Ni luz, ni silencio: el detalle que hay que controlar para dormir profundo y muchos pasan por alto

A la hora de preparar el entorno para dormir bien, hay muchas personas que pasan por alto un detalle crucial que garantiza una buena noche de sueño.

03 de diciembre, 2025 | 13.48

Cuando se habla de dormir bien, la mayoría piensa en dos variables típicas: evitar luces y ruidos. Sin embargo, los especialistas coinciden en que hay un factor tan decisivo como silencioso, y que muchas personas pasan completamente por alto: la temperatura del dormitorio.

Dormir en un ambiente demasiado caluroso o demasiado frío puede alterar los ciclos del sueño, impedir que el cuerpo entre en fases profundas y generar despertares constantes a lo largo de la noche. Y lo más curioso es que, a diferencia de la luz o el ruido, este factor suele ser fácil de regular.

Por qué la temperatura es tan importante

El cuerpo humano sigue un reloj interno (el ritmo circadiano) que regula la temperatura corporal durante el día. Antes de dormir, esa temperatura debe descender naturalmente para que el cerebro active las fases de descanso más reparadoras.

Si el ambiente es muy cálido, ese “descenso nocturno” no se produce, lo que provoca:

  • Dificultad para conciliar el sueño

  • Sensación de agobio o incomodidad

  • Microdespertares que fragmentan las fases profundas

  • Sueño liviano y poco reparador

  • Mayor cansancio al día siguiente

Por el contrario, un cuarto demasiado frío obliga al cuerpo a gastar energía extra para regularse, lo que también interrumpe el descanso.

Cuál es la temperatura ideal, según la ciencia

Para entrar en sueño profundo, el cuerpo necesita reducir su temperatura interna entre 0,5 y 1 °C. Por eso, la mayoría de las investigaciones coincide que la temperatura ideal de la habitación tiene que rondar entre los 18°C y 20°C, el rango óptimo para un sueño profundo y estable.

Por debajo de 17°C o por encima de 22°C aumentan considerablemente los despertares nocturnos. Incluso 1 o 2 grados de diferencia pueden marcar cambios significativos en la calidad del descanso.