Cada tercer domingo de junio, el calendario marca que se festeja el Día del Padre en Argentina, una fecha históricamente cargada de imágenes y mandatos que exaltan la figura del padre fuerte, proveedor, protector, el “hombre de la casa”, el que toma las decisiones. Pero entre las grietas de la efusiva celebración también asoman algunas preguntas tan incómodas como necesarias: ¿qué significa ser padre hoy? ¿Dónde están y cómo están los padres por fuera de la efeméride? ¿Qué lugar le otorgan la sociedad, las normas y las instituciones a las paternidades presentes? En un contexto de revisión crítica de los roles tradicionales de género y masculinidad hegemónica, al calor de las luchas y conquistas de los feminismos, esta conmemoración representa una oportunidad para reflexionar sobre las nuevas formas de ejercer la paternidad de una forma activa y corresponsable, no solo como un modo más justo de criar, sino también como una herramienta poderosa para transformar las estructuras que sostienen la desigualdad.
Hablar de paternidades responsables y presentes, frente a una realidad socioeconómica que tiene como principales perjudicadas a las mujeres, madres, jefas de hogar, y como consecuencia de ello a las infancias, se vuelve un ejercicio político urgente. Actualmente, según un estudio del Observatorio del Desarrollo Humano de la Universidad Austral, el 25 por ciento de las familias son monoparentales, y de ese grupo el 80% constituyen hogares liderados por mujeres jefas de hogar. A esto se suma que, como advierte el último análisis de UNICEF sobre la situación de la niñez y adolescencia en hogares liderados por mujeres, más de la mitad de las madres separadas no reciben la cuota alimentaria (56%), proporción que asciende a 68% teniendo en cuenta a quienes la reciben de manera irregular.
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El escenario se complejiza aún más bajo un gobierno como el de Javier Milei, en el que muchas de las políticas públicas y programas que promovían la equidad de género, la corresponsabilidad en la crianza y la revaloración de las tareas del cuidado están siendo diezmados y desmantelados. Desde el discurso oficial, al tiempo que se niegan la existencia de una desigualdad estructural de género y se desacredita la brecha salarial, se impulsa un regreso al modelo de familia “tradicional”, esquema obsoleto en el que la mujer cumplía el rol de madre y se queda en casa criando, mientras el padre trabaja fuera y se ocupaba de proveer al hogar. Lo paradójico es que así como mandan a las mujeres a parir, cocinar y lavar platos, eliminan las moratorias que permitieron jubilarse a cientos de miles de mujeres que dedicaron toda una vida al trabajo no remunerado en el hogar.
En medio de esta avanzada reaccionaria, crece, aunque todavía de forma silenciosa y desorganizada, una nueva generación de varones y padres que disputan el rol e intentan correrse de los mandatos del patriarcado: la autoridad incuestionable, el proveedor ausente, el padre que “ayuda” pero no cría. Padres que cambian pañales, que piden licencias, que van a terapia, que piden turnos médicos, que escuchan y se preguntan cómo construir una paternidad más presente, más empática, más tierna y más justa. Y que entienden, además, que construir paternidades corresponsables no es solo un asunto del orden de lo privado o familiar, sino una apuesta política, social y cultural para avanzar hacia una sociedad más equitativa y más libre.
El modelo de paternidad presente y corresponsabilidad parental
Lucho Fabbri es Lic. en Ciencia Política y Dr. en Ciencias Sociales, y coordinador del área de masculinidades de Grow- género y trabajo, una organización que tiene el propósito de promover espacios de trabajo diversos, inclusivos y libres de violencia. Define la paternidad presente como “la que invita a pensar en un rol que trasciende el sostén económico del hogar, el rol de proveedor o autoridad, en el sentido tradicional, para pensar en una presencia que supone estar disponible para el cuidado, para la contención afectiva, para lo vincular”. Se trata de un papel íntimamente relacionado con el modelo de corresponsabilidad parental que implica la obligación conjunta de los progenitores en la crianza y educación de sus hijos, y el cuidado como tarea y responsabilidad compartida.
