anteriormente percibida como un ámbito estable y previsible para la aviación comercial, ha experimentado una notable transformación, tornándose progresivamente más hostil. En los últimos años, la frecuencia y la intensidad de fenómenos meteorológicos peligrosos como las turbulencias han aumentado, generando no solo experiencias incómodas para los pasajeros, sino también riesgos reales para la seguridad aérea. Este fenómeno está estrechamente ligado a la oscilación de patrones meteorológicos sensibles al cambio climático.
Un país de gran extensión y diversidad climática como Argentina presenta una problemática que la vuelve aún más compleja. Las rutas aéreas que atraviesan la Cordillera de los Andes, la Patagonia Austral y las regiones del centro y norte del país presentan riesgos particulares. La necesidad de sistemas de intercambio de información meteorológica entre las aerolíneas y los servicios meteorológicos es clave para garantizar la seguridad de los vuelos. Mientras tanto, los pilotos deben estar preparados para enfrentarse a un cielo que, cada vez más, se parece un barco navegando en mar agitado.
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El aumento de las temperaturas debido al incremento de gases de invernadero está intensificando los patrones de circulación atmosférica global como las corrientes en chorro, incrementando la probabilidad de turbulencias que no pueden ser detectadas por sensores remotos. Este flagelo no solo afecta a los pasajeros y la tripulación, sino que también tiene un impacto económico y ambiental: desvíos de rutas, mayor consumo de combustible y costos operativos elevados para las aerolíneas.
La pregunta ya no es si estos episodios serán más frecuentes, sino ¿qué tan preparados estamos para enfrentarlos?
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“Diversos estudios han confirmado que el calentamiento global está intensificando las corrientes de aire en altura, lo que genera más episodios de turbulencias. En particular, la turbulencia asociado a las tormentas y las que se generan en aire claro (CAT- Clear Air Turbulence por sus siglas en inglés), -que no está asociada a tormentas ni es visible en radares-, han crecido en intensidad. Investigaciones publicadas en revistas especializadas en meteorología y aviación han mostrado que la turbulencia moderada a severa ha aumentado un 55% en los últimos 40 años, y se proyecta que continúe en alza”, sostiene Nicolás Rivaben, experto en meteorología aeronáutica, y Licenciado en Ciencias de la Atmósfera.
El experto señala que en Argentina existen condiciones propicias para la generación de turbulencia severa, sobre todo aquellas asociadas en el cruce de los Andes y en las zonas de tormentas. Lamentablemente la disminución en la disponibilidad de datos meteorológicos provenientes de aeronaves desde la pandemia ha reducido la precisión de los pronósticos aeronáuticos en el país y en toda Latinoamérica. Desde el año 2016 y hasta el año 2020, aerolíneas como la antigua LATAM Argentina enviaban información en tiempo real desde sus aeronaves, pero la crisis económica y el cierre de ciertas operaciones aéreas penalizaron esta colaboración con el Servicio Meteorológico Nacional. Actualmente, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) trabaja en coordinación con distintos servicios meteorológicos para reestablecer y mejorar estos sistemas de recolección de datos a nivel mundial.
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En cuanto a los corredores aéreos más peligrosos en Argentina, el especialista menciona que las zonas más propensas a turbulencias severas se encuentran en:
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La Cordillera de los Andes central: Es una de las regiones más turbulentas debido a la interacción entre los fuertes vientos de altura y la cordillera, creando ‘olas’ denominadas “ondas de montaña”. Bajo ciertas condiciones, estas ondas pueden provocar fuertes corrientes de aire que afectan a la aeronave, generando sacudidas y cambios repentinos de altitud del vuelo.
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La Patagonia: Al igual que la Cordilera de los Andes presenta los vientos intensos y las corrientes de aire frío generan turbulencias significativas, sobre todo en las aproximaciones y despegues en aeropuertos cerca de la topografía como el de Ushuaia o El Calafate.
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El Noreste argentino: En esta región, se desarrollan sistemas de tormentas en preferentemente en primavera y verano que generan ondas de gravedad u ‘olas’ en el aire asociados a turbulencia severa..
