La alimentación no solo es clave para obtener energía, sino que también impacta directamente en nuestro metabolismo y bienestar general. Más allá de lo que comemos, la forma en que preparamos y almacenamos los alimentos puede hacer una gran diferencia en nuestra digestión, el control del peso y la prevención de enfermedades.
El pan, un alimento presente en numerosas culturas y hogares, es fuente importante de carbohidratos y proteínas vegetales. Sin embargo, existe debate sobre cuál es la mejor manera de conservarlo para aprovechar sus beneficios.
La médica especializada en microbiota, Sara Marín, compartió en sus redes sociales un dato valioso: congelar el pan no solo evita desperdicios, sino que también transforma parte de sus carbohidratos en fibra prebiótica, algo que favorece la salud intestinal.
“Si congelás el pan y sacás una rebanada para meterla en la sartén o en la tostadora, gran parte del carbohidrato del pan se va a convertir en fibra prebiótica”, explicó Marín. Además, agregó que esta práctica “disminuye tu pico de glucosa, se digiere mejor produciendo menos inflamación y gases”.
Este proceso ocurre porque el almidón del pan se transforma parcialmente en almidón resistente, un tipo de fibra que no se digiere en el intestino delgado y llega intacta al intestino grueso. Allí sirve como alimento para las bacterias beneficiosas de la microbiota, las cuales producen butirato, un ácido graso con potentes propiedades antiinflamatorias.
Marín detalló que “es la comida favorita de tu microbiota, que transforma esa fibra en una sustancia imprescindible llamada butirato, y este baja la inflamación y la neuroinflamación, regula el sistema inmune y disminuye la permeabilidad intestinal”.
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La evidencia científica respalda estas afirmaciones. Un estudio publicado en 2022 en The American Journal of Clinical Nutrition demostró que el consumo de almidón resistente, presente en el pan congelado, aumenta la producción de butirato, mejora la microbiota, reduce la inflamación intestinal y optimiza la sensibilidad a la insulina.
Este hábito resulta especialmente beneficioso para quienes necesitan controlar sus niveles de glucosa en sangre o tienen digestiones sensibles, ya que el pan congelado ayuda a evitar subidas bruscas de azúcar.
No todos los panes ofrecen los mismos beneficios: los ideales son los integrales y ricos en fibra, evitando los ultraprocesados con exceso de azúcares. Para conservar el pan correctamente, se recomienda guardarlo en una bolsa hermética y, si es posible, envuelto en papel film para evitar que tome humedad o sabores del congelador.
También es aconsejable cortarlo en rebanadas antes de congelarlo, para sacar solo la cantidad necesaria. En cuanto a la descongelación, lo mejor es tostarlo o calentarlo directamente desde el congelador y consumirlo de inmediato, evitando dejarlo a temperatura ambiente durante horas. Así, un cambio sencillo en la forma de almacenar el pan puede convertirse en un aliado para mejorar tu salud intestinal y bienestar general.