En Tucumán 317, el aire se impregna de un perfume inconfundible: el del café recién molido. Allí funciona, desde 1980, Café Flor de Arabia, un pequeño local atendido por la familia Pérez que, con más de 45 años de historia, se convirtió en un clásico del centro porteño.
El negocio, atendido desde el inicio por la misma familia, ganó fama por abastecer de café a oficinas, bancos y organismos estatales de la zona. “El 99% de los ministros de Trabajo tomaron café de acá”, afirma con orgullo Oscar Pérez, actual dueño.
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Una herencia marcada por el grano
La familia Pérez tiene una historia entrelazada con los granos de café. “Esto viene de mi padre, él siempre se dedicó al café. Este local lo manejaba mi madrina, Elena, después se incorporó mi tío, después me sumé yo y así nos fuimos sumando”, relata Oscar en diálogo con El Destape.
El padre de Oscar se llamaba Arturo Pérez Túñez y era oriundo de La Coruña, España. Llegó a Argentina en 1951 y tras iniciarse en la gastronomía, en 1963 comenzó a elaborar café en la histórica empresa “El Parque”, una de las primeras de café del país, que estaba ubicada en San Martín 1153, en la esquina Leandro N. Alem. Años después fundó sus propias casas de tostado y venta, hasta que la crisis del dólar en 1977 lo obligó a cerrar. “Eso cerró pero continuamos en el rubro. Mi padre fundó una cadena de cafeterías con seis negocios con franquicias que se llamaban ‘El Tostadero’, una de ellas ubicada cerca de Tribunales, y en agosto de 1980 mi familia abrió este, que fue el único que llevó el nombre ‘Flor de Arabia’. Desde el comienzo estuvo a cargo de mi madrina, Elena Erranz, pero mi padre iba y venía del negocio. Con el tiempo se sumó mi tío y cuando terminé el secundario, en 1982, empecé a trabajar en las cafeterías con mi padre”, explica Oscar.
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Arturo falleció en 1991 pero todos los bares continuaron funcionando, aproximadamente, hasta el 2000, cuando tuvieron que cerrar. A partir de ese momento, la familia se quedó únicamente con Café Flor de Arabia y Oscar se sumó al negocio. Elena falleció en 2020 y a partir de ese momento el negocio quedó a cargo de Oscar. El año siguiente, se sumaron sus hijos, Johana y Santiago.
Café de Brasil, Colombia y más
Si bien en sus comienzos el local ofrecía café, té y yerba, con el tiempo se transformó en una proveeduría especializada. Hoy, además de granos seleccionados, venden galletitas, caramelos y lácteos, aunque el corazón del negocio sigue siendo el café. El 90% de sus ventas corresponden al reparto y entrega a domicilio, tanto a empresas como a particulares. “Vendemos a empresas, particulares, y vamos donde nos dé el número. El país no nos acompaña hace mucho tiempo, pero los últimos 10 años fueron trágicos”, se lamenta.
El local ofrece granos de café de Brasil, de la línea Santos, y línea Moka. También tienen café de Colombia, oportunamente de Perú y café torrado que, según Oscar, es el preferido de mucha gente “grande” que lo busca y lo prefiere especialmente, a pesar de que últimamente es muy “atacado”.
“El café brasilero línea Santos es un café dulce y suave. En cambio, el colombiano es más fuerte, más ácido y más aromático. Es otro sabor, no es mejor ni peor, es distinto”, asegura Oscar.
Johana aporta una mirada técnica y explica que el grano de café de Colombia tiene una especie de “corbatita” que es la responsable de brindarle acidez al sabor del café. “El brasilero, en cambio, no la tiene. El Moka es un grano más chiquito, es distinto porque está más tostado, lo cual lo hace un poco más fuerte”, explica.
Oscar dice que hoy por hoy está muy de moda el café colombiano porque la gente quiere café “bien intenso”. “El colombiano tiene una estrategia de marketing a su favor, como pasó hace un tiempo con las ‘birrerías’, o los cafés de especialidad, que ahora están cerrando muchos”, agrega.
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Johana señala que todos los cafés que ofrecen son aptos para cafetera espresso y asegura que es “muy importante” el proceso del molido y la cafetera que se va a utilizar. Johana prefiere utilizar una cafetera espresso y el café de Brasil. “Es el estándar de las que utilizan en los bares”, agrega Santiago.
Para él también es más rico el café en la espresso aunque, admite, es más fácil utilizar la de filtro. En cambio, Oscar sin dudarlo prefiere la volturno. “En la italiana depende cómo pongas el fuego el café te sale distinto. Si lo pones alto te sale más suavecito y si lo pones bajito sale más fuerte”, añade Johana.
La fidelidad de los clientes
La familia asegura que la época dorada del negocio fue durante la década del 80 y principios de los 90 “porque no había muchos supermercados”. “La fruta y la verdura de esta zona se compraban en el mercado de Retiro y en el subsuelo del edificio Alas. Teníamos muchos clientes ahí”, asegura Oscar. Además, cuenta que muchas dependencias del Estado se abastecían de café en su negocio: Ferrocarriles Argentinos, Vialidad Nacional, Tandanor, toda la costanera. “Había tres chicos que salían a las 7 de la mañana y terminaban a las 19. Mientras, acá había dos personas armando pedidos desde las 6 de la mañana hasta las 7 de la tarde. Llegábamos a casa y seguíamos. Ya post 2001 eso cambió bastante”, detalla.
Oscar sostiene que el cliente de café es “fiel” y que a su negocio asiste mucha gente por el “afecto” con el lugar. “Hay gente que viene de generación en generación o que conocieron a mi madre. También hay quienes vienen desde lejos. Hay una persona que me llamaba cuando venía desde Mar del Plata. Tengo clientes de Córdoba que me encargan siempre que vienen a Buenos Aires y hay un restaurante muy famoso llamado “Los Argibay”, que queda en una ciudad de la provincia de Buenos Aires llamada Villa Lía, que siempre se llevan café de acá”, cuenta Oscar orgulloso.
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Por el negocio pasaron el padre del empresario Paolo Rocca, de Techint, Amalia Fortabat, el directorio de Papel Prensa y directorios de muchos bancos de la zona, como el Credicoop. “Carlos Heller es un habitué”, añade.
Por su ubicación, históricamente tuvo una clientela fija proveniente de los diferentes organismos estatales cercanos. “Empleados del Ministerio de Justicia, de la Secretaría de Derechos Humanos, del Ministerio de Desarrollo Social, del CCK, todos venían acá.”
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El negocio funciona de lunes a viernes de 7 a 17 horas. “Los fines de semana no abrimos porque no hay nadie en la zona”, aseguran.
“A fin de año queremos incorporar café saborizado con vainilla y avellanas”, dice Oscar, el hombre por cuyas venas corre café: “Me crié tomando café, desayuno café, tomo café como si fuera agua, a mí no me saca el sueño. Es como para otros tomar una gaseosa. Nunca medí cuánto café tomo por día pero debe ser una jarra. Mi padre era igual”, asegura.