“Llegué sola al aeropuerto de Francia, a mis 27 años, desde mi pueblo en el norte argentino. El vuelo fue caro porque la agencia que me contrató me exigió llegar temprano a París. Los padres de las nenas que iba a cuidar me recogieron en la estación de tren, ya de noche, y estaban discutiendo”, relató Dani a El Destape, quien prefirió mantener en anonimato su nombre y el de la agencia que reclutaba jóvenes para trabajar como niñeras en el países extranjeros. “Sé de chicas que tuvieron problemas por exponer a la agencia”, justificó.
“Llegamos tarde a la casa y la señora quiso que bailáramos todos juntos en la cocina. Le dije que tenía un jet lag terrible y necesitaba descansar, pero insistió en que debíamos celebrar en familia. Al día siguiente empecé a trabajar. Las nenas aun no querían estar conmigo, preferían a su mamá. Ella se enojó. Y eso fue solo el comienzo”, continuó.
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Dani había aplicado para el programa au pair, que se presenta como una oportunidad para jóvenes de hasta 30 años, principalmente mujeres, para viajar, aprender otro idioma y vivir con una familia extranjera a cambio de alojamiento, comida y una pequeña remuneración. Sin embargo, en muchos casos, las experiencias terminan en situaciones de abuso, explotación y engaño, especialmente cuando se gestionan a través de agencias fraudulentas o acuerdos informales.
En los últimos años, han salido a la luz denuncias en países como Francia, España, Alemania y Estados Unidos, donde se han registrado casos de retención de pasaportes, condiciones laborales abusivas y la imposibilidad de acceder a derechos básicos. Algunas jóvenes han contado que fueron obligadas a trabajar más horas de las acordadas, en condiciones precarias y sin poder recurrir a la justicia local.
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Las au pairs enfrentan diversas vulnerabilidades que agravan su situación laboral y personal. En muchos países, no se las considera trabajadoras formales, lo que dificulta la denuncia de abusos. Además, la falta de control sobre las agencias, algunas de ellas ilegales, deja a muchas jóvenes sin red de apoyo y expuestas a condiciones laborales abusivas de este sector feminizado.
Para entender mejor esta realidad, El Destape dialogó con seis au pairs y una abogada especializada en derecho migratorio para conocer sus experiencias y el marco legal de esta actividad.
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Si no te gusta, andate
Aunque no todas las experiencias fueron negativas, las au pairs coincidieron en que el factor suerte fue determinante para sus historias. Cada au pair primero se inscribió en una agencia y realizó la inscripción con los requisitos que cada una impone, como tests psicológicos, demostrar que están solteras, sin hijos, tener la edad correspondiente, tener una base idiomática según el país de destino y, entonces, se crea un perfil. Las familias interesadas en tener esta suerte de niñera con cama adentro también crean un perfil con sus propuestas de paga y condiciones laborales. Si hay “match” entre ambas partes, se realizan videollamadas hasta concretar el intercambio cultural.
“El problema comienza en las entrevistas previas con las familias anfitrionas, ya que a veces adornan mucho las propuestas, pero cuando llegás te das la cabeza contra la pared”, advirtió Dani.
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La diferencia con una niñera convencional es que la au pair trabaja en un país que no es el de origen para concretar un “intercambio cultural”, por lo que pone un límite de horas a trabajar: hasta 25 horas semanales en el caso de chicas no europeas, y hasta 30 en caso de europeas.
Sin embargo, la entrevistada contó que no tenía horarios fijos: “Cuando ellos querían, trabajaba. Y si me quejaba, me decían: ‘Si no te gusta, andate’”.
El “factor suerte” hizo que Dani llegara a una casa donde el trato de la familia fue “grosero”, compuesta por una “madre alcohólica y un padre violento” que la obligaban a trabajar desde las 6 AM hasta “cuando la señora lo reclamara”.
Dicho “factor suerte” está marcado, en realidad, por agencias que minimizan los reclamos de las au pairs: “Mi punto de quiebre para irme de ahí fue una noche cuando me levanté por los gritos del hombre a la señora en medio de una situación muy violenta. Yo ya había contactado a la agencia para contarle lo que estábamos viviendo. Me dijeron que eso era normal, que tenía que darle tiempo a la situación. Como sabía que ellos no me iban a ayudar, armé mi valija y a la mañana siguiente simplemente me fui”, relató una Dani a la que “no le gustó y se fue”.
