Este 3 de junio de 2025, se cumple un nuevo aniversario del primer Ni Una Menos (NuM) en Argentina. Luego del brutal asesinato de Chiara Páez, en la provincia de Santa Fe, miles de personas colapsaron las calles de decenas de ciudades. 10 años del inicio de aquel movimiento histórico que, bajo dicha consigna, atravesó los límites territoriales y llegó a diversos países de América Latina y el mundo. Año tras año, se llevaron adelante diversas marchas para luchar contra la violencia de género, la desigualdad, el femicidio y el trans/travesticidio. Mientras tanto, el gobierno de Javier Milei niega la problemática y amenaza con eliminar la figura de “femicidio” del Código Penal.
Durante estos 10 años de NuM, se registraron un total de 2.873 femicidios, trans/travesticidios e instigaciones al suicidio. Según el observatorio “Ahora que sí nos ven” y diversos registros, se confirmó un femicidio cada 31 horas. “Legalizan (Ndr: por la existencia de la figura legal del femicidio) que la vida de una mujer vale más que la de un hombre”, afirmó el máximo mandatario nacional. Seguido de ello, el ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona, afirmó que eliminarán dicha figura porque “ninguna vida vale más que la otra”.
Lo cierto es que, mientras el gobierno nacional libertario asegura que no existe tal desigualdad de género y desestima a la problemática que sigue atentando contra la vida de las mujeres; año tras año queda claro que en el inconsciente colectivo sólo se reconocen las víctimas y no a los victimarios. Si algún femicida queda en la memoria, sólo lo hace por el nombre y no por el rostro, o viceversa.
10 femicidas, 10 años de Ni Una Menos: cuando la víctima es más recordada que el victimario
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Joel Fernández, femicida de Melina Romero (2014)
Fernández, alias “Chavito”, de 20 años, parecía ser un conocido de quien, tiempo después, se convertiría en su víctima fatal. Compartieron una fiesta con amigos en común y estuvieron juntos en un boliche de San Martín, por su cumpleaños. Pero, con el pasar de las horas, todo cambió aquel 23 de septiembre del 2014.
El imputado abusó de Melina Romero, de 17 años (¿la recordás?) y se deshizo del cuerpo en un predio cercano al Ceamse de José León Suárez. También se habló de la participación de César Sánchez (46), conocido como el “Pai César” y Elías “El Narigón” Fernández (22) -ambos mencionados por la amiga de la joven asesinada, único testigo de los hechos- pero ninguno de ellos fue condenado por el Poder Judicial.
Por su parte, Fernández fue hallado “responsable de homicidio preterintencional” y “privación ilegal de la libertad coactiva agravada por la participación ilegal de dos o más personas”. Su caso fue tema de conversación en los medios de comunicación. No por el nombre del victimario, sino por la vida que llevaba Melina: hija de familia humilde y variedad de descripciones despectivas como “fanática de los boliches” y con una “vida sin rumbo”. Del femicida, poco dijeron hasta que fue declarado culpable y allí, sólo informaron sobre su sentencia.
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Leonardo David Sena, femicida de Lola Chomnalez (2014)
El caso de Lola Chomnalez tuvo diversos giros. La adolescente de 15 años había ido a vacacionar a Uruguay con su madrina, en diciembre del 2014. Salió a caminar por la playa y desapareció: dos días más tarde, fue hallada sin vida a cuatro kilómetros de la casa donde se hospedaba. Falleció por asfixia y sofocación, y además presentaba cortes hechos con un arma blanca en distintas partes del cuerpo.
En primer lugar fue detenido Ángel Eduardo Moreira Martínez, alias “El Cachila”, a quien seguramente no recuerdes. Se trataba de un cuidacoches y vendedor de estampitas de 36 años, quien admitió haber estado con la joven al momento de morir. Fue condenado a ocho años de prisión por “encubrimiento”, luego de que el cotejo de ADN diera negativo.
En abril de 2024, la historia de Lola dio un vuelco inesperado. A 10 años del hecho, la justicia uruguaya condenó a 27 años de prisión a Leonardo David Sena (de 39 años) por ser el autor material del femicidio. Estaba preso desde mayo del 2022, cuando fue detenido en la localidad de Chuy, donde trabajaba como panadero, por tener las pertenencias de Lola. La intervención de una técnica genetista fue crucial: cotejó la muestra del perfil de ADN en la escena del crimen con el banco de datos y allí encontró a Sena, preso por otra causa y que ya tenía antecedentes por violación y violencia.