Matias Criado es psicólogo, docente universitario, diplomado en género y políticas, especializándose en el trabajo con paternidades. Desde su vivencia, como padre de Cata y Julián, decidió fundar Paternar Salud, un espacio que acompaña y fomenta paternidades activas, corresponsables y empáticas mediante talleres, grupos y atención individual. Para transmitir y compartir sus aprendizajes realizó una charla TEDx, llamada “Protagonista del cuidado”, en la que habla sobre su experiencia personal y profesional en relación a las paternidades. “Ser padre me enfrentó con muchas limitaciones, discusiones con mi pareja y grandes aprendizajes de cómo vivir con estas emociones. Me desarmó completamente, y por suerte fue para bien. Me hizo ver que muchas veces que yo tenía como una coraza, y que hay un camino más humano en el que también podemos pedir ayuda, dudar, llorar, reparar”, relata.
Criado es co-autor del libro "Nace un papá" especialmente dedicado a las paternidades en el período perinatal y cómo prepararse para el nacimiento. “Un padre presente no es simplemente estar económicamente como proveedor, sino ocuparse de las tareas de cuidado y del hogar. Pero también podemos ir más allá y pensar que no solo es estar físicamente, sino estar con atención, disponibilidad emocional, y apertura a construir un vínculo afectivo real”, aclara. Por eso insiste en el modelo de corresponsabilidad parental que en la práctica significa asumir que la crianza, el cuidado y las tareas domésticas no son cuestiones exclusivamente femeninas, sino una responsabilidad compartida. En el imaginario actual muchas veces el padre adquiere protagonismo y acción a través de una colaboración ocasional en casa o una tarea específica que es socialmente leída como un gesto voluntario, casi como un favor a la mamá: “Cuando un varón dice que ‘ayuda’, marca que no es su responsabilidad principal. Y aunque seamos excelentes ayudantes, la carga mental termina siendo tomada mayormente por las madres. Corresponsabilizarse es involucrarse de manera estructural, cotidiana y sostenida”.
La carga mental, en el contexto de la maternidad, hace referencia al esfuerzo psicológico invisible, imperceptible y naturalizado, del trabajo de crianza que implica planificar, organizar, gestionar y ejecutar todas las responsabilidades relacionadas con el cuidado de los hijos, el hogar y, en muchos casos, la vida familiar en general. Esto incluye un esfuerzo permanente de anticipación de las necesidades, como citas médicas, comidas, tareas escolares, o compras; la planificación y calendarización de actividades; la toma permanente de decisiones, muchas veces en soledad; y la supervisión para que todo funcione bien; lo que genera un agotamiento emocional que va más allá del cansancio físico.
Papis copados que “ayudan” en la casa
En el marco de un incipiente cambio de paradigma, en las nuevas generaciones se observa una mayor predisposición de algunos padres a incorporar tareas, tradicionalmente asociadas a las madres. Sin embargo, como analiza Fabbri, en la práctica se produce una implicación gradual, selectiva y en dos niveles. En principio, según el especialista, muchos se encomiendan tareas asociadas a desplazamientos físicos y presencia en espacios públicos, como el traslado de los chicos a la escuela, o compartir tareas recreativas, deportivas o lúdicas en sitios como clubes, plazas, o parques, “imágenes visibles justamente porque están en circulación en el ámbito de lo público, que de algún modo dan cuenta de una mayor participación de los hombres en la gestión cotidiana de las tareas de sus hijos e hijas”, analiza.
Criado define a estas prácticas como las que se traducen en la proliferación de “papis copados” que hacen un poco más que generaciones anteriores. Sin embargo, el escritor advierte que, por fuera de dichas gestiones, persisten resistencias y prejuicios ligados al padre proveedor, que “la madre sabe mejor”, o que “los hijos son más de la madre”, imaginarios que desincentivan un involucramiento real y legitiman las ausencias: “Son contados con las manos las situaciones donde un padre se convierte en cuidador principal“.
Justamente, el negativo de esas imágenes tiernas y adorables que vemos a diarios en el espacio público, es lo que (no) sucede dentro de los hogares, en el ámbito privado, con las tareas más vinculadas estrictamente a la crianza y el cuidado, como hacerse cargo en situaciones de enfermedad de los hijos, la realización de tareas escolares y manualidades, o aquellas ocupaciones asociadas a la higiene, como bañarlos, cambiarlos, cortarle las uñas, sacarle los piojos, o cambiar pañales, que se incorporan generalmente en menor medida y en una segunda instancia. “Creo que el mayor núcleo de resistencia en los hombres y de desigualdad en los trabajos de cuidados tiene que ver todavía con la carga mental, con que las mujeres siguen teniendo casi todas esas listas de tareas en su cabeza, planificando, gestionando, administrando, y los hombres están más implicados en la ejecución material. Pero todavía delegan sobre ellas la organización de las mismas. Un poco esto de ‘yo no tengo problema en hacerlo, pero me lo tenés que decir’”, explica.