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Aún sin reconciliarse con la “suerte”, Dani luego fue empleada por otras dos host families (familias anfitrionas) en Francia. La primera, constó de una niña de 8 años con actitudes “muy agresivas” e “inusuales”: “Intenté durante un mes, pero fue imposible trabajar con ella. Los padres tampoco podían controlarla, estaban desconcertados pero no buscaron ayuda profesional. Pasé muy malos momentos. Escuchaba gritos y golpes en la casa por la nena, y que ellos se peleaban todo el tiempo. Me tuve que ir”.
En su tercera experiencia, el padre de la niña de 8 años que debía cuidar “se paseaba por la casa en ropa interior”, “hacía chistes desubicados” y comentarios intimidantes. “Esta vez, el punto de quiebre fue cuando, un día en la cocina, me levantó la remera de más y me tocó la espalda para mostrarme que tenía las manos frías”.
La lotería del match
Algunas chicas han tenido buenas experiencias como au pairs, encontrando familias anfitrionas comprometidas y viviendo una experiencia enriquecedora. Sin embargo, todas coinciden en dar alertas y hacer consideraciones antes de embarcarse en este tipo de trabajo. Es el caso de Geraldine Barraza (28), quien, como muchas otras, quería viajar y conocer nuevas culturas a pesar de las limitaciones económicas. Ingresó al sitio web AuPairWorld y encontró a su host family, que la recibió en Francia con un suflé de queso y otros platos típicos.
Geraldine cuidaba a los niños, los llevaba a la escuela, al conservatorio, ayudaba con las tareas y les enseñaba español e inglés. El buen diálogo con la familia permitió acordar las horas de trabajo, aunque señaló que “muchas veces las familias no se dan cuenta de que, aunque no sean muchas horas, hacerse cargo de niños implica una gran responsabilidad y desgaste físico y emocional”.
Como otras au pairs, Geraldine destacó la dificultad de establecer límites claros entre el trabajo y la convivencia. La familia la integraba en actividades más allá de las tareas laborales, lo que hizo que se desdibujaran esos límites. “Es necesario dejar claro desde el principio lo que se puede hacer y lo que no. Aunque algunas tareas no son parte de tu trabajo, hay que hacerlas para contribuir a la convivencia, especialmente si vivís con la familia”.
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También remarcó la importancia de informarse sobre derechos y obligaciones: “Algunas familias ofrecen menos de lo mínimo estipulado por ley, no entregan el contrato, y quedás sin protección en caso de problemas. Aunque se puede denunciar, las denuncias no suelen avanzar”.
Denuncia: mito o realidad
La posibilidad de denunciar un conflicto en el extranjero depende del país en el que se encuentre la au pair. Aunque siempre es una opción acudir al consulado argentino, muchas jóvenes enfrentan dificultades para saber dónde buscar ayuda si la necesitan.
Dani relató cómo la empresa que la contrató “se lavó las manos” cuando le contó sobre la situación violenta que vivía en la casa donde trabajaba. Y Geraldine coincidió al señalar que “algunas agencias minimizan los problemas de las au pairs para no perder a las familias inscritas”, algo que, según ella, está “poco regulado” dependiendo de la región.
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En Estados Unidos, la actividad de au pair está regulada bajo la Visa J, que permite trabajar y estudiar en el país. Aunque muchos países consideran este trabajo un “intercambio cultural”, Estados Unidos lo clasifica como empleo remunerado a cambio de salario, alojamiento, tres comidas diarias y espacio para estudiar. Solange Muleiro, abogada de inmigración en EE. UU., explicó que cuando las familias no cumplen con el contrato, las au pairs pueden denunciarlo al Departamento de Estado, a través del Departamento de Seguridad Nacional.
La abogada distinguió entre abusos contractuales, como el exceso de horas de trabajo, que pueden resolverse con la empresa o el Departamento de Estado, y abusos personales, como maltrato o privación ilegal de la libertad, que requieren intervención penal. Para problemas con la Visa J u otros programas temporales, las au pairs pueden comunicarse al 1-866-283-9090 o escribir a jvisas@state.gov.
Las ofertas laborales para jóvenes en el extranjero pueden ser riesgosas si no están bien reguladas. Geraldine advirtió: “Muchas familias buscan chicas muy jóvenes porque son más manipulables e ingenuas”.
Mientras Dani adhirió: “Hay muchas familias que no te declaran como empleada. En Francia estás desprotegida. De un día para el otro te echan a la calle y que te ayude Dios. En cambio, en EE. UU., la actividad está más regulada y las familias pueden meterse en problemas si abusan de la au pair”.