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Manuel Mansilla, femicida de Chiara Páez (2015)
Manuel Mansilla era un adolescente de 16 años, hijo y nieto, en mayo del 2015. Vivía en la localidad de Rufino, al sur de la provincia de Santa Fe y según sus propios conocidos y amigos cercanos, nunca tuvo actitudes violentas que hicieran creer que podía consumar este tipo de acción. “Desde hace tres años lo conozco, soy preceptora en la escuela técnica a la que iba y jamás tuvo una actitud indisciplinaria”, manifestó la tía de la víctima, Lorena Camargo. Parecía un chico normal, uno más entre los más de 20.000 habitantes rufinenses.
Aún así, no dudó a la hora de asesinar brutalmente a Chiara Páez, con repetidos golpes en su cabeza. Luego, la enterró en el jardín de la casa de sus abuelos. Se ofreció como ayuda en la búsqueda y con un cinismo explícito, hizo un asado a metros de su cuerpo durante la noche del 9 de mayo. Se dijo que confesó el crimen ante su padre policía, y que este lo entregó. En Rufino, también apuntan que su abuelo lo enfrentó. Hace años, la familia está encausada en la justicia ordinaria pero no hay respuestas.
Según los datos que se conocieron por medio de la autopsia, Chiara estaba embarazada de ocho semanas y no quería abortar. Él le insistía con que lo hiciera. Fue el femicidio que convocó la primera movilización de “Ni Una Menos” en la historia de nuestro país.
Finalmente, en septiembre del 2017, fue condenado a 21 años de cárcel por el delito de “homicidio agravado por femicidio”. Pena que luego, en diciembre del 2021, fue reducida a 15 años porque el fallo de primera instancia no se aplicaba a la ley penal juvenil. La familia de Chiara continúa luchando mientras la Corte Suprema no da respuestas y Mansilla aguarda por recuperar pronto su libertad.
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Jonathan Luna, femicida de Micaela Ortega (2016)
Luna, de 26 años, parecía ser un hombre común. Pero, tal como relata su propia familia, desde la brutal muerte de Micaela, notaron algunos cambios en su actitud. Especialmente, cuando escuchaba hablar sobre el caso y cuando oía su nombre. El nombre de quien se confirmó, cinco semanas más tarde, que era su víctima. A diferencia de los anteriores, mostraba cinismo y despotricaba contra la joven desaparecida.
Su expareja, dos vecinas y un amigo lo acusaron de “vago, mugriento, ladrón y golpeador”. Incluso, su ex novia, caracterizó al hombre de tener una personalidad “violenta y perversa”. Tenía pedido de captura en Río Negro -por robo- y múltiples perfiles en redes sociales con diferentes nombres. A pesar de ello, seguramente no recordabas su nombre o su rostro.
A Micaela Ortega, de tan solo 12 años y víctima de grooming por Facebook, la encontraron en un descampado en Bahía Blanca luego de ser engañada por su femicida, que se hacía pasar por una niña de su edad. Tras el juicio, lo condenaron a prisión perpetua.
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Sebastián Wagner, femicida de Micaela García (2017)
El nombre de Sebastián Wagner, a diferencia del resto, estuvo en boca de todos durante varios días; pero años después, quedó en el olvido mientras el de su víctima es parte de una histórica ley. Era un ex empleado de un frigorífico y tenía antecedentes: tres casos de violación y una liberación de la cárcel antes de tiempo. Había abusado sexualmente a una estudiante -también le robó- y meses más tarde, hizo lo mismo con otra chica en un parque durante el 2010. Tenía nueve años de condena pero cumplió cuatro: volvió a las calles en julio del 2016 luego de que el juez Carlos Rossi -absuelto dos años más tarde- lo liberara.
Micaela Garcia, de 21 años, fue secuestrada, violada y asesinada en Gualeguay, provincia de Entre Ríos. El padrastro de Wagner, Fabián Ehcosor -dueño del lavadero donde Wagner trabajaba- y Néstor Pavón encubrieron lo sucedido y también quedaron imputados. A pesar de ello, el femicida fue condenado a cadena perpetua.