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Sí hay que decir que no es todo culpa de ellos. Si bien desde hace años se evidencia un proceso de transformación de los modelos de paternidad, en las sociedades perduran múltiples barreras sociales y obstáculos materiales para una mayor implicación de los padres en las tareas de cuidado, en general, y en el ejercicio de la paternidad, en particular. “Los padres se encuentran muy solos, tanto por la falta de políticas que acompañen y estimulen una paternidad más corresponsable, como así porque nos cuesta pedir ayuda también cuando la necesitamos”, explica el fundador de Paternar.
Cuidar es cosa de mujeres: prejuicios sociales, obstáculos materiales y resistencias
El coordinador de Grow identifica un primer obstáculo en las normas sociales de género, vinculadas a estereotipos y mandatos de masculinidad, cuya columna vertebral es el ideal del hombre fuerte, autónomo, autosuficiente, omnipotente, “la idea que los hombres no tenemos que cuidar ni cuidarnos”. Esta característica se puede ver, por ejemplo, en el acercamiento de muchos varones al sistema de salud y a los cuidados recién cuando son padres, recorrido que difiere de las mujeres que suelen ser socializadas para adquirir habilidades de cuidado y maternidad desde la infancia. “Eso supone un desafío en términos de resocialización de género, que como recién comienzan a hacerlo en la vida adulta va a ser más torpe, más dificultoso”.
Dichas normas no dependen de los sujetos exclusivamente, sino que se producen y reproducen a nivel colectivo, institucional, estatal, en los diferentes espacios en los que las personas se mueven, socializan y consumen, como instituciones educativas y religiosas, medios de comunicación, la industria del entretenimiento, la legislación y las políticas públicas. “Existen obstáculos culturales, emocionales, económicos y estructurales. Falta información, falta compromiso social, faltan redes entre varones, y obviamente hay muy pocas o pobres políticas públicas - denuncia Criado - los medios fueron cambiando, pero todavía muchos refuerzan estereotipos. Falta mostrar a varones en roles de cuidado cotidianos sin que eso sea excepcional. Falta mostrar errores, procesos, vínculos reales. Narrativas que no idealicen, pero tampoco castiguen. Que permitan identificarse, sentir que ser un papá presente es posible y transformador”.
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Un ejemplo paradigmático de cómo el Estado y la legislación reproducen un modelo de desigualdad es la Ley 20.744 de contrato de trabajo que en el artículo 172 establece solo dos para la licencia por paternidad. “En este momento las licencias por paternidad son vergonzosas y la ley es de hace 50 años. Y esto no parece escandalizar a nadie. Muchas familias tuvieron padres distantes o ausentes y no saben la importancia de una paternidad presente y activa”, señala el padre de Cata y Juli. “Esa legislación nos habla de una expectativa, en torno al rol, que los hombres padres pueden asumir, que en ese caso no alcanzaría mucho más que para ir a tramitar el DNI. Entonces no podemos solamente exigir una mayor implicación de los hombres en los cuidados sin transformar institucionalmente esas barreras que obstaculizan a una dedicación mayor de los hombres”, agrega Fabbri.
Si bien durante los últimos años se ha incorporado la igualdad de género a la agenda pública y administrativa, todavía el tema queda reducido exclusivamente a las mujeres y falta un acercamiento más profundo a los modelos de paternidad, como si no se tratara de una problemática de poder y relacional. “Necesitamos políticas públicas que habiliten y promuevan el cuidado como derecho y como responsabilidad compartida: licencias igualitarias, educación emocional desde la infancia, formación para equipos de salud y educación. Porque un padre presente implica igualdad para las mujeres, mejores cuidados para niñas/os y adolescentes, y mejor estado de salud para ese padre. Todos los estudios que se hicieron en el resto de Latinoamérica y el mundo muestran estos avances cuando se implementan políticas para favorecer este involucramiento de parte de los varones”, señala Criado.