Muleiro recomendó investigar antes de aplicar y buscar asesoramiento legal para detectar inconsistencias en visados, contratos y agencias
Los números de au pair
Según la página oficial de Au Pair World, en Estados Unidos las au pairs cobran un mínimo de 195,75 dólares semanales y “un máximo de 205 dólares”, además de recibir alojamiento, tres comidas diarias, una habitación privada en la casa de la host family y dos semanas de vacaciones pagas. A cambio, trabajan hasta 45 horas semanales. La agencia intermediaria es responsable del seguro de salud de la au pair. Más términos y condiciones en: Au Pair World.
En Francia, el pago a las au pairs no se considera un salario, sino “argent de poche” (dinero de bolsillo). Geraldine Barraza explicó: “El mínimo estipulado por el Estado francés es de 320 euros mensuales”. Su familia anfitriona le proporcionó además comida, el abono mensual del teléfono y 10 tickets de transporte público por mes.
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Dani detalló su experiencia en Europa: “Yo cobraba 520 euros mensuales: 96 para transporte, 104 para comida y 320 como ‘pocket money’ para ropa, salidas y gastos personales”. Explicó que los 104 euros de comida no alcanzaban en París, donde se gastan entre 120 y 150 euros semanales en alimentos básicos. “Desayunaba, pasaba directo a la cena y tomaba mate todo el día. Imposible ahorrar. Les pedí un aumento y me dijeron que no, así que terminé usando mi ‘pocket money’ e incluso ahorros para comprar comida”.
Finalmente, concluyó: “Te lo venden como un intercambio cultural, pero en realidad es mano de obra barata para ellos”.
Trabajos forzados y trata de personas
Sandra Peters (México) y Tatiana Cuenca (Colombia), ex au pairs, demandaron a la agencia AuPairCare Inc. y a una familia en Maryland por trabajo forzoso, trata de personas y abuso laboral. Relataron haber trabajado más horas de las acordadas, con restricciones de comida y movimiento, vigilancia constante y amenazas de deportación. Además, antes de viajar, pagaron miles de dólares en cuotas del programa, quedando endeudadas.
"Hay que tener cuidado porque hay muchas estafas. Supuestas familias te piden dinero para la Visa, pero esto no funciona así: la Visa se tramita directamente con el consulado", advirtió Geraldine Barraza.
Peters y Cuenca buscan justicia para ellas y otras au pairs en su situación. Organizaciones de derechos migrantes advierten que las au pairs pagan para trabajar y, al depender su estatus migratorio del empleo, temen denunciar por miedo a la deportación.
Recientemente, youtubers como Martín Cirio han abierto espacios donde au pairs cuentan sus experiencias más extremas sin restricciones, ya que en la mayoría de los casos no se expone el nombre de quien cuenta su historia. En el primer video publicado sobre esta temática, Ayelén G. relató otro caso de trata y explotación.
"Siempre quise contar esta historia", comenzó. En 2020, durante la pandemia, decidió cumplir su sueño de vivir en EE.UU. Postuló como au pair a través de un anuncio en Facebook y tras meses de entrevistas hizo “match” con una familia de origen hindú en San Francisco.
La realidad fue muy distinta a la prometida. "Mi host dad ni me habló al buscarme en el aeropuerto y, al llegar a la casa, me llevaron directo al sótano: allí dormiría", relató. Aunque el contrato solo incluía el cuidado de niños, terminó cocinando, limpiando y lavando ropa de adultos. "Me levantaban a las 5 a preparar el desayuno, pero no podía sentarme a la mesa". Tampoco tenía acceso a la comida: "Me negaban hasta un café".
Cuando pidió ayuda a su coordinadora (LCC) para un rematch, su familia anfitriona tomó represalias: le prohibieron salir del sótano y le dejaron un maple de huevos y 12 manzanas para dos semanas. "Estaba deshidratada y con los labios cortados".
Logró cambiar de familia, pero en Nueva York enfrentó abuso laboral y xenofobia: "Los nenes me decían que me volviera a mi país". Trabajaba más de 50 horas semanales por 195 dólares, con vigilancia constante a través de cámaras ocultas.
Tras una discusión, su host mom la echó. La agencia que debía respaldarla no solo no la ayudó, sino que la amenazó. "Me dijeron: ‘Voy a encargarme de que te deporten y que ninguna otra familia te contrate’".
Ayelén terminó sola en una estación de servicio, con sus maletas y sin saber adónde ir. "Me encontré llorando, sola, a 10.000 kilómetros de mi país, preguntándome cómo llegué hasta acá", recordó.