Posteriormente, en diciembre del 2018, se creó la Ley Micaela buscando prevenir, sancionar y erradicar la violencia que ejecutan los agentes del Estado contra las mujeres y las disidencias, a través de capacitaciones transversales, obligatorias y permanentes en perspectiva de género. Ley que, actualmente, el gobierno de Milei no hace cumplir. Mientras tanto, en diciembre del 2024, la Corte Suprema escuchó a la familia de Micaela y ordenó un nuevo juicio por jurados contra Pavón, para que sea juzgado como “coautor”.
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Naim Vera, femicida de Brenda Gordillo (2020)
Hace cinco años, Naim tenía 19 años. Era reconocido en la capital de Catamarca por ser hijo de un importante médico y por, normalmente, deambular en la camioneta de su papá. Su pareja de 25 años, era la jugadora de hockey y se llamaba Brenda Gordilllo; un nombre -tal vez- más conocido para el grueso de la gente. Aunque personas cercanas aseguran que “no eran novios, se veían cada tanto, se estaban conociendo”.
Una tarde de sábado, la invitó al departamento, propiedad de su abuela. Pasaron el día juntos y algo cambió durante la madrugada: el estudiante de medicina atacó a Brenda, le introdujo un trapo en la boca y la asfixió. Luego, encendió la parrilla ubicada en el balcón y colocó el cuerpo entero sobre las llamas. Una vecina fue testigo a las 4 de la mañana y terminó siendo clave para el caso. Luego de que se desprendiera, sacó el cuerpo calcinado en dos partes y lo puso en la parte trasera del Fiat Toro de su padre; condujo hacia La Quebrada a 20 kilómetros de la capital y enterró los restos.
“La cagué, maté a Brenda”, le dijo a su mejor amigo; quien luego aseguró en su testimonio que Nair le contó que “ella estaba embarazada y le había mandado un test de embarazo” (NdR: el embarazo no era real, incluso tenía un quiste en el útero que le impedía tener hijos) y él se puso muy nervioso. “Nunca imaginé algo así por como era él, súper tranquilo”, acotó. Luego, Vera confesó el crimen ante su padre y un abogado amigo.
Tras la detención, en mayo del 2021, la Justicia de Catamarca condenó a Naim a prisión perpetua por “homicidio doblemente calificado por mediar una relación de pareja y por femicidio”.
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Matías Martínez, femicida de Úrsula Bahillo (2021)
Matías Ezequiel Martínez, de 25 años, formaba parte de la Policía Bonaerense de la que había sido separado por una carpeta psiquiátrica -cuyo contenido aún se desconoce-. Desde su familia, aseguraban que no era capaz de matar "ni a una mosca", que no era violento ni de forma verbal ni física. Por el contrario, vecinos y vecinas de Rojas -ciudad ubicada a 260 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires- aclaraban que sabían cómo era, recordando episodios de violencia de género contra la mujer con quien compartía un vínculo previamente.
Poco a poco se descubrió quién era realmente Martínez, pero fue muy tarde: las múltiples denuncias no fueron suficientes y en el medio de la calle, asesinó brutalmente a Úrsula Bahillo, su ex pareja. Había sido condenado a cuatro años de prisión por violencia de género previamente y en diciembre del 2021, fue sentenciado a prisión perpetua por el femicidio por el TOC N° 1 de Junín.
En el año 2020, desde Ahora que sí nos ven sumaron un registro para la variable “agresores que pertenecen a las fuerzas de seguridad y militares”. En cinco años, la cifra es -sin dudas- preocupante: 72 femicidas eran policías y 9 militares. Matías, forma parte de dicho registro.
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Bautista Quintriqueo, femicida de Guadalupe Curual (2021)
Bautista, de 33 años, era un reconocido acordeonista de La Angostura, incluso solía tocar en peñas folclóricas de la región. Estuvo en pareja con Guadalupe Curual durante dos años y medio pero se habían separado por los constantes episodios de violencia de género contra la joven de 21 años, que incluso había denunciado en reiteradas ocasiones. “Te estoy mirando, sos mía... No sos de nadie más”, escribió en el último mensaje de WhatsApp que le envío, 48 horas antes de cometer el bestial femicidio.
