Muchas veces, al revisar la despensa, aparece un paquete de harina con la fecha impresa vencida. Depende de cuánto tiempo haya pasado, del estado de conservación y del tipo de harina, así sabremos si es consumible o no. Lo que sí queda claro es que existen riesgos que no deben ignorarse.
Según la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), lo que aparece en muchos paquetes de alimentos no suele ser una “fecha de caducidad” sino una fecha de consumo preferente. En su manual sobre fechas explican que “la fecha de consumo preferente … indica hasta cuándo el alimento conserva todas sus propiedades… una vez pasada esta fecha… pueden haber perdido parte de sus propiedades… pero no hay riesgo microbiológico” . En ese sentido, la OCU advierte que consumir un producto tras esa fecha no siempre implica peligro, sino más bien un deterioro en sabor, aroma o textura.
Sin embargo, consumir harina que ha estado más allá de ese límite puede tener consecuencias negativas. Una de las principales preocupaciones es la presencia de hongos o mohos que pueden producir micotoxinas: compuestos tóxicos resistentes al procesamiento. La Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que las micotoxinas pueden provocar desde intoxicaciones agudas hasta efectos crónicos como inmunodeficiencia o incluso cáncer, según el tipo y la dosis ingerida. En su hoja de datos sobre seguridad alimentaria, la OMS resalta que las micotoxinas son “toxinas naturales producidas por ciertos mohos… pueden hallarse en cereales, frutos secos, especias y otros alimentos”.
Consumir harina cruda (o masa sin hornear) siempre implica riesgo microbiológico: la Administración de Alimentos y Medicamentos de EE. UU. (FDA) advierte que la harina no está tratada para eliminar bacterias, por lo que puede contener Salmonella o E. coli, y esos organismos solo mueren al cocinarse.
Qué síntomas pueden aparecer si consumo harina vencida o contaminada
En la práctica, ¿qué síntomas podrían aparecer si alguien consume harina vencida y contaminada? Dolor abdominal, diarrea, vómitos o malestar general son manifestaciones típicas de una intoxicación alimentaria. En casos leves, el cuerpo puede recuperarse. Pero con exposición prolongada o en personas vulnerables (niños, ancianos, personas con sistema inmune debilitado), los efectos pueden ser más graves.
¿Cómo detectar si la harina se puede consumir?
Por eso, es clave aplicar el sentido común: antes de usar harina vencida, comprobar su olor (un aroma rancio es señal de deterioro), su color, textura o la presencia de grumos e insectos. Si algo no parece normal, lo más recomendable es descartarla.
Consumir harina que ha pasado su fecha de consumo preferente no siempre lleva a problemas, pero entraña riesgos — especialmente por micotoxinas o contaminación microbiana. Por más que la OCU destaque que la fecha preferente marca más calidad que seguridad, el respaldo de la OMS sobre los efectos de las micotoxinas y los hallazgos científicos invitan a no jugar con la suerte. Mejor prevenir que lamentar.