El célebre chef de origen gallego Ramiro Rodríguez Pardo, socio y amigo del recordado Gato Dumas, falleció dejando un legado imborrable. Desde su icónico restaurante Catalinas hasta el legendario programa de TV "Gatopardo", marcó una época con su elegancia, disciplina y respeto por el producto.
La gastronomía argentina está de luto. Hoy se despidió uno de sus más grandes referentes, Ramiro Rodríguez Pardo, el chef y maestro que, junto a su inseparable socio Carlos "Gato" Dumas, elevó el nivel de la cocina local y educó el paladar de varias generaciones. "Hoy se fue el otro gran prócer de la gastronomía argentina junto al Gato. El gran Ramiro Rodríguez Pardo, gallego de origen, formado en colegios jesuitas, que llegó joven a Buenos Aires para marcar historia", informó la noticia el chef Dante Liporace.
De origen gallego y formado en colegios jesuitas, Rodríguez Pardo llegó joven a Buenos Aires a fines de la década de 1950, escapando del mandato de convertirse en sacerdote. Con una licenciatura en Filosofía y Teología, cambió el seminario por las cocinas y encontró en la capital argentina el lugar para hacer historia.
Su sello quedó inmortalizado en el inolvidable restaurante Catalinas, donde fue socio de Iván Robredo. Allí, Ramiro impuso un estilo basado en la elegancia, una disciplina rigurosa y una profunda cultura gastronómica. Sus principios eran claros: respeto absoluto por la materia prima, una ejecución impecable de la cocina clásica y una visión europea que sofisticó y transformó la mesa porteña.
Junto al eterno Gato Dumas, formó una de las duplas más queridas y recordadas de la televisión. Su programa "Gatopardo" no fue solo un ciclo de cocina, sino una cátedra de buen gusto que enseñaba, divertía y abría caminos para todos los cocineros que vinieron después. Ellos desafiaron lo que el crítico Miguel Brascó llamó "la cocina marrón de Buenos Aires", un menú repetitivo de milanesas, peceto y tomates rellenos.
En una entrevista con Clarín, el propio Ramiro recordaba cómo él y Dumas introdujeron ingredientes entonces exóticos para el paladar de la ciudad. "En la ciudad no había un solo restaurante que sirviera cordero", relataba. "O un pescado como el dorado, que se comía al lado del río, asado, quemado. Nosotros servíamos los lomos de dorado con mantequilla de azafrán en una mesa con un gran mantel de hilo".
Juntos crearon 28 restaurantes, entre ellos La Chimère, un espacio que fusionó arte y gastronomía con la colaboración de figuras como Marta Minujín, Rogelio Polesello y Fernando Botero, marcando un hito en la escena cultural de la época.
Quienes lo conocieron lo recuerdan como un hombre cariñoso y un mentor generoso, que formó a discípulos como "Ramirito". Se va un grande, un pionero y un maestro que deja un legado inmenso. Su huella, como su cocina, perdurará para siempre en la historia de la gastronomía argentina.