En febrero del 2021, Quintriqueo persiguió a su ex pareja -con quien además compartía una hija de dos años- por las calles de la ciudad. Atacó a un joven de 31 años, con quien se encontraba Guadalupe y le asestó cuatro puñaladas en diversas partes del cuerpo. La joven, por su parte, intentó escapar pero fue apuñalada en el esternón, atravesando su corazón.
Luego, intentó suicidarse en dos ocasiones. La segunda, con un cable de una vía en el hospital en el que se encontraba internado. Al sexto día, perdió la vida. Tiempo después, el juez Jorge Videla, quien había recibido las denuncias de Guadalupe, renunció a su cargo.
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Néstor Soto, femicida de Catalina Gutiérrez (2024)
Néstor Soto, conocido como “Tito” o “Nuni” -entre amigos y familiares-, nació en la ciudad de Bariloche y estudió en el colegio religioso Don Bosco de dicha ciudad. A los cuatro años, se mudó a la capital de Córdoba y cursaba el cuarto año de la carrera de arquitectura en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), haciendo orgullosos a sus familiares. Allí, conoció a Catalina Gutiérrez: eran compañeros en la facultad y hasta compartieron diversos momentos. Incluso, se puede observar en ambas cuentas de Instagram, diversas fotos juntos. “Sé que era una persona allegada, venía a mi casa, lo ha invitado mi hija, venía a cenar”, expresó el papá.
El 17 de julio de 2024, todo cambió. Catalina, de 21 años, le pidió el auto a su madre para ir al Patio Olmos y jugar al bowling con sus amigas, pero nunca más volvió. Pasadas las 22, la influencer cordobesa dejó de responder mensajes y llamadas. Incluso, el último mensaje de voz, fue a su novio, asegurando que se encontraba de camino al shopping.
Por la ubicación del celular, la familia de Catalina pudo rastrear al automóvil, que estuvo media hora frente a la casa de Soto. Allí fue brutalmente golpeada por el joven de 22 años, quien la dejó inconsciente, la subió al Renault Clio y decidió prenderlo fuego para eliminar pruebas. ¿La autopsia? Catalina fue asesinada por una asfixia por estrangulamiento, luego de atarle ambas manos (y provocarle lesiones) y golpearle repetidas veces la cabeza. Y Néstor, confesó rápidamente el crimen:
“Cuando me dijeron que había sido él, no lo creía”, “Vivíamos en su departamento, estábamos todo el tiempo juntos”, “Le confiábamos todo”, “Estaba celoso porque Cata estaba de novia”, aseguraron las amigas a lo largo de proceso. Soto fue hallado culpable, por el TOC N° 11 de Córdoba, por el asesinato de la joven y condenado a prisión perpetua por “homicidio calificado por violencia de género”.
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Jorge Mangeri, femicida de Ángeles Rawson (2013)
Jorge Mangeri es, tal vez, uno de los femicidas más reconocidos de Argentina debido a la relevancia que tuvo el caso. A diferencia de los anteriores, nadie puede -ni quiere- olvidar su rostro. Con 45 años en aquel momento, era el encargado del edificio en el que vivía la víctima y donde él mismo tenía un departamento junto a su esposa en el octavo piso. Ocupó ese cargo durante 10 años, lo caracterizaban como un “excelente trabajador” y una “buena persona”.
Aún así, siendo una persona que cualquiera puede cruzarse diariamente, fue condenado a prisión perpetua por el femicidio, abuso sexual y homicidio agravado criminis causae de Ángeles, de tan sólo 16 años. La interceptó cuando regresaba del colegio y unas cámaras de seguridad dieron con su sospecha.
Más allá de haber sido condenado, Mangeri sostiene que es inocente y que nada tuvo que ver con el asesinato de la joven.
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Otros casos recordados, sin resolución
Mientras una gran parte de los casos mencionados alcanzaron la justicia, y algunos femicidas se encuentran tras las rejas, otros todavía están atravesados por dudas, incógnitas, asesinos sin rostro, revictimizaciones y diversos desvíos que parecen no darle lugar a una resolución para sus familias.
María Soledad Morales, María Cash, Anahí Benítez, Nora Dalmasso, Lucía Pérez, Micaela Rascovsky y Sofía Delgado son algunos de los tantos nombres que reconocemos y todavía no logramos ponerle una cara al autor de cada uno de los crímenes.
Aún así, a una década del primer Ni Una Menos, seguimos pidiendo justicia.