Desde tiempos coloniales hasta las actuales propuestas sustentables, la evolución de la moda en Argentina ha sido siempre un reflejo de su contexto político, social y cultural.
Compartí con nosotros este recorrido histórico para entender cómo vestirse no solo es una elección estética. También es un acto cargado de significados, identidades, además de ideologías.
A lo largo de los siglos, cada prenda ha contado una historia sobre quiénes somos como sociedad y qué valores predominan en cada época. La moda, en este sentido, funciona como un espejo que registra los cambios, las tensiones y las aspiraciones de un país.
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Influencias históricas en la moda argentina
Cada etapa de la historia dejó su huella en los modos de vestir, mostrando las tensiones y aspiraciones de la sociedad. Así, la moda se convirtió en un reflejo dinámico de la identidad nacional en constante transformación. Veamos.
Las raíces coloniales y sus repercusiones
Durante el periodo colonial, la vestimenta estaba fuertemente influenciada por la moda española. Las clases altas replicaban el estilo europeo con trajes ostentosos, bordados, encajes y capas.
En contraste, los sectores populares vestían prendas más sencillas, de telas rústicas, a menudo fabricadas artesanalmente. Esta segmentación reflejaba una jerarquía social rígida, donde la ropa era sinónimo de estatus.
Además, las regulaciones impuestas por la corona española limitaban el acceso a ciertos materiales y estilos, reforzando aún más las diferencias entre clases. La vestimenta no solo cubría el cuerpo, sino que también delimitaba roles y privilegios.
Moda en el siglo XIX: el impacto de la inmigración
Con la llegada masiva de inmigrantes europeos a finales del siglo XIX, especialmente italianos y españoles, se introdujeron nuevas formas de vestir. Las mujeres comenzaron a adoptar corsés y vestidos con siluetas más estructuradas.
Los hombres, por su parte, incorporaron el uso del traje y el sombrero como signos de civilidad y progreso. Esta fusión entre tradición criolla e influencias extranjeras dio lugar a una moda híbrida, reflejo de una nación en construcción.
Las vidrieras de las grandes ciudades, como Buenos Aires y Rosario, exhibían las últimas tendencias traídas desde París y Milán. Esto marcaba el pulso de la moda urbana.
Al mismo tiempo, en las zonas rurales, persistían las prendas tradicionales, dando lugar a un contraste que evidenciaba las transformaciones sociales y culturales de la época.
Estilos emblemáticos de la Revolución y la independencia
Durante las guerras de independencia, la moda también cumplió un rol simbólico. Los uniformes patrios y los atuendos con escarapelas representaban una forma de adhesión a la causa revolucionaria.
Durante la revolución, la ropa se transformó en un lenguaje silencioso, capaz de expresar lealtades, convicciones y anhelos de cambio en un momento de efervescencia nacional.
En ese contexto, las mujeres bordaban banderas o cosían camisas para los soldados, y su vestimenta también se cargaba de significados políticos. Estos gestos, aunque cotidianos, eran una forma de resistencia y participación activa en la lucha por la libertad.
El siglo XX: Cambios y revoluciones en el vestir
A medida que el país se modernizaba, la moda se volvió más diversa, compleja y muchas veces transgresora. Cada década trajo consigo nuevas formas de expresión.
Los cambios sociales, políticos y tecnológicos influyeron directamente en los estilos, que pasaron de lo conservador a lo vanguardista en cuestión de años. La ropa comenzó a ser utilizada como una herramienta para manifestar ideas, desafiar normas y construir identidades.
La moda de los años 20: modernidad y liberación
La década de 1920 marcó el ingreso de la mujer argentina a la vida pública con más libertad. Inspiradas por los movimientos sufragistas y el cine de Hollywood, las jóvenes abandonaron los corsés, acortaron los vestidos y adoptaron peinados más atrevidos como el corte “garçon”.
Era una moda que hablaba de autonomía y de ruptura con el pasado. Este cambio no solo transformó la estética femenina, sino también su comportamiento en la sociedad.
La moda de los años 20 se convirtió en un símbolo de emancipación y modernidad para toda una generación.
Las mujeres comenzaron a frecuentar cafés, teatros y universidades, desafiando los espacios tradicionalmente reservados para los hombres. La ropa ligera y funcional les permitió mayor movilidad y expresión corporal, acorde a su nueva presencia en la esfera pública.
La influencia del tango en la vestimenta
El tango, como fenómeno cultural, impactó profundamente la indumentaria. Los trajes de los tangueros, así como los vestidos ajustados y sensuales de las milongueras, definieron una estética urbana, pasional y arrabalera.
Esta influencia se consolidó como una de las identidades visuales más potentes de la Argentina. Las milongas se convirtieron en verdaderas pasarelas donde la elegancia y la actitud eran tan importantes como los pasos de baile.
Los brillos, las sedas y los bordados comenzaron a ser protagonistas en la vestimenta femenina, realzando la figura y el movimiento en la pista. Por su parte, los hombres adoptaron un porte distinguido y desafiante.
Durante esta época, cada detalle del atuendo comunicaba seguridad y estilo. Esta estética no solo se mantuvo en los salones de baile, sino que trascendió a la vida cotidiana, influenciando la moda urbana de barrios emblemáticos como San Telmo y La Boca.
La moda durante las dictaduras y su simbolismo
Durante las dictaduras del siglo XX, especialmente la última (1976-1983), la moda también se convirtió en un campo de batalla simbólico. Vestir de forma alternativa o "diferente" podía ser motivo de sospecha.