La evidencia indica que la paternidad es un momento excepcional para acercarse al universo de los cuidados y al sistema de salud, espacios históricamente feminizados, y que dicho ejercicio genera beneficios y avances significativos para todo el conjunto social: “no solo por lo transformador de la experiencia, sino porque al mismo tiempo permite conectar con el universo del cuidado del cual tradicionalmente los hombres estamos distanciados. Eso puede impactar y mejorar el vínculo con esa crianza, brindar seguridad y autonomía en la gestión, y también ser un beneficio para el propio hombre que empieza a autocuidarse, a registrar sus propias necesidades de cuidado – detalla el Dr. En Ciencias Sociales - desde ahí puede fortalecer su autoestima, su confianza, su salud integral mejorando su adherencia al sistema de salud, disminuyendo los consumos problemáticos, disminuyendo las posibilidades de ejercicio de violencia contra él mismo, contra otros hombres, y contra las mujeres y diversidades”.
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Como psicólogo y comunicador, siempre teniendo en cuenta su experiencia como padre, Criado comparte en su perfil @paternarsalud sus vivencias, emociones, esfuerzos y aprendizajes: “hablo desde ese lugar porque creo que lo personal tiene la potencia de lo real y además puede volverse colectivo. Cuando muestro mis errores o mis búsquedas, intento abrir un espacio donde otros también se animen a pensarse desde otro lado”. Al analizar lo que ocurre en el espectro de medios, plataformas y creadores de contenido cree que el cambio sociocultural posible se puede acompañar “mostrando procesos reales, no ideales. hablando desde la experiencia, con dudas, con contradicciones. Y, sobre todo, dejando de medir a los varones por cuánto se ‘acercan’ al modelo materno, sino por cómo pueden construir su propio modo de cuidar, con responsabilidad y ternura”.
El trabajo de Grow y la campaña “Juntos cuidamos mejor”
Con el objetivo de crear oportunidades y proponer una mirada diferente, desde GROW, Fabbri encabeza el proyecto por el cual trabajan con diferentes organizaciones y empleadores para no solo ampliar las licencias, sino también acompañar el cambio de paradigma con otras políticas y contribuir a lograr una mejor distribución de las políticas de cuidado y de conciliación. “Nosotros proponemos que los líderes también den el ejemplo tomando ellos la licencia, porque si yo soy un hombre de mando medio que aspira a ser líder algún día, y veo que mi líder es padre y no toma licencia, probablemente el mensaje sea que no conviene, porque se lee como menor compromiso, o aparece el temor a ser reemplazado o desplazado del puesto – explica el Licenciado en Dr. En Ciencias Sociales - es importante identificar los imaginarios que reproducen los pares. ¿Por qué te tomás el día? ¿Porque tu hijo tiene gripe? ¿Vas a faltar porque tiene un acto escolar? ¿Acaso no tenés una esposa que se ocupe de eso? Hay que cambiar la cultura organizacional para acompañar los cambios institucionales”.
Quienes forman parte de la ONG, y en pos de lograr una mayor igualdad de género, entienden que resulta imprescindible trabajar con los hombres, y que ellos lo hagan sobre sí mismos, en la promoción de masculinidades más positivas y saludables. “Los círculos, talleres, espacios de sensibilización, aportan a que los hombres cuenten con un espacio cuidado, seguro, confidencial, donde bajar un poco las defensas y las resistencias en relación a estos temas, donde escucharse y que no los juzguen – explica el coordinador - ahí hay una posibilidad de apertura para ampliar la conversación y comprender que el género tiene que ver con ellos, que es el principal desafío que tenemos los hombres”.
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El Programa “Hombres Trabajando(se) por la Igualdad” conjuga una serie de talleres de sensibilización, diseñados con metodologías ágiles, lúdicas, y populares, orientados precisamente a dicha tarea. “ Hacemos que los hombres se impliquen y participen, no sin resistencias, pero sí con mucha posibilidad de desplazarse de las posiciones con las que ingresan. Siempre y cuando se acompañen, a las estrategias de sensibilización, con estrategias de transformación de la cultura y de la política institucional, porque los hombres se inscriben en el marco de estructuras de poder e institucionales que tienen que facilitar esos cambios”.
En el marco del Día del Padre, presentaron la campaña Global MenCare “Juntos cuidamos mejor”, que conjuga un Ciclo de encuentros virtuales, el jueves 12 y el miércoles 18 de junio, acerca de temáticas como Paternidades, Corresponsabilidad y Cuidados en Latinoamérica. “La propuesta de la campaña radica en que juntos podemos cuidar mejor y que para eso necesitamos, además del compromiso personal de los hombres, el compromiso institucional de las organizaciones”, manifiesta Fabbri.