Los mandriles lloran, el presidente ríe

Domar, montar, cabalgar; el presidente no se priva de nada en su mundo de inteligencia artificial. El odio programado contra homosexuales, lesbianas, travestis, trans, personas no binarias.

26 de abril, 2025 | 15.58

Los mandriles lloran mientras el presidente se ríe, los mandriles usan una marca particular de crema -que no se entiende por qué promocionan tanto las usinas creativas libertarias- para calmar el ardor de sus culos. Los mandriles erguidos en la última pieza audiovisual creada con IA y promocionada y/o difundida por el presidente de la Nación, lucen sus traseros bien formados y humanizados; por supuesto, rojos.

La antesala de esta pieza fue una arenga que Javier Milei cantó poniendo cara de pícaro en la eterna entrevista de cuatro horas que realizó Alejandro Fantino como parte de la campaña de mostrar como un logro el fracaso de su plan económico y el banquinazo amortiguado por el FMI. “Tu opinión te la metés donde no te da el sol”, es la frase que prepara el estribillo: “mandril, decime qué se siente… ”.

 

Este proyecto lo hacemos colectivamente. Sostené a El Destape con un click acá. Sigamos haciendo historia.

SUSCRIBITE A EL DESTAPE

 

El editado con imágenes corresponde al “cineasta presidencial” -sí, sí, eso existe; aunque el INCA no haya producido una sola película argentina en el año que pasó.

Es para destacar el cambio en la narrativa entre la edición del primer audiovisual y el segundo, ya que al final de la canción se ve a Javier Milei montando a un mandril –“cómo doma este gobierno, por favor”, se escucha de fondo-, mientras que en el video “Mandrilandia is over”, el presidente termina montando, pero a un león, más en plan cabalgata altiva y menos en el acto mismo de, en su imaginario, dejar al mandril con el culo roto, lo que va a generar cuantiosas ganancias a la empresa que promueve la crema, como también se graficó en imágenes que Milei retuitea compulsivamente. 

Domar, montar, cabalgar; el presidente no se priva de nada en su mundo de inteligencia artificial. Tampoco lo ha hecho en exposiciones públicas y discursos. Tal vez la más desubicada haya sido en la apertura del ciclo lectivo 2024, cuando en su visita al colegio Cardenal Copello -al que asistió Milei - hizo un chiste sobre abuso sexual, poniendo como protagonista a un burro que consigue lo que quiere “por insistidor, no por lo otro, ¿se entiende, no?”.

Así, y cada vez con más empeño, el presidente expone al sol de los medios y sobre todo de las redes no sólo al ano violado, ya que de lo que se jacta es del dolor que sufren los mandriles, sino sus propias obsesiones sexuales para hacer de la batalla cultural una cuestión en primera persona. “Es parte de su personalidad”, dijo el secretario de Cultura de la Nación, Leandro Cifelli, en entrevista con Esteban Trebucq el viernes a la noche, rara pieza de periodismo emitida para validar que escritores y escritoras que abuchearon las políticas públicas inexistentes en materia de promoción y sostén de la cultura son autoritarios y que los videos de mandriles son “cultura popular”.

El presidente es así, son formas, no el fondo, se repite. “La furia de Milei es el combustible del cambio”, alardea el filósofo ahora ultra libertario Alejandro Rozitchner en la red X. Pero este modo de la batalla cultural no tiene nada que ver con un estilo propio, es tan viejo como el capitalismo, tan brutal como el intento sostenido de imponer un solo modo de existencia como válido. Fuera de esa valla, vidas menores, eliminables.

¿Penetrar es gobernar?

“Aunque se presenten como jefes y vencedores son, en realidad, cuerpos heridos, maltratados”, escribe Paul B. Preciado en Terror anal: apuntes sobre los primeros días de la revolución sexual (edición de Melusina, 2009), en el que establece la relación entre la forma de acumulación que dio origen al capitalismo y un orden que se estableció para los cuerpos en el que el culo tiene que estar cerrado o “castrado” -igual que en la medalla que regalaron a Milei los Bolsonaro- para los varones, las mujeres son vísceras abiertas para la procreación dentro de la casa --las brujas aborteras a la hoguera y las putas a los márgenes desde donde todavía reclaman derechos-.