Los protocolos de seguridad y los modelos de pronóstico están evolucionando para hacer frente a este desafío. En primer lugar, los servicios meteorológicos siguen desarrollando modelos numéricos de muy alta resolución utilizados para el pronóstico de turbulencia global. La resolución horizontal de estos modelos ha aumentado 10 veces en los últimos 10 años, permitiendo identificar con mayor precisión las regiones turbulentas “Anteriormente, los pronósticos abarcaban zonas demasiado amplias con baja precisión. Si la turbulencia es como una ola rompiendo en el mar, tenemos que ajustar el pronóstico de altura y extensión de las ‘olas' en el área indicada. Los servicios meteorológicos aeronáuticos emiten alertas meteorológicas aeronáuticas los 365 días del año - las 24hs del día a fin de advertir a los pilotos la ocurrencia precisa del fenómeno”, sostiene el meteorólogo especialista en aeronáutica.
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Otra estrategia clave, señala Rivaben, es la transmisión de información meteorológica en tiempo real por parte de las aeronaves. A través de programas de recolección de datos en pleno vuelo, los pilotos pueden compartir información sobre turbulencias con otros aviones y los servicios de control aéreo. Sin embargo, debido a los incrementos de los costos post-pandemia y al posterior cierre de aerolíneas han obstaculizado este intercambio de información meteorológica crítica. Se requiere acuerdos con las aerolíneas. La Organización Meteorológica Mundial (OMM), a través de su Programa de Observaciones Meteorológicas a bordo de Aeronaves trabaja en forma mancomunada con los servicios meteorológicos, aerolíneas y socios estratégicos de la industria aeronáutica para recuperar y ampliar la información meteorológica de altura, clave no sólo para el pronóstico de turbulencia, sino para todos los fenómenos meteorológicos peligrosos para la navegación aérea y la comunidad civil en general.
Nuevas tecnologías al servicio de la seguridad aérea
La tecnología está desempeñando un papel clave en la mejora de la detección y prevención de turbulencias. Desde la OMM se está promoviendo el uso de sistemas como AMDAR (Aircraft Meteorological Data Relay), un programa de recolección de datos meteorológicos a partir de vuelos comerciales estandarizados para servicios meteorológicos. Argentina fue pionera en Latinoamérica en la implementación del sistema antecesores en la década de 1990 con Aerolíneas Argentinas, y entre 2015 y 2020, con la ex-LATAM Argentina, que recopilaba datos de cinco aviones Airbus A320 en tiempo real. La experiencia de esta filial fue clave para extender el programa a nivel Latinoamérica con el resto de las filiales latinoamericanas con el patrocinio de NOAA, el servicio meteorológico de los EUA, la cual aumentó el impacto de mejora de los pronóstico un 30% hasta el inicio de la pandemia. También a nivel tecnológico, los satélites meteorológicos geoestacionarios han mejorado sustancialmente la resolución espacial y temporal, permitiendo detectar fenómenos atmosféricos de escala como ondas de gravedad precursoras de turbulencias, que antes eran indetectables. Por otra parte, se está explorando el uso de sistemas aéreos no tripulados o “drones” meteorológicos para recopilar información meteorológica de altura y mejorar la precisión de los modelos numéricos.
Otro desarrollo importante es la incorporación de inteligencia artificial y aprendizaje automático en los sistemas de pronósticos numéricos. Estas herramientas permiten analizar grandes volúmenes de datos para predecir con mayor precisión dónde se podrían generar ondas de gravedad precursoras de turbulencias peligrosas. Este avance ha sido crucial para optimizar rutas de vuelo, minimizando riesgos sin generar desviaciones innecesarias. Cabe recordar que cada desvío implica un aumento en el consumo de combustible y, por lo tanto, mayores costos operativos y emisiones de dióxido de carbono.
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Según Rivaben, más allá de las mejoras en pronósticos y tecnología, los pilotos, despachantes de vuelo y tripulación de cabina también están recibiendo un entrenamiento más avanzado para afrontar episodios de turbulencia severa. Si, sostiene el especialista, una aeronave encuentra de manera sorpresiva turbulencia severa, el comandante reduce la potencia de los motores para disminuir el impacto en los pasajeros, ajusta la altitud o incluso modifica la trayectoria del vuelo, siempre bajo la supervisión del control de tránsito aéreo. Este entrenamiento también se extiende a los controladores de tránsito aéreo, quienes deben estar preparados para gestionar desviaciones de rutas de manera eficiente y segura.
Actualmente la industria aérea está en un proceso de adaptación para enfrentar el impacto del cambio climático en la seguridad de los vuelos. Si bien se han logrado avances significativos en pronósticos, recolección de datos y entrenamiento de pilotos, aún queda mucho por hacer para reducir los riesgos de turbulencias severas. La cooperación entre aerolíneas, servicios meteorológicos y organismos de la industria aérea será clave para garantizar que volar siga siendo una de las formas de transporte más seguras del mundo.