El décimo aniversario del primer NI Una Menos nos enfrenta a un proceso político y sociocultural de claro retroceso en materia de derechos de las mujeres y diversidades, y un ataque sincronizado contra las organizaciones y colectivos feministas. En la Argentina gobernada por Javier Milei el lema “el Estado es responsable”, sostenido desde aquella jornada de lucha histórica en 2015 que marcó un antes y un después en el mundo, se resignifica teniendo en cuenta el desmantelamiento efectivo de áreas clave para la lucha contra la violencia de género, el recorte significativo en los programas específicos, y un discurso oficial que niega la figura del femicidio, e incluso busca eliminarla del código penal como agravante ya que implica un “privilegio”.
Pero además en el contexto actual se observa cómo el feminismo tiene menor impacto en el debate público y el 3J ha dejado de formar parte de las agendas, desplazado por otros temas. En pocos meses se ha erosionado la legitimidad de los reclamos en materia de género y lucha contra la violencia, como producto de una campaña activa y sostenida desde redes sociales y medios afines al gobierno, para desprestigiarlo. En las plataformas, redes y foros quienes encabezan una estrategia verticalista que busca constituir una agenda política antifeminista, violentar a las mujeres y desacreditar al movimiento, son los denominados grupos de Incels (Involuntary Celibates, o célibes involuntarios, en castellano), protagonistas de la Manósfera. Dicho universo se define como el conglomerado de espacios virtuales heterogéneos que dan cabida a una multitud de movimientos masculinistas basados en la propagación de discursos misóginos y antifeministas.
El fenómeno Incel, que convive entre el territorio digital y el físico, está conformado por varones heterosexuales que, frente a su falta de éxito para entablar relaciones sexoafectivas, difunden mensajes misóginos, antifeministas, y promueven la masculinidad enfatizando el rechazo, la violencia y el odio hacia las mujeres y personas LGBTIQ+. Estos grupos tienden a justificar y glorificar la violencia, como forma de venganza por la “injusticia sexual”, al punto que en los últimos años se han registrado múltiples crímenes, atentados y actos de violencia extrema perpetrado por varones Incels. Uno de los mártires del movimiento, Elliot Rodger, quien en 2014 en California asesinó a seis personas, hirió a catorce, y luego se suicidó, dejó escrito en uno de sus mensajes: “El resto de los hombres no lo entienden, pero no me importa. Yo soy un solitario que está haciendo la revolución de los solitarios. ¡Mis héroes son los que están dispuestos a matar a las mujeres!”.
En relación al Ni Una Menos, el procedimiento de los Incels se caracteriza mayormente por la negación de las cifras de femicidios, burlarse de las víctimas de violencia, ridiculizar al feminismo y repetir teorías conspirativas sobre la existencia de una “matriarcado moderno” ya que las normas y leyes suelen favorecer a las mujeres. En algunas plataformas comparten y viralizan todo tipo de contenido (vídeos, memes, posts, gifs, tuits, etc.) que desprecian a los feminismos, señalando que en realidad son mujeres hipócritas o interesadas que disfrutan de los privilegios. Una narrativa que, impulsada por la crítica a la "ideología de género" o el "feminismo radical" del gobierno nacional, retroalimenta el resentimiento y la sensación de revanchismo reaccionario. Recordemos que fue el propio Milei quien en el Foro Económico Mundial de Davos, dijo que “la ideología woke” era “la gran epidemia de nuestra época que debe ser curada, es el cáncer que hay que extirpar”.
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Sin embargo, la estrategia central es apropiarse de los discursos para instalar el victimismo masculino extremo en una sociedad que, según su relato, favorece a las mujeres, quienes tienen el poder de decisión en el ámbito romántico y sexual y marginan a los hombres como ellos. Para esto en las redes sociales utilizan lemas y hashtags como #IncelLivesMatter (parodiando el #BlackLivesMatter), #MenToo (parodiando el movimiento #MeToo), o #NiUnoMenos, que representa la versión masculina del 3J, con los que intentan desviar la atención y legitimar su ideología misógina.
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La maniobra de victimización reproduce el punto de vista del Presidente quien, en el foro de Davos, ha llegado a cuestionar las políticas de protección de las mujeres ante la violencia de género porque son una “distorsión del concepto de igualdad“, y legalizan “que la vida de una mujer vale más que la de un hombre”. En la misma línea el ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona, explicó que la voluntad del Gobierno de eliminar la figura del feminicidio del Código Penal tenía que ver con que implica "una distorsión del concepto de igualdad que únicamente busca privilegios, poniendo a una mitad de población en contra de la otra". Luego en las redes sociales sostuvo que "Ninguna vida vale más que otra", y apuntó contra los movimientos feministas que "han usado a la mujer para llenarse los bolsillos y desmedrar al hombre".
El modus operandi incluye repetir frases de autocompasión, culpando a las mujeres y feminismos por sus sufrimientos, y apodar de “feminazis” y violentas a las mujeres organizadas políticamente. Suelen caricaturizarlas como “feas, amargadas, solteronas y con gatos” para invalidar sus ideas y opiniones, pues las consideran una amenaza al lugar natural que deberían tener en la sociedad. En varias ocasiones hemos visto cómo se organizan y ponen en marcha estrategias de ciberacoso contra mujeres, referentes del movimiento feminista, y artistas populares, orquestados por grandes influencers del libertarianismo, bajo el resguardo de seudónimos y perfiles falsos. El objetivo es hostigar sistemáticamente, amedrentar, agredir y silenciar a quienes levantan la voz contra las políticas del gobierno.
Bajo el paradigma de la cultura digital contemporánea, los memes constituyen una de las herramientas más eficientes a la hora de atacar mujeres y ridiculizarlas por su veta graciosa y rápida viralización. Entre los más usados se encuentran los memes de “Chad” y “Stacy”, centrales del imaginario incel, que expresan su visión simplificada, hostil y distorsionada sobre las dinámicas de género, atracción y relaciones sociales; o los que glorifican a personajes violentos, como la estampita que ilustra a Rodger como un mártir. En la comunidad Incel sirven como una forma de propaganda de sus discursos de odio, disfrazados de humor inofensivo y desideologizado, facilitando su difusión por su uso conciso del lenguaje y un mayor eco entre los jóvenes varones con ciertas frustraciones que podrían sentirse representados por los mensajes.
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A pesar de que puede parecer un uso banal de los memes, el diseño de estas piezas y puesta en circulación tiene un altísimo potencial destructivo en el camino hacia la radicalización de las ideas antifeministas y el quiebre del consenso social que existe en torno a un rechazo uniforme de la violencia de género. Estos mensajes y piezas gráficas, aprovechando la impunidad que otorgan las redes, refuerzan estereotipos peligrosos y misóginos sobre las mujeres, las deshumanizan hasta convertirlas en objetos de odio y venganza, y llevan a la caricatura reclamos como el Ni Una Menos.