Las Madres de Plaza de Mayo, con sus icónicos pañuelos blancos, transformaron un simple accesorio en un poderoso símbolo de resistencia y memoria. La represión también se manifestó en la censura de ciertas expresiones estéticas vinculadas a movimientos juveniles y culturales.
Durante la dictadura, un periodo de silenciamiento forzado, la ropa se convirtió en un lenguaje alternativo para expresar rebeldía y anhelos de libertad.
Estilos como el rockero, el hippie o el punk eran vistos con desconfianza y asociados a la subversión. Estos mismos códigos de vestimenta sirvieron como formas silenciosas de protesta y afirmación de la identidad personal.
La moda como expresión cultural
Más allá de lo estético, la moda argentina ha sido vehículo de identidad, arte y denuncia social. A través de las prendas, muchas generaciones encontraron una forma de narrar su historia y posicionarse frente al mundo.
Los colores, las texturas y los diseños funcionan como códigos que revelan pertenencias culturales y posturas ideológicas. En este sentido, la moda trasciende su función práctica y se transforma en un acto de comunicación poderosa y colectiva.
Diseñadores icónicos y sus aportes
El siglo XX vio nacer a diseñadores que marcaron tendencia, como Gino Bogani, precursor de la alta costura local. Benito Fernández, con su colorido estilo étnico; y más recientemente Jessica Trosman, conocida por su estética experimental y deconstruida.
Ellos y otros referentes han transformado la moda en una forma de arte y discurso. A través de sus creaciones, lograron dialogar con los cambios culturales, políticos y sociales del país, interpretando las emociones y tensiones de cada época.
Sus diseños no solo vistieron cuerpos, sino que también narraron historias y propusieron nuevas formas de mirar lo cotidiano. Muchos de ellos apostaron por la innovación en los materiales, el reciclaje y la producción artesanal.
Además, lograron fusionar lo tradicional con lo vanguardista. Gracias a su trabajo, la moda argentina consolidó una identidad propia que trasciende las pasarelas y conecta con lo más profundo del sentir nacional.
El auge de la moda argentina en el escenario internacional
A partir de los años 2000, con la creación del Buenos Aires Fashion Week (BAFWEEK) y el fortalecimiento de marcas locales, la moda argentina comenzó a destacarse en el plano internacional.
Diseñadores jóvenes exportan sus colecciones, y la impronta local se convierte en un diferencial valorado afuera. El diseño argentino empezó a aparecer en importantes pasarelas del mundo, captando la atención de críticos y celebridades.
Esta proyección internacional impulsó la apertura de nuevos mercados y colaboraciones con grandes marcas globales. Al mismo tiempo, surgieron espacios alternativos y ferias de diseño independiente que fomentaron la creatividad emergente.
Moda y movimientos sociales: el papel de la juventud
Los jóvenes han utilizado la moda como declaración política que incluye desde las protestas estudiantiles hasta el movimiento feminista. Los pañuelos verdes del movimiento por el aborto legal son claros ejemplos de como el vestirse puede ser un acto político y de identidad.
La elección de ciertos colores y símbolos funciona como un código compartido que fortalece el sentido de pertenencia a una causa. Además, el uso de consignas en remeras o accesorios convierte a la vestimenta en un medio de difusión.
Esta tendencia también se refleja en la recuperación de prendas artesanales y ancestrales. Esto se utiliza como forma de reivindicar las raíces culturales y resistir a la homogeneización de la moda global.
De esta manera, la evolución de la moda demuestra como cada atuendo puede transformarse en una declaración pública de valores, luchas e, incluso, aspiraciones colectivas.
Tendencias contemporáneas y sostenibilidad
Hoy, la moda argentina se enfrenta al desafío de ser más consciente. La sustentabilidad se vuelve una exigencia, no una opción. Surgen marcas que trabajan con textiles reciclados, producciones éticas y comercio justo.
Se revalorizan saberes ancestrales, como el tejido artesanal de pueblos originarios, y se apuesta por una moda circular que reinventa el uso de las prendas. El slow fashion se impone como contracara del consumo acelerado y despersonalizado.
Esta transformación no solo responde a una preocupación ambiental, sino también a una búsqueda de mayor equidad social dentro de la industria. Cada vez más consumidores valoran la trazabilidad de los productos y el respeto por las condiciones laborales de quienes los confeccionan.
Además, crece el interés por prendas atemporales y de calidad que priorizan la durabilidad sobre la cantidad. En este escenario, la moda argentina explora un nuevo equilibrio entre creatividad, responsabilidad y compromiso con el futuro del planeta.
Conclusión
Cada prenda encierra una historia, un contexto social y un momento político que la convierten en un testimonio silencioso de su tiempo. A lo largo de los años, la moda ha sido vehículo de rebeldía, de pertenencia y también de transformación.
Tanto los primeros pañuelos blancos de las Madres de Plaza de Mayo, como los colores vibrantes de los movimientos feministas actuales, han sido códigos de vestimenta. En diferentes momentos, los pañuelos han hablado desafiando al silencio.
Incluso en los pequeños detalles, como un estampado tradicional o una tela reciclada, laten las memorias de generaciones enteras. Hoy, frente a un mundo globalizado, la moda argentina se debate entre su identidad y tendencias internacionales.
Este desafío invita a repensar no solo lo que usamos, sino también cómo y por qué lo hacemos. Así, cada elección de vestuario puede convertirse en un acto consciente, un pequeño gesto que aporte a la construcción de un futuro más justo y sostenible.
La moda, en definitiva, sigue siendo una poderosa herramienta para narrar la historia que todavía estamos escribiendo. ¿Querés seguir explorando estos temas? Continuá leyendo en El Destape.
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