La abogada Solange Muleiro explicó que aunque muchas au pairs sufren abusos, no siempre se configura la trata de personas: "Si hay privación de la libertad y trabajo forzado, hay abuso laboral. Pero para que sea trata, debe existir explotación con beneficio económico para terceros". En cualquier caso, recomendó pedir ayuda a tiempo.
Doble filo
La juventud y la falta de experiencia pueden representar un riesgo tanto para las familias que confían el cuidado de sus hijos como para las niñeras sin preparación adecuada.
Una ex niñera argentina que trabajó en Estados Unidos con la empresa A Mom’s Day Off relató a El Destape su experiencia a los 22 años, cuando comenzó a cuidar niños por tiempos acotados, como una noche o unas vacaciones. “Las familias dejan a sus hijos con una extraña. Yo tenía muy poca experiencia. La agencia decía que sabíamos primeros auxilios, pero no tenía idea, y mucho menos en niños”, confesó.
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A pesar de esto, la empresa no ofrecía capacitación, dejando a las niñeras en situación de vulnerabilidad. “Para mí, era dinero rápido, pero me resulta raro que los padres viajen y dejen a sus hijos con una adolescente”, señaló. Hoy, con 35 años, reflexiona sobre lo desprotegidas que están muchas jóvenes en este trabajo.
Además de enfrentar situaciones incómodas, como una madre que llegó con rastros de estupefacientes, denunció que la agencia se quedaba con las propinas virtuales. “Nadie me explicó qué hacer si surgía un problema con la familia o qué responsabilidad tenía si pasaba algo con los niños. Era todo muy improvisado”, concluyó.
Experiencias que transforman
Aunque el trabajo de au pair presenta desafíos, muchas jóvenes lo vivieron como una oportunidad de crecimiento personal y profesional. Tanto en Estados Unidos como en Europa, algunas familias cumplieron con lo pactado y ofrecieron un entorno de respeto y aprendizaje.
Nadia Sánchez, argentina de 27 años, trabajó en Chicago con la agencia Cultural Care y tuvo una convivencia positiva. "Siempre hubo cuestiones de convivencia, pero mi experiencia fue muy buena", afirmó. Su familia anfitriona le proporcionó un celular para comunicarse con las niñas y la integró a sus tradiciones: "Celebraban Hanukkah, pero también Navidad por mí. Me explicaban sus costumbres, y eso me abrió mucho la cabeza".
Romina Italiano, trabajadora social de 33 años, encontró una oportunidad distinta en París. Durante la pandemia, tras perder su trabajo en un restaurante, una amiga le presentó a una familia que buscaba una au pair. A cambio de cuidar a su hijo algunas horas al día, le ofrecieron alojamiento en un departamento independiente, sin intermediarios. "Nunca me sentí explotada ni engañada", aseguró. Gracias a la flexibilidad de la familia, consiguió otro empleo por las mañanas y logró validar su título en Francia.
Ambas coincidieron en que la experiencia les permitió conocer una nueva cultura y desarrollarse. "Me ayudó a entenderme a mí misma, me hizo crecer", reflexionó Romina, quien la recomienda para quienes buscan independencia y aprendizaje en el exterior.
Alertas y recomendaciones
Dani tuvo varias malas experiencias antes de encontrar el trabajo ideal en Estados Unidos, al que atribuyó su éxito a un “excelente inglés” que le permitió comunicarse y negociar. En cambio, en Francia, su francés limitado le dificultó la comprensión y adaptación. “No vayan si no pueden hablar el idioma local, esa es una debilidad grande”, advirtió.
Por su parte, Geraldine Barraza, aunque tuvo mejores experiencias, recomendó estar mentalmente preparados para el trabajo, que puede ser agotador. Destacó la importancia de hablar el idioma para superar las diferencias culturales. Además, enfatizó que el trabajo de au pair no es para ahorrar dinero ni profesionalizante, sino para viajar. “Es importante tener varias entrevistas con diferentes familias y debatir lo que cada una ofrece, pero también lo que vos podés aportar”, señaló. También sugirió viajar con algunos ahorros, por si surgen imprevistos.
La abogada Muleiro aconsejó informarse bien sobre los requisitos y limitaciones del visado para evitar incurrir en fraude migratorio. “El cambio de políticas migratorias no afecta a las au pairs, el problema es si intentan trabajar fuera de lo autorizado por la visa”, explicó.
Ser au pair puede ser una gran oportunidad, pero también un riesgo. Es clave informarse y tomar precauciones para que el sueño de viajar no se convierta en una pesadilla.