Para privatizar la tierra, para consagrar la propiedad privada, para creer en el dinero como poder y salvación, para tener como prueba de éxito: “Cierra el ano y serás propietario, tendrás mujer, hijos, objetos, tendrás patria. A partir de ahora serás el amo de tu identidad”, escribe Preciado, cual si estuviera describiendo la imagen de “Mandrilandia” en la que una familia de padre, madre, hijo e hija vestides con la camiseta de fútbol argentina son liberades de una jaula -¿la casa propia inexistente en este modelo económico?- hacia un desierto de leones en manada.

“Creo que estamos ante una insistencia que ya podemos considerar parte constitutiva de la política visual del mileismo" -dice Nicolás Cuello, investigador, traductor, archivista de la teoría y activismo queer-. Ahora, el mandril con el culo enrojecido ha logrado convertirse en una representación de la diferencia política, que no solo reproduce las características básicas del prejuicio y  la violencia homofóbica, a través de las cuales tradicionalmente se insiste en que el sexo anal es una forma de humillación moral, debilidad física e inferioridad intelectual, sino también, es una imagen que articula en su misteriosa insistencia y en su goce ansioso, un grotesco deseo de poder, dominio y razón, sobre el que construye un peligroso proyecto de exterminio de la diferencia.”

El odio programado contra homosexuales, lesbianas, travestis, trans, personas no binarias cae también como humillación a quienes no quieren entrar en el imaginario del supremacismo mercantil en el que vale enseñar carry trade a quien podría invertir 10 mil pesos (lo dijo Antonio Aracre frente a un pizarrón en una clase de “educación financiera” en la TV Pública), o participar de la alegría gubernamental de sostener el dólar bajo aunque se disuelva la industria, el sostén de la vida comunitaria que significa la cultura, la escuela pública, la universidad pública, la salud pública.

Pero, advierte Cuello, este imaginario va más allá “del lenguaje de la masculinidad fragilizada que conocemos en el campo de la disputa política. El proyecto de supremacismo político que dice encarnar este gobierno tiene a la deshumanización como horizonte”. Sería gracioso, si no fuera trágico, escuchar o leer las justificaciones de este modelo de animalización del adversario -se puede ver acá la evidente operación discursiva- porque antes se les dijo “gorilas” a militares y antiperonistas.

Digamos que aquellos gorilas surgieron de los gritos que se oían de fondo y facilitaron el beso apasionado de Grace Kelly y Clark Gable en la película Mogando, de Jhon Ford. Ante el susto de la actriz al escucharlos, el galán la abraza y le dice “deben ser los gorilas”. Un programa de radio –“La revista dislocada”- tomó esa línea para aplicarla a los rumores de golpe que se escuchaban en 1953.

A quienes gozan ahora con “que se aplique un poco de su propia medicina a quienes antes nos decían gorilas”, como se escuchó en el programa de Trebuq al que el secretario de cultura asistió para tildar de autoritarios a quienes abuchearon su agradecimiento a Karina Milei por su apoyo a la cultura que nadie vio, se les escapa el acento insistente en el culo rojo y maltrecho del animal elegido para la deshumanización que propone Milei de sus adversarios. “Una sexualización animalizada -agrega Cuello- que devela la colonialidad libidinal del poder en curso, donde la ideología es penetración, la gobernabilidad sumisión y cualquier expresión de diferencia cultural, racial y sexual, pura barbarie.”

No lo podemos naturalizar, estas imágenes no son un telón de fondo, son parte de la propaganda fascistoide de este gobierno que alienta todos los días a la violencia social y que produce ataques concretos y graves como el que sufrió el director de este medio, Roberto Navarro, como los ataques que se vienen registrando cada más frecuentes contra personas Lgbtiq+. No lo podemos naturalizar.